Parte sin título 102

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Miguel solo asintió y acompaño a Micaela a la habitación, una vez llegaron al cuarto Miguel se cambió para dormir, Micaela lo miro y se comenzó a poner roja.

- Como puede tener ese cuerpo, hace mucho que no lo hacemos, él no quiere lastimar al bebe, ummmmm, es una pena. –pensaba Micaela.

Miguel noto que estaba viendo observado y se acercó a Micaela

- Hay algo que quieras decirme, te vez algo roja.

Micaela no le respondió y se volteo.

- Acaso hice algo malo. –preguntaba Miguel

- No has hecho nada malo, soy yo la que está mal, de echo creo que soy una pervertida. - decía Micaela con un puchero

- ¿Pervertida?

- Sí, yo quiero hacerlo, pero tú no quieres.

- ¿Y qué es lo quieres hacerme? –decía Miguel de forma juguetona.

- Comerte.

Miguel solo se rio con las palabras de Micaela, cuando de pronto sintió la mano de Micaela en su entrepierna.

- Parece que tú también lo quieres

Miguel no respondió y solo hizo lo que Micaela le decía, así Micaela comenzó a chupársela, una vez Micaela acabo quería ponerla, pero Miguel la sujeto fuerte de los brazos.

- Yo también quiero hacerlo, pero aun no, te estas recuperando, lo mejor es esperar, no creas que eres la única que está sufriendo.

- Lo sé, solo un poco más. –decía Micaela

Aunque no podían consumar el acto el duque siempre era feliz mientras tuviera a Micaela a su lado, y siempre podía besarla.

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Mientras todo era felicidad para Miguel, el rey se sentía mal, estaba apartado de las personas, dejaba que su hijo se hiciera cargo, no quería ver a nadie, a su esposa aunque la dejaba vivir en palacio la ignoraba completamente, nada era igual para el rey, cada vez tomaba más, el príncipe se preocupó mucho por su padre, pero el rey lo ignoraba.

- Padre, tengo cosas que hablar contigo, déjame entrar. –gritaba el príncipe desesperado.

- Te he dicho muchas veces que no me fastidies a estas horas, solo quiero estar solo.

El príncipe se resignó y se fue al jardín, hay se encontraba aquella sanadora.

- No quiso hablar tu padre contigo.

- Aun no, no sé qué le paso, no quiere verme y tampoco a mi madre.

- No te preocupes más, me tienes a mí, te estaré apoyando en lo que pueda. –decía la sanadora mientras miraba al príncipe.

- Lo sé, todo esto comenzó por culpa de la familia Sartel, desde que ellos vinieron a palacio todo se complicó, para ser más específicos, desde que apareció la señora Micaela fue el momento que todo cambio. –decía el príncipe seriamente

**********

Sin pensarlo mucho ya casi era tiempo de que Micaela dé a luz, Miguel se encargaba de cuidar a Micaela, no se separaba de ella, ya que le preocupaba su vientre, era muy grande, a veces se preguntaba qué pasaría si no pudieran nacer sus hijos, pero Micaela lo calmaba diciéndole que serían dos, aunque muchos lo creían y otros dudaban, Micaela siempre decía que serían un niño y una niña, Miguel no estaba tan seguro, pero asentía a lo que decía Micaela.

Arthur y Esteban se sentían emocionados de tan solo escuchar que tendrían una hermana, aunque ellos jueguen con Ema no es lo mismo que tener su propia hermana, se emocionaron y compraron mucha ropa para la bebe, también muchos peluches, decoraron su habitación con flores, peluches, cuadros de paisajes, lazos y demás. Micaela se sorprendió de esto.

- Parece que les hace muy feliz saber que tendrán una hermana. –decía Micaela mientras miraba el cuarto de su hija.

- Si madre, la cuidaremos bien, nada le faltará ni tampoco nadie le hará daño. –decía Arthur

- Eso lo sé, pero, porque no compraron cosas para su hermano.

- Si compramos para el también solo que no mucho. –decía Esteban

Micaela reviso la habitación y se percató una cuna que se encontraba en un rincón con solo un peluche y una manta azul, eso sorprendió a Micaela.

- Deben tratar por igual a sus hermanos, como pueden solo comprarle una manta y un oso. –decía Micaela algo molesta

- Pronto traeremos más cosas madre. –decía Arthur

Micaela solo asintió y se dirigió al jardín, claro que siempre estaba acompañada de un guardia.


Para Micaela los días pasaban de forma tranquila, con algunas visitas, hasta que pronto llego el día de su parto, fue un parto algo difícil, pero salió todo bien.

Y tal como predijo Micaela nacieron un niño y una niña, el niño tenía cabello como su padre, pero con pequeños mechones negros y la niña tenía el cabello negro con mechones blancos, los dos tenían el color de ojos de su padre.

Al momento de nacer Micaela los trajo a su lado, los beso y los abrazo.

- Al fin los pude conocer, perdónenme por no haber sido fuerte antes, pero ya están aquí. –decía Micaela con lágrimas.

Aunque muchos no entendían a que se refería Micaela, Miguel solo la abrazo y sostuvo a su hija.

- Eres tan bonita como tu madre, tu eres la luz de esta casa, mi pequeña Luz.

Micaela solo asentía, el nombre de su hija era Luz, pero ¿cómo se llamará su hijo?

Miguel lo pensó un momento mientras cargaba a su pequeña hija y al fin se decidió.

- Tú serás Mateo. –decía mientras miraba a su hijo abrazado a Micaela.

Al escuchar el nombre de los niños los sirvientes pasaron la voz por toda la mansión, los niños nacieron, era momento de festejar, y no solo festejaron en la casa, mandaron a informar del nacimiento a Amempla, fue un día festivo, los empleados se encargaron de repartir comida por el pueblo, también repartieron dulces, las personas también comenzaron a festejar. Pero la pregunta que se hacían era ¿con que color de cabello nacieron los niños?, pero eso no importaba en este momento, lo importante es que nacieron sanos y que el duque está repartiendo cosas.

Luz de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora