BIENVENIDO

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MUERTE.

Un par de sujetos custodia la entrada de la oficina.

Al viejo le gusta dar batalla hasta el último momento, aunque sepa que ya perdió. Supongo que eso se lo heredo a Thais ya que el estúpido de Nik no servía para nada.

Evan dispara a ambos y caen al suelo.

—Te encanta ¿No? —.

—¿Qué? ¿Disparar? Honestamente si, descargo un poco de mi frustración —comenta con descaro.

—Ser el protagonista... —digo.

—Siempre el protagonista nunca el espectador. Nunca me he conformado, aunque creas que si —.

—dejemos de perder el tiempo —suelto.

—Tu comenzaste —dice.

Se acomoda el cabello y avanzamos por el pasillo.

Entramos en la oficina y observamos a Míjail sentado cómodamente bebiendo de una copa. Nos quedamos de pie.

—Los hermanos Madsen —dice con una sonrisa dibujada en el rostro.

—Hola suegrito —.

Volteo a ver a Evan y ruedo los ojos. Hace una sarta de comentarios estúpidos todo el rato que logra ponerme de un humor terrible.

—Serás el primero en morir por haber matado a mi hijo —comenta totalmente despreocupado.

—Parece que no nos entendemos muy bien. No venimos para morir. Estamos aquí para aclararte un poco el panorama —suelto.

Me acerco a una de las sillas frente a él y me siento.

—Te di todo lo que él no te dio, pero querías a la chica ¿No? —insinúa.

—¿Por qué todo el mundo cree que esto es por ella? ¡Qué falta de respeto! ¡Soy más inteligente que eso! ¡No perdería la cabeza por una mujer! —vocifero.

Se echa a reír.

—¿Fue por lo de Hertz? Yo no te metí ahí. Yo te saque de ese lugar —aclara.

—No, no. No nos estamos entendiendo. Míjail, querido Míjail cuando juegas con fuego por mucho tiempo te puedes llegar a quemar, pero tus movidas sucias no me podrían importar menos —murmuro.

—¡Por Dios! ¡Termina de una vez! —grita con frustración mi hermano.

—¿Quieres callarte? Atalo de una vez —le ordeno.

—No creo que sea necesario. Esto va a terminar más pronto de lo que crees —dice.

Toma un pequeño control que esta sobre la mesa y aprieta un botón.

Ambos miramos por todo el lugar esperando lo que sea que venga.

Pasan un par de minutos y no ocurre nada.

—¡Que carajos! —insulta.

Me echo a reír.

—Tu siempre serás un medio para un fin —.

Hago una seña y Evan procede a atarlo fuerte a la silla.

—¡No creas que te saldrás con la tuya! —grita.

—En realidad, ya lo estoy haciendo —sonrió con malicia.

Saco dos navajas y las clavo en sus piernas.

Grita de dolor y me llena de placer puro.

—A pesar de todo, los lamentos de las victimas siempre logran hacerme sentir bien —comenta Evan.

EL JUEGO DE LA MUERTE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora