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Septiembre 2015

Todo estaba listo, Bianca había preparado su mochila con una muda de ropa, y la canasta con el mate, los sándwiches, las facturas y unos chocolates. Según Benja, en el velero ya había bebida y café. Aunque despertarse a las cinco de la mañana no le había hecho mucha gracia, allí estaba lista para acompañarlo. Él ya había hecho varios viajes desde la flamante adquisición, uno con su instructor y algunos con su hermano Tomas. Bianca había dejado de lado su recelo con respecto a la embarcación y decidió que era momento de vencer sus miedos y acompañarlo. En definitiva siempre había sido su pasión, y si bien últimamente era un tema de discusión, había trabajado tanto para conseguirlo que ella quería apoyarlo. 

Terminaron de cargar el auto y llegaron al muelle alrededor de las 5:45. Benja se dispuso a entregar los permisos e informar su travesía mientras Bianca miraba el pequeño oleaje del río contra las paredes del amarradero. El río de la Plata era tan ancho que solo los días de mucha claridad se podía ver el otro lado. La idea era llegar a Uruguay para pasar la noche allí y regresar al otro día. Una leve brisa dibujaba contornos zigzagueantes en la superficie de agua, otros veleros amarrados ansiaban los inminentes rayos del sol y las hojas de los árboles de la costa de Olivos danzaban alegres al compás del viento. Bianca puso ambas manos sobre su vientre, que albergaba al pequeño bebe que hacía siete meses la acompañaba y lo sintió moverse. 

-¡Vamos Bi, ya está todo listo!- dijo Benja, luego colocó sus manos sobre las de Bianca y continúo:
–Vamos hijo, este será tu primer viaje en barco.- y juntos fueron hasta el velero. 

Ya llevaban un par de horas de navegación, Benja lo hacía muy bien. Para Bianca era hermoso verlo disfrutar tanto, a pesar de que el movimiento del barco le resultaba incómodo, se centraba en la felicidad de su marido y buscaba un punto fijo en el horizonte, como le habían recomendado. 

–Vamos a quedarnos un rato acá, ¿te gusta?- le dijo Benja preparando el ancla.
La mañana era preciosa, la temperatura ideal, estaban en el medio del río, relajados en la cubierta disfrutando del sol.

-¿Qué novedades hay de la oficina, Bi? –le preguntó Benja mientras tomaba asiento a su lado. 

–Nada, no puedo creer que me estén haciendo algo así. No se me ocurre quien puede querer que me culpen de la filtración de la información. Apenas llevo unos meses como gerenta y ya me quieren serruchar el piso – le respondió Bianca, con la misma indignación que sentía desde hacía una semana, cuando la habían acusado de vender los prototipos, a los que unos pocos empleados tenían acceso. 

–Tranquila amor, se va a aclarar. Sos la persona más honesta que conozco, no entiendo quién puede desconfiar de vos.- y la besó con dulzura para zanjar el tema, que tan mal la ponía. Bianca volvió a sonreír y continuó cebando mate.

-Ah, me olvidé de contarte.-le dijo Bianca volviendo a su tono habitual
- Ayer llegó un paquete de España. –

–Seguro es de Tincho, a lo mejor se acordó del regalo de casamiento. - le respondió Benja. 

–Al final, es muy loco, que nunca lo haya conocido, es casi tu alma gemela.- señaló Bianca.
Benja se encogió de hombros. 

– El destino tiene sus trucos. Nunca te conté, pero sabías que Lauti te había arreglado la cita con él.- le confesó.
Bianca lo miró sorprendida.

 -¿Con Tincho? ¿En serio? y ¿Qué pasó? ¿Tan fea le parecía? – Benja se rió y acarició su mejilla. 

–Nooo, ni siquiera te conocíamos, y menos mal, si te hubiese visto, no me dejaba ir.- dijo so riendo. Bianca sonrió y negó con la cabeza. 

-¿Y qué pasó? ¿Por qué no vino? – Benja acomodó su cabeza sobre el vientre de Bianca y le respondió. 

–Tincho ya se iba a España, ya te conté la historia con su ex y el nacimiento de Paula, era el momento de volver a empezar para él y yo llevaba demasiado tiempo solo. No es que no tuviera mis alegrías – dijo en tono jocoso.
Bianca puso los ojos en blanco y le dio una pequeña palmada a modo de reto. 

– En fin, -continúo Benja – le pareció ridículo conocer a alguien para irse en dos días y a mí me había caído bien tu hermano, así que fui yo. Y… ¡acá nos tenés!- Dijo, atrayendo su cara para besarla nuevamente. 

–Después le pasó lo que muchos. No es tan fácil volver, el trabajo, Paula, el dinero. Mi vida también cambió.- dijo acariciando la curvatura del embarazo. 

–Iba a venir unos meses después del casamiento, pero cuando le conté que estábamos embarazados cambió el pasaje para la fecha de parto. Es un gran tipo Tincho, te va a caer muy bien. – agregó
Bianca acarició su pelo con ternura y volvió a mirar el horizonte.

Así permanecieron unas horas, charlando y haciéndose mimos, hasta que la brisa comenzó a sentirse con más intensidad, algunas nubes, no del todo blancas, se asomaban tímidas a lo lejos y un llamado desde la cabina los alertó.  Benja  se alejó para hablar por el radio mientras Bianca recogía las cosas en la cubierta. 

–Hay un alerta de tormenta, creo que va a ser mejor que no sigamos hasta Uruguay.- le informó Benja.

-¿De tormenta? Pero no anunciaban nada.- respondió Bianca mientras le entregaba la canasta. 

–Sí, no sé, a lo mejor no es nada, pero prefiero volver. -
Bianca asintió y lo ayudó a entrar las cosas de la cubierta como Benja le indicaba. Tenía que reconocer que habían pasado una mañana hermosa. Siempre disfrutaba de su humor, sus caricias y haberlo visto manejar sogas y velas con tanta pericia la había llenado de orgullo. Saber que su sueño se había cumplido, la ponía feliz y a juzgar por los movimientos que sentía en su vientre no era la única.

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