Parte sin título 64

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La pequeña asintió, Ivon la llevo de la mano adentro y dijo que después explicaría la situación, tanto Micaela como el duque tenían curiosidad y fueron a hablar con ellos al estudio, Arthur también quería escuchar, pero no lo dejaron entrar.

Arthur se sentía frustrado ya que no lo dejaron entrar, Denis lo observo y lo llamo.

- Tantos años viviendo en esta casa y no sabes cómo escuchar lo que dicen. –decía en tono de burla Denis.

- ¿Entonces tu sabes y escuchas todas las conversaciones que tenemos con mi padre?

- No me refiero a eso, cerca del estudio de tu padre está tu habitación, por ahì cerca de tu ropero, si retiran un cajón se puede escuchar lo que hablan, eso me lo dijeron las empleadas, aunque solo lo probaron una vez, pero se asustaron y no lo volvieron a hacer. –decía Denis.

- Lo dejare pasar por ahora, entonces que esperamos vamos a ver si funciona.

Ambos jóvenes sacaron el cajón y notaron que tenía una pequeña abertura, se podía escuchar algunos susurros, pero no era tan claro, cuando de pronto Lucrecia entro a la habitación y los observo de forma decepcionada.

- Tan bajo han caído para estar de esta forma.

Denis y Arthur se sorprendieron y no sabían que responder, cuando Lucrecia les dio algo a ambos.

- ¿Esto para qué? –preguntaba Denis.

- Esto lo usan los doctores, entonces con esto escucharemos mejor. –decía Arthur con duda

- Así es joven Arthur, es muy inteligente, le pide al doctor que me los prestara por un momento, ahora que lo tienen me retiro.

Lucrecio se retiró y los dejo solos, Arthur y Denis se dieron cuenta que ahora escuchaban mejor las conversaciones, ambos hicieron silencio y escucharon con mucha atención lo que hablaban.

En el estudio la pequeña aun no decía nada, parecía nerviosa, Micaela mando a que trajeran algunas galletas y jugos.

- Primero come algo, después de comer seguro te sentirás mejor, al menos yo me siento mejor después de comer algo dulce. –decía Micaela con una sonrisa.

La pequeña asintió y probo una galleta, su cara parecía brillar, nunca había probado algo tan delicioso, en ese momento se sentía feliz, pero sin quererlo las lágrimas cayeron.

- Me llamo Elisa, era la hermana mayor, nuestro pueblo es famoso por saber de plantas curativas y tener los mejores herbolarios-decía con lágrimas la niña- ese día era como cualquier otro, me mandaron a un rio a recoger flores, son pocas las flores que crecen hay y solo los más capacitados podemos recogerlas, mi madre me inculco mucho sobre las plantas, solo tenía que ir y volver, pero había muchas de esas flores y pensé que sería mejor recoger muchas y venderlas después, cuando llegue al pueblo me dijeron que unas personas querían comprar muchas plantas, yo pensé que era el mejor momento, corría mi casa y saque las flores que traje y las comencé a procesar, mi hermano estaba feliz de verme regresar, mi padre ayudaba a mamá en la cocina, cuando se escucharon gritos, eso me asusto y mi hermano se puso a llorar, mamá corrió para protegernos y papá fue a ayudar a las personas, nunca me voy a olvidar mientras mamá nos metía en su cuarto un hombre la apuñalo, manchándonos con su sangre, en un último esfuerzo mamá seguía protegiéndonos, no podía reaccionar pero mi hermano intento defender a mamá y sin remordimiento lo apuñalaron, solo tenía 6 años, como pudieron hacer eso...yo no sabía que pasaba....no puedes hacer nada....solo verlos morir... -decía la pequeña mientras lloraba.

Micaela al ver a la pequeña la abrazo e intento consolarla.

- Perdónanos por hacerte recordar esto, ya no digas más si no quieres.

La pequeña negó con su cabeza y abrazo a Micaela.

- Me arrastraron del cabello y me sacaron afuera, no entendía que querían, pero pude ver como mataban a todos sin excepción, no perdonaron ni a los bebes, pensé que moriría, pero mi vecino me salvo y me dio a su hija para que la protegiera, me dijo que huyera lejos con la bebe, que no había salvación para ellos, era verdad todo era tan terrible, muchos cuerpos desmembrados y quemados, corría con la bebe pero de pronto alguien me disparo una flecha, estaba herida y no sabía qué hacer, ellos me estaban siguiendo y pensé en descansar un momento cuando los sentí cerca otra vez escape, pero había olvidado a la bebe, no podía regresar o me matarían, regresar por Isabela me costaría mi vida, tuve que decidir y la deje morir, yo traicione la confianza de su padre, merecía morir, no sé cómo sigo viva, ellos no mataron al bebe directamente, la usaron de cebo, cuanto días tuvo que sufrir, eso es algo que no perdono, todo es mi culpa y..........no sé qué hacer, merecía morir, abandone a una bebe, porque no morí, como puedo seguir viviendo así......

La pequeña seguía llorando y hablando, solo de verla podías sentir su frustración de no poder proteger a la bebe.

- No tienes por qué sentirte mal, inclusive en el campo de batalla pasa lo mismo, no podrás salvar a todos, no te frustres aún, si sigues viva es por algo, deja ir esos pensamientos, solo te hacen mal. –decía el duque seriamente.

La pequeña asintió, se separó del abrazo de Micaela y se limpió sus lágrimas, su rostro parecía más calmado, pero a la vez serio

- Los que nos atacaron, hubo algunos que solo observaban, ellos tenían el color de cabello negro, eran sanadores y no hicieron nada para protegernos. –decía gritando la pequeña.- yo pude escuchar como decían que estaban alegres que muriéramos, sin nosotros ellos tenían todo el camino libre en la medicina, se reían mientras nosotros moríamos, sus malditas sonrisas no se me olvidan, como pueden ser llamados salvadores, después de días nadie vino, no siquiera gente de la capital, fue como si nunca existiéramos, nadie lloro por la muerte de mi pueblo, solo yo llore y cuando no tuve más lagrimas intente escapar, les contaría a todas las personas lo que viví ese día, todo el sufrimiento que me hicieron pasar esos que llaman sanadores, solo si así logro que venguen a mi pueblo. –decia molesta la pequeña.

- No tienes que decir más, es suficiente lo que has contado. –decía el duque

Luz de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora