EL JUEGO DE LA MUERTE.

LA ALFOMBRA ROJA.

MUERTE.

—Hay que tratar de que no nos alcancen hasta que estemos volando. No esperaran que tomemos un helicóptero. Creerán que lo haremos vía terrestre. Bloquee la señal de la nave —dice Evan.

—Lo tengo todo —informa Farrell que entra corriendo a la cochera bajo tierra con la que cuenta la cabaña de mi hermano.

Jamás pensé que iba a necesitar de su ayuda para todo esto y cuando sepa la razón de porque lo hago quizá me quiera matar, pero no me importa. Voy a correr el riesgo. Ha ideado la manera de sacarnos de aquí gracias a un par de contactos y eso me basta por el momento.

Thais y Shayla aparecen.

—Suban al todo terreno —les ordeno.

Todos toman su lugar en la camioneta y como por arte de magia se empiezan a escuchar autos llegando a la propiedad.

—Sácalos de aquí. Iré en el auto. Me encargare de algo antes —anuncio a Evan.

Un convertible negro será mi compañero para salir tan rápido como pueda.

—Estas más loco que una puta cabra. Te van a masacrar. Aun sigues herido —.

—Solo nos daré un poco de ventaja. En este momento no puedo pelear contra ellos —le hago saber.

Asiente y avanza, pero frena cuando una de las puertas traseras se abre.

—No me iré de aquí sin ti —dice Thais y avanza hasta ponerse tras el volante del auto.

—No me jodas —susurro.

—¡¿Qué carajos?! —gritan Farrell y mi hermano al mismo tiempo.

—¡No hay tiempo! ¡Los alcanzaremos! —grito.

Thais enciende el auto y la asesino con la mirada.

—Ya te lo dije. No me iré sin ti. Yo te pedí esto. Afrontare las consecuencias de todo —.

—Eres una puta niña —murmuro.

Tomo una garrafa de gasolina y avanzo hasta la cocina. El sistema de seguridad de la casa me da unos minutos de ventaja. Evan la equipo como si fuera a vivir la maldita noche de la expiación.

Comienzo a rosear la gasolina por todo el lugar y me doy prisa formando un camino hasta el auto. Aun no dan con la parte trasera de la casa y eso nos sigue dando ventaja.

—¡Vamos! —me grita Thais.

Enciendo un cigarrillo de los que se mantenían en la chaqueta de mi esmoquin y le doy un par de caladas. Subo casi volando al auto.

—Acelera —.

Avanza de reversa a toda velocidad y cuando da la vuelta lanzo el cigarro por la ventanilla que da justo en el charco de gasolina que forme. El fuego avanza a toda velocidad igual que nosotros por el camino que marco mi hermano en el GPS.

El sonido de la explosión nos abraza. Ella me mira de reojo y sonríe.

—Eres un puto genio... demente, pero genio —.

—Libre ¿Recuerdas? —

—Libre —repite.

Seguimos avanzando y a lo lejos veo el helicóptero que Evan consiguió y a ellos esperando por nosotros.

—Aún tengo algo que decirte —.

La miro sin expresión alguna para que entienda que no es el momento.

—Sera luego —.

Llegamos y bajamos a toda prisa del convertible.

—¡Tenemos una ventana de 30 segundos antes de que nos alcancen! ¡Corran! —vocifera Farrell en medio del ruido de las aspas de la aeronave.