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2018

La reunión duró más de lo deseado por Bianca, luego de su propuesta tuvo que escuchar a ambos ejecutivos alardear acerca de sí mismos por una hora y por suerte puedo rechazar la invitación a cenar con sutileza y diplomacia. 

Volvía a su departamento a gran velocidad, Martin no le respondía los llamados y se estaba empezando a impacientar. La situación había sido incómoda para los dos, pero estaba segura que podían hablarlo, no hacía falta que tomaran una decisión definitiva para el resto de sus vidas, pero terminar aquello que tan bien le había hecho por un mal entendido, le parecía injusto.

Llegó a su casa y frente a la ausencia de respuesta por parte de Martin se dio un baño para aclarar su mente. Se puso el short blanco y la musculosa de puntillas que usaba para dormir. Había perdido el apetito y no podía concentrarse en nada. 

Un par de horas más tarde, cansada de pasear por la plataforma de Netflix sin encontrar nada para ver, se iba a su habitación cuando el timbre sonó. Miró el reloj para confirmar que eran las 11 de la noche y levantó el portero. 

–Señorita Bianca, está el señor Martin ¿lo hago pasar? –
Bianca, con el corazón acelerado le respondió que sí y pasó los escasos minutos que le tomaron a Martin llegar a su puerta intentando arreglarse el pelo, víctima de la falta de secado y el sufrimiento de haberse visto aplastado entre los almohadones del sillón la última hora.

–Hola – le dijo cuándo le abrió la puerta.
–Hola- le respondió él, con una facie que denotaba falta de sueño y preocupación.

-Pasá – lo invitó Bianca, escoltándolo hasta el sillón del living, con signos de haberla hospedado las últimas dos horas.

- ¿Estás bien? – le preguntó Bianca, sentándose a su lado y abrazando un almohadón sobre su falda, para contener la tentación de tocarlo a él.

- ¿Qué tal tu reunión con el chileno? – le repreguntó Martin irónico.

- El puesto de Chile, lo había pedido a principio de año. En ese momento me dijeron que se posponía y ni siquiera me acordaba. – le dijo con tono calmado, buscando su mirada, que nunca llegó.

- No me tenes que explicar nada, es tu carrera, si te queres ir, ándate. – respondió Martin, intentando sonar indiferente, pero albergando un enojo mayúsculo por dentro. 

- ¿En serio? – le preguntó Bianca acercándose para mirarlo a la cara. Martin, por fin, inclinó su cabeza y la vio. Sus grandes ojos marrones, suplicantes y seductores, apaciguaron la marea enfebrecida en su interior, la mano de Bianca sobre su falda, impostando pequeñas caricias, no lo ayudaban a continuar en su papel. La tela de su pijama, haciéndole honor a sus senos, dieron paso al deseo, de quien sabe lo que se siente al tocarlos.

 – Porque yo sí quiero explicarte. Quiero explicarte que la Bianca que pidió ese traslado, es muy diferente a la que está enfrente tuyo, conteniéndose para no besarte. No sé qué me hiciste, tampoco me siento en el lugar de pedirte ninguna promesa, pero no dejemos que un malentendido fogueado por el imbécil de Matías, nos quite lo que nos pasa cuando estamos juntos. - dijo, pero viendo que Martin no se movía, Bianca se apartó un poco 

– O a lo mejor me equivoqué y a vos no te pasa lo mismo. – agregó temerosa.
Martin sobresaltado, tomó su mano para que no se aleje, se miraron un instante y con las últimas gotas de enojo evaporadas, le dijo:

–No te equivocaste, estuve toda la tarde enojado, no sabía muy bien contra quién, pero no podía salir del lugar de la furia. Casi no quería volver a verte, pero terminé en la puerta de tu departamento, me abriste la puerta y casi saltó a hacerte el amor, pero me contuve. Ahora, con cinco palabras y una caricia no me acuerdo ni porque estaba enojado. Dejame preguntarte ¿qué me hiciste vos a mí? – Bianca sonrió y Martin se acercó para besarla. 

En un par de segundos, Bianca lo despojó de su remera y se acomodó sobre sus piernas. Las manos de Martin con pericia bajaron ambos breteles de la musculosa y rodearon sus pechos con premura. Bianca sentía su erección y se movía en busca de placer. Martin dejó de besarla para ocuparse de su pecho. Con la cabeza de Bianca inclinada hacia atrás se adueñó de los mismos a su antojo, cuando el orgasmo se avecinaba para ella, aumentó el roce entre ambos y se entregó al placer. Unos segundos después, frente a la mirada de satisfacción de Martin, se deslizó hasta el piso y con cautela se deshizo de los pantalones y la ropa interior de un Martin, entregado a su merced. Con la gran erección enfrente, lo miró con lujuria y se la introdujo en la boca. Martin apoyó su cabeza en el sillón y cerró los ojos, disfrutando en demasía de la labor de Bianca. Cuando el final era inminente, la tomó por la cintura y la invitó a sentarse a horcajadas. Bianca se despidió de la poca ropa que le quedaba y con movimientos extasiados por el deseo del momento, los llevó a un orgasmo casi simultáneo, que estalló en ambos, dejándolos exhaustos, desnudos, abrazados sobre un sillón, con la única compañía de los acelerados latidos de sus corazones y pequeños haces de luz colándose por el ventanal.
Cuando Martin entrelazó sus dedos con los de ella, la pequeña marca blanquecina que alguna vez había alojado un anillo, lo llenó de felicidad. Era un gesto inesperado, silencioso, pero que significaba tanto que no quiso arruinarlo con palabras. Simplemente se relajó y disfrutó del momento.

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