UN CORTE DE LENGUA.

75 14 0
                                    




THAIS.

Entro en la habitación. Son las cuatro de la madrugada, pero a mí me parece una hora de puta madre para hacer esto.

—Hola —saludo con voz potente para despertarla y una sonrisa en el rostro.

—¡¿Qué carajos Thais?! —pregunta aun adormilada.

Avanzo y me siento en la cama junto a ella.

—Quería preguntarte algo y no podía esperar a mañana. Ya sabes, esas dudas que te carcomen por la noche y no te dejan dormir —suelto.

—¿Qué quieres? —.

Se incorpora y se sienta en la cama.

—¿Qué fue exactamente lo que le dijiste a mi padre cuando te pregunto dónde estábamos? —suelto.

La cara de confusión en su rostro no me la pierdo por nada.

—¡¿De qué demonios hablas?! —.

—Sí, ya sabes ¿Qué fue lo que le dijiste? Seré muy clara. Evan no es estúpido como para que la seguridad de la casa hubiera fallado. Farrell es completamente leal a Carel y en realidad, la única que sobra eres tu —le informo.

—No sé de qué hablas —.

Se hace tonta la muy perra.

—Por favor, no me hagas sentir estúpida. Eres una mentirosa de puta madre, pero tu solitas te delataste. Pensé ¿Cómo es que estuvo recluida en el mismo lugar que nosotros, pero ahora anda por la calle como si nada? Estoy segura de que mi padre te ofreció un trato que no pudiste rechazar ¿No es así? Dejaste que Carel se metiera entre tus piernas y luego te le fuiste metiendo a Evan. Confieso que lo de salvarle la vida te volvió confiable, pero también era parte del plan. Él te lo ordeno para después destruirlo con sus propias manos —concluyo y sonrió.

—¡Eres la más demente de todos! —vocifera.

Trata de levantarse de la cama, pero la jalo y la acomodo nuevamente en su lugar.

—Y yo creo que no eres tan lista como piensas —.

Saco la navaja que tome del cuarto de Carel.

—¡Déjame en paz maldita loca! —.

Me acerco a su cara.

—¿Qué pasa? Tu pediste esto ¿Recuerdas? Vuélvete lo que eres en verdad. Pues soy la que te va a matar —susurro.

Se levanta a toda prisa de la cama y camina hacia la puerta.

Me echo a reír muy fuerte.

Trata de abrir y entonces se da cuenta de que he cerrado con seguro. Se gira y saco del bolsillo del pantalón la llave para mostrársela.

Recojo la pequeña bolsa de cocaína que reposa sobre su mesilla de noche y camino hacia donde se encuentra de pie.

—Creo que vas a necesitarla para lo que viene —digo aun sonriendo.

Cuando está a punto de tomarla encajo la navaja en uno de sus costados.

—Odio a los malditos soplones —escupo con toda la rabia que siento en este momento.

Cae al piso y me siento a horcajadas sobre ella.

—¡Yo no dije nada! —grita.

—¡Yo solo escucho bla, bla, bla! ¡Tú error más grande fue meterte en el pantalón de Carel para conseguir lo que querías cabrona! —.

Le hago una cortada profunda en uno de sus pómulos y el rojo de su sangre se asoma.

—Una vez leí por ahí que la mafia italiana les corta la lengua a los soplones antes de matarlos —le comento.

EL JUEGO DE LA MUERTE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora