21.- El final.

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Ese día entrenaron con más intensidad que ningún otro, las horas se hicieron eternas mientras Luis Enrique y todos sus ayudantes les machacaban en el campo. Ninguno se quejó en ningún momento, dándolo todo y esforzándose al máximo, porque sabían todo lo que se jugaban al día siguiente. Cuando volvieron a la Universidad, lo hicieron agotados, pero con la sensación de satisfacción que les daba un buen día de entrenamiento. Comieron con ansias devorando la comida y la mayoría aprovecharon para echarse una siesta corta antes de reunirse en la sala de siempre para terminar con los preparativos del partido. Y después de cenar, no tardaron en irse todos a sus habitaciones para descansar antes del partido más decisivo hasta el momento. Pedri y Gavi se colaron en la habitación del sevillano para despedirse con besos suaves y manos que no querían soltar el cuerpo ajeno. Sabían que tenían que dormir separados y no distraerse el uno al otro, era un día importante y necesitaban estar plenamente concentrados en el juego, sin nada más alborotando sus mentes. Así que esa noche durmieron cada uno en su cama por primera vez en unos días y ambos se sorprendieron al darse cuenta de lo acostumbrados que estaban ya a buscar el cuerpo contrario entre las sábanas.

Cuando se encontraron de nuevo a la mañana siguiente, lo hicieron en el pasillo donde habían quedado en esperarse para bajar a desayunar. Se sonrieron en cuanto se vieron y ambos notaron la tensión en su cuerpo relajarse al sentirse cerca otra vez. Pablo no dudó en abrazarle como saludo, escondiendo la cabeza en su cuello para dejar un beso rápido mientras notaba los brazos de Pedri apretujarle fuerte contra él.

-Te he echado de menos - Susurró el menor en su cuello metiendo las manos por debajo de su camiseta para acariciarle la espalda.

-Han pasado 10 horas como mucho - Rió Pedri enternecido, pero plenamente consciente de que a él también se le habían hecho eternas.

-Demasiado - Protestó dejando un último beso en su cuello antes de separarse para unir sus manos y tirar de él hacia el ascensor.

Una vez dentro, en la privacidad que les daba la puerta cerrada mientras bajaban, Pedri no tardó en coger sus mejillas para acercarle a sus labios y besarle como llevaba deseando desde la noche anterior.

-Estoy nervioso - Confesó el canario en un susurro contra sus labios cuando se separaron.

-Yo también - Admitió en el mismo tono mientras apoyaba su frente en la contraria y acariciaba su pecho - Ya no hay segundas oportunidades, si la cagamos hoy se acabó.

-Eso es lo que me preocupa - Suspiró con el ceño fruncido - Que tengamos un mal día y se vaya todo a la mierda.

-Lo sé - Asintió inclinándose para dejar un beso rápido en sus labios - Pero vamos a intentar que eso no pase ¿vale?

Pedri asintió con una sonrisa pequeña y le dio un último beso antes de escuchar el sonido que indicaba que la puerta iba a abrirse y tuvo que separarse. Fueron hasta el comedor rozando sus brazos entre ellos y cogieron su desayuno antes de sentarse en la mesa con el resto del equipo. Había más silencio del normal, quizás porque todos seguían medio dormidos o porque estaban igual de nerviosos que ellos. La tensión en el ambiente era palpable, todos siendo conscientes en cada segundo que pasaba de que se acercaba el momento decisivo. Sabían que en el partido de esa tarde se lo jugaban todo y que podía ser la última oportunidad de seguir en el mundial. Cuando terminaron de desayunar, Luis Enrique les dio un pequeño discurso para darles ánimos y pareció funcionar con la mayoría de jugadores. La mañana pasó rápido, en la terraza del hotel terminando de hablar sobre algunos aspectos técnicos y pasando el tiempo todos juntos para no dejar que los nervios les consumiesen. El partido no era tan tarde como los anteriores, a las 6 de la tarde, así que comieron un poco antes para tener tiempo de sobra. Y cuando finalmente estuvieron en el autobús de camino al campo, la sensación entre los jugadores era una mezcla de tensión, ganas, miedo y determinación. Algunos escuchaban música para concentrarse, otros repasaban jugadas en su cabeza, mientras que los más animados hablaban entre ellos para distraerse. No era el momento de risas o de bromas, todos centrados en las pocas horas que les separaban del partido que podía cambiarles la vida. No era una final, pero se sentía como si lo fuera. Gavi no paraba de mover su pierna en el asiento y cuando se llevó la mano a la boca para morderse las uñas, Pedri le paró.

Cafuné | Pedri & GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora