Lucrecia y la jefa de sirvientas asintieron y se retiraron. Luego entro Jhon a la habitación.
- Imagino que estas al tanto de lo que está ocurriendo.
- Así es, algo me dijeron.
- Bueno puedes comenzar con tu nombre.
- Yo me llamo Daniel, mis padres eran sanadores pero lastimosamente ni mi hermana ni yo tenemos el cabello negro, en mi clan por así decirlo a los que no son de utilidad los separan, no éramos los primeros niños que no nacían con cabello negro de los sanadores, a los que nacen así los llevan a otro lugar y los cuidan por separado, a algunos los llegan a vender, nos entrenan para pelear por ellos o para asesinar a quienes consideran enemigos, mi madre se opuso a lo que nos hicieron, pero a mi padre no le importo lo que pasara con nosotros o con mi madre, lo que le obligan a hacer a las mujeres es horrible. –decía Daniel con furia
- Algo me contaron, pero me puedes asegurar que si me opongo a los sanadores recibiré el apoyo de los que son marginados o esclavizados como tú lo fuiste.
- Puedo dar mi palabra y le hare un juramento, cada vez nacemos más que no tenemos el cabello negro, lo que yo viví nadie quiere vivirlo, conozco a esas personas, puedo hablar con ellos, nadie quiere seguir con los sanadores solo unos cuantos.
- Eso es bueno, pero de una vez te digo que no los pienso atacar ahora, tendrán que esperar y no tienes de que preocuparte por tus amigos, encontraremos la forma de protegerlos. –aseguraba el duque
- Se lo agradezco mucho, se lo pagare de alguna forma. –decía Daniel con lágrimas.
- Mientras me des buena información es suficiente, el que vez a mi costado es Jhon, es mi escolta personal, cualquier cosa que necesites se lo puedes decir, espero poder ayudarte y que me ayudes, porque tarde o temprano desapareceré a los sanadores. –decía el duque firmemente.
Mientras Daniel se estaba retirando, dudaba por salir y el duque lo noto.
- Puedes decirme si algo te incomoda.
- Esto...como decirlo, bueno es que cuando nosotros no obedecemos alguna orden nos torturan en una pequeña cabaña alejada.
- Eso sí puede ser útil, algo más.
- En una ocasión me encontré con la señora Micaela, pero no sé si ella me recuerde.
Al escuchar esas palabras el duque puso más atención a lo que decía Daniel.
- Nunca se atrevieron a golpearla, pero si la amarraban por días y no la alimentaban, ella era alguien que peleaba siempre, no le cuento esto de forma casual, es que mientras me torturaban escuche decir entre ellos, que, aunque tenga el cabello negro y no pueda curar quizás sus hijos sean sanadores solo si se acostaba con un sanador.
Daniel dijo esas últimas palabras con duda, pero el duque no reacciono y solo lo despidió.
- Gracias por decirme esto, después te presentare a Micaela.
El duque solo se quedó pensativo en su estudio, tenía que esperar a Micaela para poder contarle lo que sabe.
Mientras tanto Micaela estaba disfrutando de sus compras, cuando se le ocurrió ir a Sunli.
- Tenemos que festejar, vamos a comer cosas deliciosas. –decía Micaela alegremente.
- ¿Pero qué vamos a celebrar? –preguntaba con duda Elisa
- No tengas miedo de preguntar mi pequeña, festejamos que ahora estés con nosotros y también la boda de Ivon.
Ivon se sonrojo de escuchar eso, y Arthur y Denis se sorprendieron, aunque conocían con quien se iba a casar no pensaron que sucedería tan pronto.
- Señora no diga eso, me da vergüenza. –decía Ivon sonrojada
- No te preocupes, tenemos que festejar, por eso vamos a comer algo, después de que te cases te extrañare mucho. –decía Micaela mientras abrazaba a Ivon.
- No se preocupe mi señora, siempre estaré con usted, no me iré de la casa, me quedare con usted.
- Como lo puedes decir de manera tan ligera, cuando te cases tienes que vivir con Jhon y ya no podre verte, también tendrás hijos.
- No se preocupe por eso, viviremos cerca de la casa y Jhon seguirá trabando para el duque y yo seguiré con usted, lo resolveremos, y si tengo un hijo lo llevare a la mansión para que sea un caballero de la familia Sartel. - Decía de forma risueña Ivon.
Micaela también estaba feliz por lo que decía Ivon, le agrada poder hablar con Ivon y le afectaría si se separaran.
- No te preocupes Ivon si tienes un hijo o hija tendrá todo el apoyo de la familia Sartel. –decía Esteban de manera confiada.
Micaela también asintió a lo que dijo su hijo, todos festejaron ese momento, vivir un paso a la vez, al menos eso pensaba Micaela cuando miraba como se desarrollaban las cosas.
Al llegar a la casa el duque recibió a Micaela, Micaela mando a repartir las cosas que compro.
- Micaela, me alegra que vinieras, tenemos a nuevos trabajadores.
Micaela estaba feliz de escuchar esto, el duque los presento a cada uno, pero cuando Micaela vio a Daniel se sentía extraña.
- Yo te he visto en algún lugar, déjame recordar. –decía Micaela
Cuando menos se lo espero Micaela se sintió algo mareada, pero el duque la sostuvo de manera ligera.
- No tienes que hacer ningún esfuerzo, después lo recordaras, por el momento descansa. –decía el duque.
Micaela negó con su cabeza y comenzó a llorar, ella lo recordó, una memoria llego a su cabeza, antes de reencarnar la verdadera Micaela conoció al joven mientras era torturado, al recordar eso Micaela se sintió mal por no poder ayudar al joven antes, se acercó y abrazo al joven sin pensarlo.
- Yo lo lamento tanto, nunca te pude ayudar, ni siquiera ahora, perdóname por todo lo que sufrieron. –decía con lágrimas Micaela
- No llore por mi señora, no me lo merezco, además ahora estoy bien y mi hermana está conmigo, no tiene por qué sentirse mal por nosotros.
Micaela asintió, el duque al ver esta escena se acercó de inmediato y separo a Micaela y la llevo a su cuarto.
- Nosotros nos vamos a descansar, Arthur lleva a tu hermano a dormir, nos vemos mañana. –se despedía el duque
Arthur asintió a lo que dijo su padre, mientras Micaela descansaba en la cama el duque la consoló.
- No tienes que estar triste, todo va a mejorar, los vamos a desaparecer, pero nos va a tomar tiempo. – decía el duque mientras besaba las manos de Micaela.
Micaela asentía, se limpió las lágrimas y abrazo al duque.
- En todo lo que necesites te ayudare, yo también quiero que paguen, por lo que le hicieron a mi hijo y por lo que le hicieron a ese pueblo. –decía Micaela enojada.
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Luz de mi vida
FantasiMicaela era una mujer de 44 años que trabajaba como contadora, estaba casada, ella anhelaba tener hijos, pero eso no sucedía. Hasta que un día recibió la noticia de que estaba embarazada, pero también tenía cáncer, decidió elegir la vida de su hij...