1998
Martin consiguió a fuerza de maña surcar la decena de brazos que intentaban adquirir bebidas y se alejaba de la barra improvisada con un par de mesas del buffet, satisfecho, cargando dos vasos de cerveza. Aquella chica, que parecía recién llegada a la adultez, lo había conmovido. La había seguido con la vista mientras seguía a la otra, de su misma edad, pero en apariencia un poco más segura de sí misma. Había apreciado sus pasos imprecisos sobre unos altos tacones, la minifalda, justo en el límite de lo prohibido y los rizos rubios cayendo sobre su campera de jean. Pero nada de eso le ganaba a su rostro, aun sin haberla visto sonreír, intuía que su sonrisa sería hermosa. Cuando aquel grandote borracho casi la tira al suelo, casi instintivamente, como si sólo de él dependiera, fue a su encuentro.
Perdido en sus pensamiento estaba cuando… –Tincho, vení, es Benja- lo sorprendió Agustín, uno de los compañeros del equipo, con los ojos desorbitados. Sin escuchar más, apoyó ambos vasos sobre una silla y lo siguió a toda velocidad.
Bianca les contó, de la manera más resumida que pudo, lo ocurrido en su ausencia a sus amigas. Eufóricas, todas gritaban y daban pequeños saltitos en el aire. – ¡Andá Bía!- - ¡Sí, chapatelo! - - Aguante Bía, si es tan potro como decís ¡trata de que te pida el teléfono! – Todas opinaban y a Bianca la vergüenza la estaba matando. –¡Shh.. Basta, a ver si las escucha!- Les dijo en un grito ahogado. –Sí, sí, tiene razón. ¿Cómo se llama?- preguntó una de la chicas. Y Bianca abrió los ojos como dos huevos. –Ay, no sé. Chicas, ni siquiera se su nombre, es una locura, mejor no voy.-
-Bianca Navarro, si vos no llegas a ir, no te podes quedar más a dormir en casa por… un año.- soltó Laura. Y todas estallaron en carcajadas. –Bueno, está bien, pero ni se les ocurra mirar. Nos encontramos acá en… ¿una hora? - dijo dubitativa - ¡Mejor dos, y aprovechalas al máximo! –sentenció Laura. Y Bianca, con sus manos sudorosas y temblando como una hoja, caminó hacia el lugar pactado.
Benja estaba sentado sobre el cordón de la vereda, con su cabeza entre las piernas. Ocultaba sus ojos desbordados de lágrimas. Martin se agachó a su altura y lo abrazó. –Vamos, salimos para Rosario, esta misma noche.- se limitó a decir. Entonces, como si estuviera bajo los efectos de una hipnosis, Benja siguió a la persona en la que más confiaba hasta el auto.
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Volver a bailar
RomanceDos almas que pisaron el mismo suelo en el pasado sin saberlo, se reencuentran para intentar cicatrizar las heridas de la ausencia de quien supo hacerse amar. Bianca es una joven contadora, que solía amar la danza, pero actualmente, refugiada en su...