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2018

Alrededor de las cuatro de la tarde Lucy entró a la oficina y tomó la cartera de Bianca del sillón. Martin, que todavía estaba disgustado por el incidente de la mañana, se había pasado el día tratando de descifrar quién podría haber sido el autor de la venta de los diseños. Tenía que ser alguien de la empresa, alguien que supiera que Bianca los había entregado, pero por qué. Era cierto que Bianca llevaba muchos años en la empresa y tenía un cargo jerárquico, pero en el mes que había pasado en la empresa, había comprobado que era una buena persona. Todos la apreciaban y si bien era solitaria, saludaba a todos con afecto e intentaba que los que trabajaran con ella se sintieran a gusto. Bueno, todos menos él, y sin embargo, en sus intentos por evitarlo se había convertido en el motivo por el que quería ir a la oficina cada día. 

Besarla había sido mejor de lo que imaginaba. Se había vuelto a sentir un adolescente hechizado por un par de labios carnosos. Sentirla tan cerca lo había encendido. Sus manos aún podían sentirla, entregada y gustosa. Pero, se había escapado. Seguro por su marido, pensó. Y una pizca de celos envidiaron al hombre que podía poseer esos labios cada noche. 

-¿Qué vas a hacer con eso?- le preguntó a Lucy. 

–Se la tengo que mandar a la Señorita Bianca a su departamento, aparentemente no se sentía muy bien y se la olvidó.- Martín puso una mueca de desagrado y emitió un pequeño bufido. 

– No se sentía bien, ah. Qué mande al marido a buscarle la cartera, ¿por qué tenes que ir vos?- dijo sin pesarlo, motivado por los celos que habían despertado en él. 

Lucy se quedó petrificada, abrió los ojos en señal de sorpresa y en un tono bajo le soltó. 

–La señorita Bianca no tiene marido. Hace tres años falleció. Ella es viuda.- Martin sintió que el piso a sus pies se desmoronaba. Su rostro se dibujó de arrepentimiento. ¿Cómo nadie le había dicho? Ahora entendía la oscuridad en los ojos de Bianca al nombrarlo. Se levantó de su silla y sacándole la cartera de las manos a Lucy, le dijo 

–Dejá, yo se la llevó. Pasame la dirección, por favor.- La seguridad con la que lo dijo y sus movimientos certeros no le dieron opción a Lucy, quien tomó su celular y mientras Martin bajaba en el ascensor, le envió la dirección de su jefa. 

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