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2018

Las semanas habían comenzado a ser un poco menos estresantes. Bianca había comenzado a adaptarse a  la presencia de Martin en la oficina. Si bien todavía debía controlar sus nervios al verlo, intentaba enfocarse en su trabajo. Algunos días se cruzaban apenas porque sus reuniones los alejaban y la silla vacía comenzaba a molestarles más de lo que debería. No eran raros los llamados al celular de Martin, en los que alguna chica aparecía con su mejor fotografía en la pantalla. La faceta de don juan le molestaba bastante a Bianca, aunque aún no podía entender el por qué. 

Matías había visitado más de lo habitual la oficina. Siempre mostrándose alegre y risueño, buscando la más mínima ocasión para generar contacto físico con Bianca. Molesta, ella intentaba encontrar excusas para abandonar la oficina al poco tiempo de que el entrara. 

-¡Qué buen culo que tiene, lástima que sea tan amarga!- le había comentado a Martin en alguna ocasión, en la que Bianca se escabullía con alguna reunión inventada. A Martin, no sólo le molestaba, si no que ya había comenzado a caerle pésimo Matías. Era creído, charlatán, le encantaba desprestigiar a las mujeres y no podía creer ni una de las palabras que pronunciaba. Si algo había aprendido con los años, era a leer a las personas y algo en Matías no terminaba de convencerlo.

Un jueves, de los primeros días de noviembre, sonó el celular de Martin. La foto de Paula, con una vincha rosa, la piel bronceada y el mar de fondo apareció en la pantalla.

–Hola hermosa. ¿Cómo estás? – la atendió Martin sonriendo. Si había un momento en que a Bianca lo encontraba particularmente bello, era cuando hablaba de su hija. 

La conversación parecía un monólogo de Paula, y a medida que avanzaba, la cara de Martin se iba poniendo más seria. Bianca, desde su silla, podía escuchar perfectamente lo que la adolescente planteaba desde el otro del teléfono. Cuando finalmente, pareció satisfecha con sus argumentos, Martin se dispuso a hablar. 

–Entiendo, hija, pero ya lo hablamos, yo no puedo, estoy con mucho trabajo.- Paula, no lo dejó continuar, simplemente colgó la comunicación. Un Martin un poco agobiado, se recostó en la silla y emitió un largo suspiro. Al levantar la vista pudo ver la cara de reproche de Bianca, quien tenía la mirada clavada en él. 

-¿Qué? – le preguntó un poco indignado.  

–Mmm.. ¿ en serio querés que te diga? – le repreguntó Bianca, que ahora se había inclinado, también sobre el respaldo. 

Era mi hija –

Si, escuché.-

Yo no puedo ir ahora-

¿Por qué?

¿Cómo que por qué? A lo mejor no parece, pero estoy trabajando.-

¿Cuánto de lo que vas hacer las…- miró su reloj y continuó-2 horas que quedan, no puede esperar a mañana?-

Martín arqueó ambas cejas en señal de sorpresa y Bianca, inclinándose un poco sobre el escritorio continúo.

-Si no escuché mal, tu hija tiene una fiesta de egresados y no tiene que ponerse – Martin intentó hablar, pero Bianca lo detuvo con un gesto de su mano y continuó.

- Ya sé que debe tener el placard lleno de ropa, pero para esta fiesta, siente que nada le queda bien. Parece tonto, pero a esa edad, las fiestas de egresados son una gran  oportunidad. Seguro sabe que va estar el chico que le gusta y quiere sentirse la más linda de la noche.- otra vez Martin quiso hablar, pero Bianca volvió a detenerlo.

- Sí,  lamento informarte que debe haber más de un chico que le guste. Pero volvamos a lo importante. Creo que lo mejor que podes hacer es pasarla a buscar, llevarla al Unicenter para que recorra cincuenta locales y casi nada le guste, sentarte paciente en los cómodos sillones cercanos al probador y verla desfilar. Para que finalmente compartan un rico helado y cuando estén volviendo en el auto, las inseguridades propias de la adolescencia le hagan decirte que no le gustó lo que se compró.- Martin insistió en hablar una tercera vez, pero Bianca tampoco lo dejo –Pero… cuando el sábado se vea frente al espejo y sonría, se va acordar de la persona que la acompañó a elegir ese atuendo y te aseguró que va a estar muy feliz.- Entonces sí dejó de hablar, pero Martin ya no sabía que decir. Bianca volvió a mirar su reloj y tomando el brazo de Martin sobre el escritorio le dijo 

– Dale, andá, que si dejas pasar más tiempo se va llenar el shopping y me vas a odiar en serio.- Martin sonrió  y comenzó a juntar sus cosas, le agradeció mientras lo hacía y cuando por fin estuvo listo, caminó hacia la puerta. Pero a mitad de camino giró sobre sí mismo y se acercó a Bianca, quien estaba de espaldas luciendo una sonrisa de satisfacción. Acercó su boca a su oído y le dijo 

–Nunca podría odiarte.- y sin más salió de la oficina. 

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