Septiembre 2015
Jamás olvidaría aquella madrugada. Luego de una jornada larguísima de trabajo Martin se había preparado una rica cena. Luego de ver un episodio de House of cards en la nueva plataforma tan famosa por esos tiempos, se disponía a dormir sin despertador.
Cuando a las 5 de la mañana su teléfono comenzó a sonar con insistencia y el visor mostraba una llamada desde Buenos Aires, supo que algo andaba mal.
Tomas, el hermano de Benjamin, con la voz entrecortada por un estrepitoso llanto, le anunció lo que su mente no podía procesar. En el borde de su cama, con las luces de la dormida Madrid colándose por la ventana, el pecho se le cerró y la adolescencia lo bañó como una lluvia de agua helada, alcanzando los más escondidos lugares de su mente. Su amigo, su compañero de ruta, la persona que más lo había conocido en el mundo, se había ido, para siempre.
Anonadado por la terrible noticia, hizo lo que siempre había sabido hacer: actuar. Tomó el próximo vuelo a Buenos Aires, con una pequeña valija con lo mínimo que necesitaría, y con la dirección del lugar donde se llevaría a cabo el entierro. En compañía de su hija adolescente, emprendió un viaje que jamás hubiese querido hacer.
En las 13 horas que duró el vuelo, mil preguntas surgieron en su mente. Sabía que había sido un accidente, sabía que había sido en su barco. ¡Qué ironía del destino! pensó. Pero, ¿qué había pasado? ¿Cómo estaría su mujer? ¿y el bebe? No podía creer que nunca la había conocido. Sentía que había desperdiciado los últimos dos años de su vida. También recordó la última vez que se habían visto. El aeropuerto, ese abrazo y no pudo evitar sentir que aún les quedaba tanto por compartir.
No podía esperar para abrazar a su madre, ni siquiera quería imaginar lo que estaría sintiendo. Le reconfortaba pensar que se había reencontrado con su padre. No sabía fehacientemente si eso había ocurrido, pero elegía creer que sí.
Con la mente hecha un remolino llegó al cementerio de Pilar, donde los padres de Bi, habían arreglado el funeral. Reconoció a Lautaro, cerca de una pareja sexagenaria que asumió serían sus padres. Cerca de ellos, un Tomas destrozado abrazaba a su madre, quien parecía en otra dimensión. La mirada perdida en el horizonte lejano, los ojos hinchados que parecían haberse secado de tanto llorar. Se apresuró a su encuentro y la sintió desarmarse en sus brazos, Paula lo acompañaba, vestida con un corto vestido negro y un par de zapatillas acordonadas, se arrojó a los brazos de Tomas y lloró como la niña que era. El joven hizo lo mismo.
Era el momento más triste de su vida, todos los chicos del club estaban allí, no había quien pudiera decir algo malo de Benjamin. Había sido un gran chico. Se enteró que su mujer estaba internada. Estaba en terapia intensiva bajo un coma inducido. Había perdido su embarazo, estaba muy golpeada pero su vida ya no corría peligro. Pensó en ir a verla, pero no sabría que decirle. Por el momento se dedicó a acompañar a la familia de Benjamin.
Se quedó 15 días, alternando Rosario con Buenos Aires. Completó trámites, los ayudó con los seguros por cobrar, fue al peritaje del velero para evitarles el dolor a su madre y su hermano.
En ese tiempo compartió varios cafés con Lautaro. Le pareció un chico agradable, estaba muy preocupado por su hermana, ya la habían sacado de la terapia pero se negaba a hablar o comer.
Una tarde, cuando estaba próximo a regresar a España, se acercó hasta la clínica en la que se encontraba Bi internada. No sabía ni su apellido, se adentró por los pasillos y en el piso de clínica médica preguntó con mirada persuasiva a una enfermera por la chica del accidente. Cuando le indicaron la habitación se acercó a la puerta. Sobre la cama de espaldas a él se encontraba una chica de ondulado pelo rubio. Su brazo apoyado del lado que podía ver, tenía varias cortes en forma circular. La imagino en el barco, con una soga enrollada en su brazo y pudo sentir el dolor. La joven se inclinó levemente y pudo ver su perfil. Los ojos marrones parecían grandes pero un gran hematoma entre violáceo y amarillento cubría su mejilla. La vio llorar y sintió que el pecho le iba a explotar. ¿Qué consuelo podía él darle a aquella joven que lo había perdido todo?
En ese momento un médico se acercó a la habitación.
–Disculpe, no puede estar acá, señor, ya se terminó el horario de visitas. – Martin se disculpó y con paso lento se dirigió al ascensor.
Nunca tuvo la suficiente valentía como para volver a buscarla, su vida estaría marcada por esa imagen. A lo mejor algún día, reuniría el valor suficiente y encontraría la forma de ayudarla, pensó, por ahora su alma estaba tan rota que apenas podía recoger los pedazos e intentar rearmarse a sí mismo.
Solo de una cosa estaba seguro, no volvería sentir que había perdido años, había llegado el momento de regresar a Buenos Aires y disfrutar de sus seres queridos, como un golpe en el medio de la cara, la vida se estaba encargando de demostrárselo.
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Volver a bailar
RomanceDos almas que pisaron el mismo suelo en el pasado sin saberlo, se reencuentran para intentar cicatrizar las heridas de la ausencia de quien supo hacerse amar. Bianca es una joven contadora, que solía amar la danza, pero actualmente, refugiada en su...