2.- Solo uno.

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-Te llevo a tu casa ¿no? - Preguntó Pedri, frenando poco a poco cuando vio que llegaban a la intersección en la que el camino que llevaba a su casa o a la de Pablo se separaba. No sabía por qué lo había preguntado, estaba claro lo que tenía que hacer.

-No - Contestó rápido, mirándole con cara de pena - A la tuya.

Sabía que era un error y a Pedri le gustaría decir que dudó, que se lo pensó un poco, pero sería mentira. Simplemente suspiró y señaló con el intermitente el camino que llevaba a su propia casa. Se dijo a sí mismo que lo hacía porque estaba preocupado, porque no quería dejarle solo y que terminase cayéndose o algo así. Cualquier excusa para no admitir que en el fondo lo único que quería era estar más tiempo con él. Ninguno de los dos volvió a hablar en lo que quedaba de camino, ambos perdidos en sus propios pensamientos. En cuanto Pedri aparcó, se bajó del coche y abrió la puerta del copiloto para quitarle el cinturón y ayudarle a salir. Pablo dejó que le llevara hasta la puerta y se apoyó en la pared mientras el canario sacaba las llaves para abrir. Entraron en silencio y Pedri le sentó en el sofá para después ir a la cocina cuando se aseguró de que no se iba a mover. Volvió poco después con un vaso de agua, dos galletas y una pastilla.

-Toma - Dijo sentándose al lado del sevillano en el sofá y dándole las galletas. Pablo miró el hueco que había dejado entre ellos como si le ofendiese, pero suspiró y cogió las galletas sin protestar - Y luego bebes agua y te tomas la pastilla.

-Sí, mamá - Murmuró rodando los ojos con una sonrisa de lado mientras daba un mordisco pequeño. No podía ignorar lo feliz que le hacía que Pedri le cuidase igual que siempre.

-Ya me lo agradecerás cuando mañana no tengas tanta resaca - Contestó apoyándose en el respaldo del sofá y tratando de no dejarse llevar y acortar la distancia que había entre sus cuerpos. Era raro, sentarse en un sofá con Pablo y no estar completamente pegados.

Se quedaron en silencio mientras el sevillano se terminaba las galletas y cogía el vaso de agua para tomarse la pastilla y bebérselo de un trago. Pedri se permitió mirarle bien, repasando con sus ojos la cara del menor como no había podido antes. Y su humor cambió de golpe cuando bajó la mirada a su cuello y vio algo que hizo su sangre arder.

-¿Qué pasa? - Preguntó Pablo mirándole extrañado al sentir su mirada sobre él. Pedri apartó la mirada con el ceño fruncido, fijándola en cualquier sitio que no fuese el cuello del sevillano.

-Nada - Murmuró intentando no darle importancia, pero sintiendo que se moría por dentro. El menor le miró alzando las cejas, sin creerle, y Pedri suspiró antes de añadir - Tienes un chupetón.

Pablo abrió mucho los ojos y se llevó rápido una mano al cuello como si no lo supiese. Y Pedri sabía que no tenía ningún derecho, que no podía reclamarle nada, que Pablo ya no era suyo, pero le consumieron los celos. No lo pudo evitar, le dolía como una patada en los huevos pensar que alguien había puesto los labios donde solía ponerlos él. Sabía que tarde o temprano, Pablo iba a rehacer su vida, pero no estaba preparado para que pasase tan pronto. Imaginarse a otra persona tocando al que hasta hace poco era su novio, besándole... le hacía querer vomitar.

-No... no me he dado cuenta - Susurró Pablo arrepentido.

-A mi no me dejabas hacértelos - No quería sonar rencoroso, no quería enfadarse, pero el comentario se le escapó antes de poder frenarlo.

-Joder - Suspiró rascándose el cuello como si pretendiese arrancarse la piel. No le debía explicaciones a Pedri, pero sabía lo mucho que le había dolido verlo y se sentía fatal. - No es que a ti no te dejase, es que... no podíamos, si alguien se daba cuenta... No quería... no sé cuándo ha pasado, Pedri, estaba borracho. Si hubiese... joder, ni si quiera me acuerdo.

Cafuné | Pedri & GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora