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2018

Bianca apenas había podido concentrarse en la reunión. No paraba de preguntarse por qué se había comportado de aquella manera. Ella no era así, o al menos no era así desde hacía un tiempo ya. No recordaba lo que era seducir y menos a alguien del trabajo. ¿Acaso eso es lo que había intentado hacer? 

Intentó no pensar más en el asunto. Completó la rutina de los días lunes. Se duchó, cenó lo que Rosa amablemente le había dejado preparado y a las 21:30, en la pantalla de su Iphone, apareció esa foto de su madre que tanto le gustaba.

-Hola Ma- dijo mientras se recostaba en el sillón. .Hola Bianc, ¿Qué tal tu día?  – Mmm..- murmuró, mientras decidía hasta donde contarle de ese lunes tan raro- Creo que en líneas generales bien.- dijo finalmente. Y se embarcaron en esa conversación de cada día que contenía muchas anécdotas triviales de su madre, sus amigas, algún vecino y hasta algo que había hecho su padre y apenas algunos monosílabos y onomatopeyas por parte de Bianca. Pero a ambas las reconfortaba. A Bianca la devolvía al hermoso placer de ser hija y  su madre se sentía un poco más cerca, aunque lo que más deseaba era volver a sentirla feliz.

Los padres de Bianca vivían, desde hacía 5 años, en un barrio cerrado de Pilar. Su padre, médico de profesión, ya jubilado, conservaba un consultorio en su clínica privada, donde se limitaba a atender una vez por semana. Su madre, quien había sido profesora de matemáticas mucho tiempo atrás, se había centrado en ocuparse de Bianca y su hermano casi desde que ellos podían recordarlo.

Ambos hermanos habían pasado muy buenos momentos en familia, apreciaban los almuerzos dominicales y las escapadas a Pinamar que hacían una o dos veces al año en algunos feriados. Aunque a Lautaro, el hermano menor de Bianca, se le hacía cada vez más difícil encontrar un hueco en su apretada agenda. Había seguido los pasos de su padre y trabaja en su clínica, mientras realizaba su segunda residencia. Tenía una vida social muy activa y disfrutaba mucho de hacer deporte. Sin embargo, desde hacía tres años, se hacía un lugar para, cada jueves al mediodía, acompañar a Bianca a almorzar, a veces solo y a veces se les unía su novia, Clara, una chica agradable de voz suave, baja estatura, delgada y con pelo corto, que usaba unos grandes anteojos que enmarcaban su mirada empática. “La más centrada de todas sus novias” según Bianca. 

Era una familia muy unida que le había dado y le seguía dando a Bianca una caricia en medio de tanto dolor.

-Te esperamos el domingo. ¿Vas a venir, no? – dijo su madre antes de cortar – Si mamá, ya te dije que sí, lo paso a buscar a Lauti por la guardia y vamos juntos- le respondió y colgó la comunicación.

Esa noche no podía decidir que vestiría al día siguiente. ¿Qué le pasaba? ¿Desde cuándo le importaba lucir bien? Prefirió no seguir por ese camino, tomó unos jeans oscuros de Vitamina y una camisa celeste de Paula Cahen D'anvers y las dejó en el sillón de su habitación. Se cepilló los dientes, se puso crema en la cara e intentó dormirse.

La mañana siguiente, el reloj de su auto marcó las 07:08 al encenderlo. Entró al edificio de Krea, luego de saludar a Raúl, tomó el ascensor y al llegar a su piso no vio a Lucy.  Será muy temprano, pensó, pero ya en el pasillo escuchó las risas. En su oficina, nuevamente sentado en su silla, y conversando animadamente con Lucy, estaba Martin.

-Buenos días- dijo este al verla. Lucy se dio vuelta y también la saludó. – ¿Puedo traerte algo Bianca?- Le dijo mientras se dirigía a la puerta. –Hola Lucy- dijo Bianca y dirigiendo su mirada a Martin le hizo un gesto con su cabeza a modo de saludo- Gracias, ya tomé café… Ah, Lucy-añadió - ¿Podrás hablar con la gente de mantenimiento para ver si me pueden conseguir otra silla por favor?- le preguntó mientras apoyaba su cartera en la pequeña silla al frente del escritorio y comenzaba a sacar papeles y agendas. –Si, por supuesto- le respondió la secretaria apresurándose a salir.

Martin la observaba atento sin inmutarse. Cuando Bianca terminó de acomodar sus pertenencias levantó la vista y sus miradas se encontraron. – ¿Te falta sacar algo más?- Le preguntó Martin con ironía. Bianca le mostró una gran sonrisa falsa y se sentó frente a él.

-Bueno, ¿en qué puedo ayudarte?- disparó Bianca. –Por ahora sólo estoy observando, cuando necesite algo te aviso- respondió rápido Martin.

-¿Es en serio?- preguntó Bianca con algo de fastidio.

-Sí, en serio- respondió Martin con seguridad.

-Y entonces ¿Me podes explicar que estás haciendo en Mi oficina, en MI escritorio, en MI silla?- dijo Bianca poniendo especial énfasis en los pronombres posesivos.

-Te molestó lo de la silla, ¿no? - Le respondió Martin sonriendo e inclinándose hacia atrás para estar más cómodo. 

Bianca abrió los ojos sorprendida. –No sé, decime vos, ¿es algo que acostumbras hacer, usurpar oficinas?-

Entonces, un poco exasperado, por no poder vencer la barrera que había construido Bianca, le dijo – Mirá Bianquita, ¿te puedo decir así? – Preferiría que no – le respondió tajante ella. –Este es mi trabajo y llevo mucho haciéndolo, lo más práctico es que me instale cerca de los jefes del área que tengo que auditar. Ya conozco a las de tu tipo…- Peerdón- le interrumpió Bianca – Mirá. Martincito- prosiguió, mientras el nombrado se sonreía – No sé de qué tipo pensás que soy, pero tampoco voy a averiguarlo. Necesitas un lugar para trabajar, lo entiendo. Necesitas al JEFE del área,- dijo  poniendo énfasis en la palabra jefe- ok, pero aunque sea por educación me podrías haber preguntado: Hola Bianca, ¿te molesta si compartimos oficina? ¿Me ofrecerías tu silla hasta que consigamos otra?- Martin, que continuaba sin poder borrarse la sonrisa de la cara, le respondió – Ok, ok, hola Bianca- dijo tratando de imitar el tono que ella había utilizado. -¿Sabés qué, Martin?- lo interrumpió una vez más Bianca- Olvidate, quédate en la silla trabajando y cuando necesites algo avisame.- y para evitar continuar con la conversación, tomó su laptop y su teléfono y se sentó en el sillón que se encontraba al otro lado de la oficina. 

–Dale, Bianca- le dijo Martin, desde su silla, pero Bianca sin mirarlo levantó su mano en gesto de alto, mientras negaba con su cabeza, y continuó escribiendo con la computadora sobre su falda. 

Martin, aun impresionado, se sonreía negando con la cabeza, pero no tuvo más remedio que intentar concentrarse en su trabajo.


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