Parte sin título 48

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Arthur dejo el cuidado de su madre a Ivon, mientras que el reunió a todos los que habían visto lo que hizo su madre.

- Demás está decir que no deben comentar esto a nadie, todo se mantendrá en secreto hasta que se lo diga a mi padre, si me llego a enterar de rumores o algo relacionado, ya saben que les pasara. –Dijo Arthur seriamente.

Los días pasaban, pero Micaela no despertaba, todos en la casa estaban muy ansiosos, Arthur se reunió con el doctor para hablar del estado de Micaela, también los acompaño Sindy y el jefe de la guardia.

- Que es lo que le sucede a mi madre, ya debería haber despertado.

- Bueno, como doctor solo te puedo decir que tenemos que esperar, pero ahora que los veo reunidos, alguno sabe la historia de los sanadores o escucho algún relato en su hogar.

Los que estaban en la habitación solo se sorprendieron por la pregunta, no entendían que tenía que ver.

- Yo escuche que Dios bajo y bendijo a una mujer con el poder de curar. –decía el jefe de los caballeros.

- En mi pueblo decían que una mujer rogo por un milagro, para salvar a su amado y Dios la bendijo. –dijo Sindy.

Arthur no dijo nada ya que nunca le importo la historia de los sanadores.

- Bueno, la verdad de ellos no está lejos de esos cuentos, según lo que averigüe, una mujer amaba mucho a su esposo, pero él fue herido de gravedad, así que la mujer rezo por un milagro y así Dios le concedió el poder de curar, pero le puso una condición para usar el poder, solo podría curar si la mujer lo hiciera con sinceridad y fe, claro que después de curar se debilitaría, y ella misma no podría curarse, esas fueron las palabras que le dijo ese Dios, con el tiempo se fantasea la historia, pero yo he podido ver que los sanadores están negociando con sus habilidades, aprovechándose de los más necesitados, y que ya no son tan fuertes como antes, mi abuelo una vez me conto que vio a un sanador curar a 6 personas al mismo tiempo, pero quedo muy agotado, tanto que descanso una semana completa sin poder consumir nada, ni siquiera agua.

- Entonces, mi madre solo está agotada y quizás pronto despertara. –decía Arthur alegre

- Es verdad, pero lo que me sorprendió fue que fuera capaz de curar a 2 personas y una de ellas estaba por morir. –decía el doctor mirando a Sindy

- Entonces qué quiere decir. –preguntaba ansioso Arthur.

- Los sanadores siempre odiaron a la señora por ser inepta, digámoslo de ese modo, pero ahora la señora puede curar y tiene más habilidad que cualquier sanador, porque ahora los sanadores a las justas pueden cerrar heridas, ahora la señora es la más fuerte, y una vez que ellos se enteren volverán.

- No tiene de que preocuparse, pondré más escoltas para que la cuiden, y mi padre también regresara. –decía Arthur firmemente

- Lo sé, tengo confianza, solo que como ahora la señora puede curar, espero que no me despidan. –decía angustiado el doctor

La tensión que había en el cuarto se esfumo con el comentario del doctor.

- No tiene de que preocuparse, mi padre no lo despedirá, ahora vayamos todos a descansar. –decía Arthur mientras los despedía de la habitación.

Como todas las tardes Arthur iba a visitar a su madre, pero solo la encontraba en un sueño profundo, a su costado estaba leyendo Esteban y en el otro lado Ivon acomodaba su almohada.

- Madre ya vine, espero que pronto despiertes. –decía Arthur mientras besaba su mano.

Mientras tanto en la casa de la duquesa Dafont, era un caos, Lili le conto lo que paso solo al duque, todo era un secreto para la duquesa Dafont, aunque ella sospechaba, cuando un día mientras escribía unas cartas una amiga le escribió para pedirle información de lo que pasaba con Micaela ya que la duquesa era su amiga, la duquesa Dafont al enterarse se alteró.

- Como es posible que nadie me lo dijo, yo aquí preguntándome porque no viene mi amiga de visita, sin saber que está herida, como estarán sus hijos, ni siquiera tienen a su padre al costado, y nadie me lo pudo decir, son unos ingratos, malditos, unos hijos de................

- Cariño cálmate, no digas esas cosas, el niño las va aprender, hemos estado enviando a Lili para que los ayude en lo que necesiten, por ahora está bien, tú debes descansar y relaj.....

- Cállate, no sabes cómo me siento. -Decía la duquesa mientras golpeaba a su esposo.

El duque Dafont no pudo evitar recibir los golpes de su esposa, que eran muy fuerte, pero cuando la vio ella estaba llorando, lo cual le preocupo más que el dolor que sentía.

- No llores querida, si quieres golpéame más fuerte, pero no llores, te lastime verdad, fue mi culpa, si quieres rómpeme el otro brazo, pero no llores, no puedo verte llorar. –decía el duque mientras la abrazaba.

- ¿Por qué no me tienen confianza?, quiero ir a verla. –decía la duquesa mientras lloraba.

El duque asintió, pero él la iba a acompañar, al llegar fueron recibidos por Arthur.

- Perdóname por no venir antes Arthur.

- No se preocupe duquesa, se de su estado, mi madre aun no despierta, pero la estamos cuidando bien.

- Entonces puedo ir a verla. –preguntaba la duquesa

- Si, está en su habitación, hay esta Ivon también.

La duquesa se dirigió a ver a Micaela mientras el duque se fue con Arthur a la oficina.

- Me entere de que le comunicaste lo sucedido al rey. –dijo el duque Dafont

- Se los dije, solo lo investigaron superficialmente, y dijeron que solo fueron unos secuestradores que querían una gran recompensa, nada más, quedo en nada la investigación, yo mismo mande a investigar a mis hombres y mantenemos cautivo a uno.

- Eso es bueno, supongo que esperas a tu padre para poder moverte.

- Si, si voy y le digo al rey que son los sanadores quienes querían secuestrar a mi madre, el me tomaría como un loco.

- ¿Son los mismos sanadores? – preguntaba el duque

- Si, lo sé porque mientras peleamos me lanzo un ataque de luz, solo un sanador puede hacer eso, y además me dijo que la necesitaban de regreso. Tengo una idea de porque la quieren de regreso, pero antes debo hablar con mi padre.

- Eso es seguro, en cualquier cosa que necesites puedes contar con nosotros, estamos para ayudarte. –decía el duque Dafont con una sonrisa.

Arthur solo asintió, la tarde paso lenta, la duquesa Dafont se despidió de Micaela con pena, le dijo que regresaría, después de eso Arthur le leyó un libro a su madre, mientras que Ivon le arreglaba el cabello, ver a Micaela tan débil recostada, han pasado varios días y ella no despierta, ha perdido peso, todos en la casa siguen preocupados, pero la situación empeoraría cuando llego una carta.

- Es mentira, no está pasando, que se jodan todos, alístenme un caballo partiré de inmediato. –decía Arthur desesperado.

- Hermano que pasa, porque te alteras. –preguntaba asustado Esteban.

- Nada importante, te quedaras y cuidaras a madre en mi ausencia, debo ir a donde esta padre. –decía Arthur muy decidido.

Luz de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora