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1998
Benja terminaba de rendir el último final del año. Había aprobado todas las materias de su primer año y se sentía eufórico. Tenía que festejarlo. Tomó su Nokia, buscó en la libreta y llamó. 
– ¡Hola Tincho, aprobé! – Martin le respondió con una genuina alegría – ¡Vamos! ¿Dónde festejamos? – 
-No sé, el que siempre tiene el dato sos vos, amigo – 
-Dame unas horas y te consigo la mejor fiesta, nos vemos a las 9 en tu casa.-
-Dale, te espero.-
A las 9 en punto, Martin entraba en el departamento de Benja, hacía un tiempo que contaba con la llave. 
–Eh, ingeniero- le dijo al verlo y lo abrazó. 
–No, boludo, no me quemes, todavía me falta mucho más de la mitad- respondió Benja en tono de burlón. 
– ¿Tenés hambre? Acá solo hay sobras, como sabes, pero si querés pedimos algo.-
Compartieron unas empanadas de jamón y queso con una cerveza, relajados en el balcón. Charlaban de todo, se entendían, se podían decir la verdad y eso era lo que más valoraban de su amistad. 
Salieron cerca de las 12 para el CASI, habían escuchado de un fiesta en ese club de rugby de la zona norte de Buenos Aires y el resto de los chicos del equipó también iría. La noche era agradable, esas noches cálidas que te regala noviembre, como un anticipo de la estación por llegar. Luego de dar varias vueltas lograron estacionar y entraron al club, donde la música retumbaba en las canchas. Una multitud distribuida en pequeños grupos, bebía cerveza caliente en vasos de plástico, y lo disfrutaban. Adolescentes escandalosas luciendo sus mejores atuendos cuchicheaban en grupos disparando miradas hacía todos lados. Algún joven pasado de copas intentaba iniciar una pelea, con quien se le pusiera en frente. Martin y Benja, divisaron a sus amigos sentados en el respaldo de un banco y fueron a saludarlos. La charla oscilaba entre burlas, rugby y mujeres. Como en un carrusel, los temas, se repetían casi cronométricamente.
Al otro lado de la cancha, una Bianca nerviosa, cuestionándose si aquella falda que había escogido era demasiado corta o si los tacones resultaban adecuados para ese terreno que debía atravesar, escuchaba como sus amigas, en su primera vez en una fiesta, planeaban estrategias, la mayoría dignas de una película como misión imposible, para hablar con los chicos que las desvelaban por las noches. 
Con los pies doloridos y unas ganas imperiosas de ir al baño, producto del vaso de Seven Up gigante que se había tomado, le pidió a Laura, una de sus mejores amigas que la acompañe. Guiada por ella a través de la gente, llegaron a un baño repleto, en el cual tuvo que hacer 10 minutos de cola. Cuando por fin puedo completar su necesitada evacuación vesical, se lavó las manos, como pudo con el escaso hilo de agua que emitía la canilla e intentó encontrar a Laura. Sus intentos resultaron inútiles, no sólo porque no veía muy bien de lejos, sino porque le parecía que cada vez había más gente. 
Salió entonces nuevamente al patio y cuando se disponía a encaminarse con paso firme hacia el lugar donde recordaba a sus amigas, un joven de gran tamaño, que gesticulaba con exageración la empujó con su espalda, sin apenas percibirlo. Bianca estuvo a punto de caer, pero alguien la sujeto por la cintura. Un poco aturdida todavía, se giró y se encontró con unos ojos verdes de pintitas amarillas que le daban marco a una gran sonrisa. 
-¿Estás bien? – le preguntó Martin, aun sin dejar se sostenerla. 
– Bianca, un poco sonrojada, asintió con la cabeza. 
-¿Estás sola? – Bianca desorientada, negó nuevamente con la cabeza.
- ¿Querés que te acompañe hasta que veas a quien te acompaña? – le volvió a preguntar Martin, un poco hipnotizado, por la joven de cabello rubio y grandes ojos castaños, dueña de una belleza que parecía desconocer. Bianca se obligó a si misma a emitir alguna palabra. 
–Gracias, - dijo por fin- mis amigas están por ella. – Intentó irse, pero la mano firme de Martin aún la sostenía. 
–Mmm. Creo que me tendrías que soltar para que pueda volver.- le dijo con la inocencia propia de su edad. Ambos sonrieron.
-Si, si claro, - le respondió Martin soltándola lentamente. 
-¿No queres tomar algo conmigo antes? – le soltó, sorprendiéndose a sí mismo. 
-¿Cómo?- dijo Bianca aún más sonrojada que cuando casi se caía.
– ¿Si te puedo invitar a tomar algo?- le dijo casi susurrando en su oído. Bianca se sentía como si mil mariposas revolotearan en su estómago. Que un chico tan hermoso, más grande que ella y con una voz que le había llegado hasta el tuétano, le estuviera invitando un trago en su primer fiesta, era mucho más de lo que había fantaseado el mes previo a que llegara la ansiada fecha. 
–Bueno- dijo con apenas un hilo de voz, a lo que Martin respondió aumentado el tamaño de su sonrisa. –Pero, les voy a avisar a mis amigas, primero.- 
-Dale, te espero en aquel cantero.- le dijo Martin señalando un espacio libre, apenas alejado.
Bianca, como una niña a la que le acaban de regalar un dulce, prácticamente corrió al encuentro de sus amigas. Y un Martin sorprendido por lo linda que le parecía esa chica, fue en busca de más vasos plásticos.

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