2018
La mañana pasó bastante rápido, como la mayoría de las mañanas para Bianca. Entre informes, llamados telefónicos y la coca light de 600 ml que consumía habitualmente en la oficina. Lucy ya se había resignado en ofrecerle café a media mañana o avisarle que alguno de los del piso había traído algo por su cumpleaños. Ya conocía la sonrisa amable con la que Bianca rechazaba cualquier cosa que implicara sociabilizar.
Siempre se quedaba en su oficina, a menos que alguna reunión la obligara a salir; sólo cuando se hacían las 12:30 tomaba sus anteojos de sol o su paraguas, dependiendo del clima, y salía durante una hora, con su pequeña mochila de neoprene, estampada en colores pasteles, que bien podría pertenecer a una adolescente de secundario. Todos asumían que salía a almorzar; pero sólo le llevaba unos pocos minutos consumir su almuerzo, empaquetado eficientemente por Rosa. Luego se encargaba de cambiarse el calzado, unas cómodas zapatillas Nike prolijamente embolsadas, y se centraba en dar un paseo “sin conexión”, como le había dicho alguna vez a Lucy, para rechazar su invitación a sumarse al grupo del tercero que solía almorzar en la cafetería de la empresa. Disfrutaba caminar por Dardo Rocha; el hipódromo le daba la sensación de haber salido de la ciudad por unos instantes y la música que sonaba en sus auriculares solo alimentaba la ilusión.
Para las 14.30 el quinto piso ya estaba revolucionado, las secretarias imprimían y armaban pedidos de sus jefes, los rumores de la fusión cobraban fuerza y el tocador de damas era cada vez más concurrido. Bianca, en su oficina, ajena al bullicio, terminaba las proyecciones del mes, como si la reunión que se avecinaba fuese de rutina. Hacia un tiempo ya, había desarrollado una gran capacidad para no preocuparse con antelación. Bien sabía ella que cuando la vida quisiera conmocionarte, lo haría sin importar cuanto te hayas preocupado de antemano.
El sonido del teléfono la sacó de su reflexión.
–Señ.. , Bianca, ya es hora de la reunión- dijo Lucy al otro lado del teléfono.–Gracias Lucy, ya voy- le respondió Bianca.
Se levantó de su silla y casi sin pensarlo miro su reflejo en el vidrio. La pollera negra que tapaba sus rodillas estaba un poco arrugada, pero la camisa blanca con un gran volado en el escote se veía bastante mejor; los zapatos negros, con un taco aceptable para mayores de 30, le daban un toque de elegancia, que creyó haber olvidado. Se colocó su pelo rubio, ligeramente ondulado en las puntas, detrás de las orejas, y ese mechón caprichoso que siempre se salía con la suya para quedar sobre su frente, decidió que ese día no sería la excepción. Por un minuto le gustó lo que le devolvía el espejo. No era una modelo, pero las caminatas diarias la ayudaban a mantenerse en forma; ni siquiera intentó girarse, su cola siempre le había parecido demasiado grande. Por suerte su rostro se borroneaba un poco en el vidrio; de no ser así, hubiese tenido que enfrentar su mirada triste por segunda vez en un mismo día.Sacudió la cabeza levemente, en un intento por borrar aquellos pensamientos, se estiró un poco la falda y con su agenda floreada en la mano salió de la oficina.
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Volver a bailar
RomanceDos almas que pisaron el mismo suelo en el pasado sin saberlo, se reencuentran para intentar cicatrizar las heridas de la ausencia de quien supo hacerse amar. Bianca es una joven contadora, que solía amar la danza, pero actualmente, refugiada en su...