2018
Martin estaba satisfecho con el inicio de su semana. Luego de haber salido a correr por las calles de Belgrano, se había duchado y con su café doble sin azúcar sobre el desayunador de su departamento, ultimó los detalles para la reunión que tenía esa tarde.
Cuando la consultora para la que trabajaba iniciaba un nuevo proyecto, el equipo tenía la mañana libre para completar la planificación y solían encontrase apenas unos minutos antes de la hora pactada, en la puerta de la empresa a la que auditarían. Esta vez debía ir hasta San isidro, prefería que le hubiese tocado una de la capital, así no tenía que ir en auto, pero tampoco estaba mal cambiar un poco la rutina.
Normalmente cada proyecto duraba alrededor de 2 meses. Estudiaban el pedido, planificaban la mejor manera de estudiar a la compañía desde adentro, pasaban un mes o un mes y medio conviviendo con los empleados y elaboraban un informe muy detallado, repleto de estadísticas y probabilidades para sugerir lo más conveniente para la empresa. Hasta ahí llegaba su trabajo. Nunca se quedaba mucho en el mismo lugar; sus compañeros de equipo solían rotar y cuando comenzaba a sentirse abrumado por la rutina, sabía que en pocas semanas iniciaría en un nuevo lugar. Así funcionaban las cosas para él. Había intentado asentarse, formar una familia y echar raíces, pero no había resultado como lo había imaginado. A veces lo atribuía a su juventud, otras a su pareja, pero la realidad era que por fin había dejado de darle vueltas y se había convencido de que esta era la mejor vida que podía tener.
A las 14:30 en punto divisó a sus compañeros en la puerta de Krea. Pablo y Federico, más o menos de su edad, compartían su gusto por el rugby y siempre tenían tema de conversación. Hasta habían salido juntos algún que otro sábado y no recordaba haberlo pasado mal. Maggie y Celeste en cambio, eran bastante pedantes. Solían despertar bastante desagrado en las empresas en las que ingresaban. Nunca supo bien si era por sus cuerpos tan perfectamente cuidados o por sus gestos de superioridad innatos. La verdad era que cuando le tocaba con ellas, hacía lo imposible por ubicarlas con hombres y de ser posible entrados en años. Las pocas veces que había estado en sectores femeninos la cosa no había terminado bien.
Llegó hasta el grupo que charlaba animadamente y chocó las manos de sus compañeros.
–Hey, Martin, tanto tiempos sin trabajar juntos- exclamó Pablo.
Y mientras les daba un beso en la mejilla a las chicas del equipo, le respondió
– Si, la verdad, creo que desde el año pasado-.
En ese momento se les acercó Antonio, el gerente de la consultora que solía acompañarlos en la primera reunión. Antonio era un hombre de unos 60 años que había trabajado en la consultora desde sus inicios, se jactaba de haber sido quien la posicionó entre las mejores del país. Era amable, aunque un poco engreído y solía acaparar las conversaciones con sus historias y anécdotas. Pero era muy hábil en las presentaciones, y casi siempre lograba hacer que el equipo sea bienvenido en la empresa a la que ingresaba.
Luego de intercambiar unas palabras intrascendentes ingresaron al edificio. La reunión se llevaría a cabo en el noveno piso, según les habían informado, pero cuando se disponían a subir al ascensor, el celular de Martin comenzó a sonar. Al ver en la pantalla el nombre de Carolina decidió que sería mejor atender y con un gesto le indico al resto del grupo que se adelantara.-Hola Martin- dijo la voz de su ex mujer al otro lado del teléfono
- Te estoy tratando de hablar desde ayer- y sin esperar la respuesta continuó
– Necesito que mañana te quedes con Paula, yo tengo muchas cosas que hacer y no voy a llegar a buscarla al colegio, ni se si voy a llegar a buscarla para que pase la noche en casa- soltó las palabras con una dejo de fastidio.
– No hay problema Carolina- respondió Martin.
–Bueno pero no llegues tarde, sabes que odia esperar en la puerta del colegio-. Martin sin querer prolongar la conversación le dijo
– Si, ya sé, no te preocupes, te dejo que tengo que entrar a una reunión.- y sin esperar la respuesta colgó el celular.Nunca le molestaba pasar tiempo con su hija, Paula era una adolescente adorable e inteligente. Había sobrevivido a los eternos desacuerdos de sus padres, demasiado jóvenes, que muchas veces olvidaban que estaba presente y se decían las cosas más hirientes. Cuando por fin tomaron la decisión de separarse Paula estaba en séptimo grado y aunque al principio Carolina hizo lo imposible por separarlos, Martin había exprimido hasta el último minuto para que sea Paula quien pidiera verlo, y hoy, cinco años después, por fin tenían organizados los horarios. Los martes y jueves, y un fin de semana por medio Paula se quedaba con él.
El retraso por el llamado lo obligó a subir en otro ascensor, se encontraba inmerso en sus pensamientos cuando las puertas se abrieron y una chica de pelo rubio y ojos hermosos, que lo transportaron a una época que creía olvidada, lo miró con cierto desconcierto. Rápidamente apartó la vista, subió y se dio la vuelta, para alegría de Martín a quien no le pareció nada mal la vista. Entonces unas voces solicitaron que frenaran el ascensor y cuando lo hizo, la mano de la joven se posó sobre la de él. El suave tacto de la chica le gustó, pero al ver la alianza en su dedo anular, como un instinto de supervivencia, su cuerpo lo obligó a retirarse lo más rápido posible. Sin embargo pensó que mirar no estaba prohibido, y dedicó los pisos que quedaban a estudiar a la joven.
Cuando bajó del ascensor ya sabía su nombre y presumía que algo no muy agradable le había sucedido en el último tiempo.
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Volver a bailar
RomanceDos almas que pisaron el mismo suelo en el pasado sin saberlo, se reencuentran para intentar cicatrizar las heridas de la ausencia de quien supo hacerse amar. Bianca es una joven contadora, que solía amar la danza, pero actualmente, refugiada en su...