Parte sin título 109

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Micaela organizo todo en la casa, para recibir a los invitados del duque, fue algo apresurado, pero salió bien, fue una noche muy alegre para todos, el duque después de mucho pudo practicar con su espada con algunos conocidos, Harold también participo, ambos seguían siendo tan buenos como antes, el día fue muy alegre.

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- ¿Quién te dio eso? –preguntaba Denis

- Elisa me lo dio, al parecer le dio uno a Mitzy también, seguro que pronto te dará el tuyo. –Decía Arthur

- De hecho, me lo dio, pero no se parece en nada al mío, seguro que el de Mitzy también es diferente, el tuyo se ve más elaborado. –decía Denis acercándose para quitarle su amuleto a Arthur.

- Te equivocas, es solo como el tuyo, estás viendo mal las cosas. –decía Arthur mientras esquivaba a Denis

- Creo que veo perfectamente bien, y sabes a que me refiero. –decía Denis

- Yo también lo sé, y no te preocupes por nada aún.

Denis solo asintió a los que dijo Arthur

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Mitzy se sentía cansada así que no fue a la casa de Micaela, se fue directo a su cuarto, aunque aún era relativamente temprano las calles estaban muy bulliciosas, como si fuera de mañana, Mitzy evito pasar por esas calles y tomaba atajos, pero fue en uno de esos atajos que se encontró con un señor, Mitzy evito pasar por su costado, pero el hombre se percató de ella y la comenzó a seguir, no sabía que es lo que quería aquel hombre, hasta que le hablo.

- No huyas pequeña, no te hare nada, solo te quiero preguntar una cosa-

- Dígame. –decía Mitzy de manera desconfiada

- Conoces a la duquesa Dafont.

Con escuchar eso Mitzy se sorprendió.

- La conozco, pero ¿Por qué pregunta por ella?

- Eso es bueno, es verdad que el niño que carga es su hijo o es adoptado.

Mitzy arrugo su cara con la pregunta de aquel hombre, es verdad que antes escuchaba esos rumores, pero ahora ese hombre lo repite.

- Si es su verdadero hijo, y en que le afecta a usted. –decía irritada Mitzy

- Es gracioso, nunca pensé que tuviera un hijo, ojalá pudiera regresar el tiempo y volver a estar con ella, ese pudo ser mi hijo.

- ¿Está loco?, quien es usted

- Olvídalo y gracias por responderme, mi nombre es Sebastián, por si te lo preguntas, y además estoy soltero. –decía mientras le besaba la mano a Mitzy

Mitzy no se percató en que momento el hombre se acercó tanto al punto de besarle la mano.

- No te preocupes, no haré nada más, la dejare tranquila por ahora, tienes suerte pequeña, alguien te está cuidando. - decía Sebastián mientras se alejaba

Mitzy no entendía muy bien que pasaba.

- Que hombre más raro, porque siempre atraigo a gente rara. –suspiraba Mitzy mientras iba a su cuarto.

Una vez llego se echó en su cama, Mitzy ni siquiera se cambió y simplemente se acostó así, después de un rato Mitzy se despertó, pero se percató que alguien la tapo con una colcha y le puso unos guantes.

- Esta loco, que necesidad de ponerme guantes, si quieres decirme algo, dímelo de frente, me estoy cansando de este juego. –decía Mitzy enojada.

Sin pensarlo más, Mitzy se sacó los guantes y se cambió de ropa para dormir.

Aunque quizás no se percató, alguien estaba afuera de su ventana, observándola tranquilamente como dormía, sin siquiera poder acercársela, Julio solo dio un fuerte suspiro y luego se retiró de la ventana de Mitzy, se recostó en el techo sujetando en su mano la medalla que gano, aun no tenía el valor de entregárselo a Mitzy y no sabía cómo hacerlo.

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Todos sabemos ese mito, que todos tenemos un alma gemela, aquella persona que nos complementa, que nos apoya, cuando la descubrimos es sentir magia, un gusto muy particular, si encuentras a esa persona no la quieres dejar ir, pero no lo debes comparar con la obsesión, porque solo tu desearas su felicidad, incluso si eso significa que se quede con otro.

Esa alma gemela que muchos buscan el rey la encontró, en una mujer muy peculiar, con algunas pecas y algo torpe, pero muy alegre, aquella que te ayudara a pesar que no tenga nada, una mujer risueña, que a veces incomodaba, el rey cuando la conoció pensó que era alguien tonta, le irritaba verla, pero cuando más la conocía se sentía atraído por ella, el no busco nada con esa mujer, es como si todo fluyera como algo de magia, y sin pensarlo él ya quería casarse con ella, un sentimiento que no podía explicar, el solo decía que sentía amor, un amor que solo se lo conto a Miguel, el único en el que confiaba.

Cuando acabo la guerra el rey ya tenía una posición más estable y era querido por el pueblo, así que decidió proponerle matrimonio a esa mujer risueña, pero le dijeron que desapareció de la nada, mando a que la buscaron, no hubo lugar al que no buscara, lucia muy desencajado, pero un día llego la noticia de que encontraron el cuerpo de la mujer, un gran dolor lo embargo, él no lo podía creer, hasta que vio su cuerpo, pero estaba en un estado muy lamentable, al parecer habían torturado a la mujer.

Después del funeral el rey no volvió a ser el mismo, Miguel a veces lo visitaba, pero no había mucho que hacer, el también conocía a la mujer, aunque no la odiaba tampoco le caía mal, era una mujer con un encanto único, como si fuera de otro mundo, hablando cosas sin sentido a veces.

Mientras el rey estaba sumergido en su depresión, un día salió a cazar y mientras buscaba alguna presa encontró a una mujer lastimada, al verla el rey no lo podía creer, esa mujer era muy parecida a su prometida que murió, Norma, al verla el rey la abrazo y comenzó a llorar.

- Esta viva, sigues viva, no sabes cuánto te espere, te extrañe tanto, no me vuelvas a dejar. –decía el rey con lagrimas

- No te preocupes no te dejare de nuevo, pero podrías ayudarme ahora. –decía...

El rey solo asintió, y se llevó a la mujer y con el tiempo se casó con ella, aunque él sabía que esa mujer no era Norma, aun quería creer que era ella, pero notaba que sus acciones no eran las mismas, su falta de empatía con los demás, pero el solo dejo que ella hiciera lo que quisiera mientras no pase los limites.

Luz de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora