23.- Libre 2.0

18.3K 584 331
                                    


-Sí, mi vida, claro que quiero - Murmuró mirándole una sonrisa pequeña y subiendo una mano para acariciarle la nuca, el mote escapando con facilidad cuando Pablo le miraba con tanto cariño en sus ojos. Entendía esa necesidad constante de asegurarse de que el otro estaba bien, estaba cómodo y seguro con cada cosa que hacía. Le hacía perder un poco la paciencia, pero no podía quejarse porque sabía que él había sido igual o peor la primera vez con Pablo. Y era consciente de que lo que estaban a punto de hacer requería paciencia y amor, así que no se iba a quejar, no cuando sabía la importancia que tenía ese momento para ambos.

Pareció ser suficiente confirmación para Pablo, que le miró con una sonrisa pequeña y se acercó para dejar un beso suave en sus labios antes volver a hablar. Su corazón estaba dando saltos de alegría al darse cuenta de cómo Pedri le había llamado. Era cursi, lo sabía, pero sonaba increíblemente bien.

-Abre un poco más las piernas, amor - Le pidió dándole un golpecito suave en el muslo con el dorso de la mano para no mancharle de lubricante.

Pedri le hizo caso, tragando saliva y mirándole a los ojos mientras doblaba las piernas para poder poner los pies sobre el colchón y las abría intentando que no temblasen demasiado. Estaba nervioso, sabía que se notaba, pero estaba con Pablo y era consciente de que no tenía nada de qué preocuparse. Intentó no tensarse cuando sintió la mano del menor colarse entre sus piernas y buscar su agujero, pero el contraste del lubricante con su piel le hizo estremecerse. Cogió aire despacio y lo expulsó tratando de calmar su cuerpo, clavando su mirada en los ojos del sevillano para anclarse en ellos. Pablo le dedicó una sonrisa antes de hacer que sus narices chocaran con suavidad y pasó sus dedos despacio alrededor de su agujero, acariciando y esparciendo el lubricante. Cuando empezó a presionar solo con un dedo, Pedri se mordió el labio y enredó los dedos en el pelo del menor. Un dedo estaba bien, un dedo ya sabía cómo se sentía. Así que no le costó mucho destensar sus músculos y dejarle entrar poco a poco. Buscó la mirada de Pablo y su respiración se entrecortó al ver la adoración en los ojos del menor. Si Pablo le miraba así, Pedri era capaz de hacer cualquier cosa por él.

En cuanto notó que el dedo del sevillano entraba hasta el fondo, dejó escapar un suspiro y atrajo la cabeza de Pablo para besarle. Sus labios se unieron con ganas mientras Pedri tiraba ligeramente de su pelo haciéndole gemir y Pablo se atrevía finalmente a mover su dedo en pequeños círculos en su interior. Empezó a sacarlo despacio para volver a meterlo con el mismo ritmo, intentando ser paciente y darle todo el tiempo del mundo. Pero cuando Pedri le mordió el labio inferior y movió ligeramente la cadera contra su mano, no pudo evitar acelerar un poco. Separó sus labios para poder ver en su cara si le hacía daño y aumentó el ritmo con el movía su dedo, entrando y saliendo de él con más seguridad. Pedri le miraba con los labios entreabiertos y el ceño fruncido, como intentando procesar la situación. Entendía lo raro que tenía que estar siendo para él y le adoraba por confiar en él lo suficiente como para dejarle hacer algo así. Pedri era distinto a él, menos atrevido, más reservado, y sabía que se sentía vulnerable en esa posición. Y se propuso a sí mismo demostrarle que no tenía nada de qué preocuparse, que podía dejar caer sus barreras con él y permitirse disfrutar de cosas que estuviesen fuera de su zona de confort.

Dejó un reguero de besos por toda su cara, sacándole una sonrisa, y tras darle uno más en los labios, sacó el dedo para poder incorporarse. Se movió hasta colocarse entre sus piernas de rodillas, inclinándose para besar su pecho y su abdomen, antes de mirarle a los ojos. No apartó la mirada de la cara de Pedri mientras cogía una de sus piernas y la subía despacio haciendo que doblase la rodilla hasta dejar el tobillo apoyado en su hombro para dejarle aún más expuesto para él. Intentó identificar en su expresión si le parecía bien la posición o si estaba incómodo, pero Pedri simplemente asintió mordiéndose el labio. Le estaba dejando verle así, se estaba permitiendo que Pablo le tuviese expuesto y vulnerable en esa posición, olvidando la vergüenza para dejarle ver todo de él. Y Pablo solo pudo sonreír enamorado al chico que tenía frente a él, tan perfecto que a veces hasta dolía mirarle. Dejó un par de besos en su pierna y volvió a llevar los dedos a su agujero, presionando un poco con dos de ellos sin llegar a meterlos, mientras que con la otra mano rodeaba su erección para distraerle un poco. Pudo ver como Pedri estiraba el cuello con un gemido mudo cuando pasó su pulgar por la punta de su polla y su cuerpo entero se estremeció al ver al amor de su vida disfrutar de esa forma. Se quedó unos segundos así, pasando los dedos entre sus nalgas con cuidado y masturbándole despacio para dejarle relajarse en el placer que le daban sus manos.

Cafuné | Pedri & GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora