2018
A las 12 en punto sonó el portero del departamento. Bianca, todavía nerviosa, luego de probarse medio vestidor, había optado por unos shorts de jean y una remera blanca de Wanama que tenía unos volados en la parte inferior. Se puso sus panchas rayadas y con la mochila Kanken gris y rosa, bajo en el ascensor.
Un Martin irresistible, la esperaba apoyado a la sombra de la sófora de su vereda. Pequeños haces de luz se colaban entre las hojas, recorriendo su perfil, su barba de escasos días prolijamente descuidada y unos anteojos de sol haciéndole injusticia a sus hermosos ojos verdes, la estudiaron desde su salida del edificio. La manera en que se incorporó y sonrió le hicieron saber que había acertado con el atuendo y tras una breve pausa, se acercó a saludarla.
–Hola.- dijo Bianca levantado su mano sin poder dejar de sonreír, pero con la timidez de una adolescente. Martin la tomó y la besó con tanta pericia que ella no tuvo ni el tiempo ni las ganas de impedírselo.
–Hola.- respondió mientras separaban sus bocas.
-¿A dónde vamos?- le preguntó ella, intentando recomponerse de tan intenso contacto, mientras lo acompañaba hasta su auto.
–A un restaurante de campo que queda en Luján, creo que te va gustar, hace bastante que no voy pero siempre me ayudó a ordenar mis ideas y descansar.-
-¿Y por qué pensas que necesito ordenar mis ideas?- le dijo Bianca entre risas.
– ¿Quién te dijo que es por vos? A lo mejor soy yo el que tiene que ordenar sus ideas.- dijo Martin, Bianca negó con la cabeza y continuó sonriendo. Se abrochó el cinturón y colocó su mochila a sus pies, Martin encendió el auto y al poner primera recorrió sus piernas con la mirada, entonces se detuvo y retirándose los lentes para clavar sus profundos ojos verdes en los de Bianca le dijo
–Si preferís podemos volver a tu departamento.- Bianca con sorpresa le dio una pequeña palmada en el brazo a modo de reto y riendo para vencer la tentación que le había producido el comentario en ese tono tan grave y seductor le dijo
– Dale, vamos, que hasta que lleguemos a Lujan me muero de hambre.- Martin sonrió y se puso en marcha.
El viaje resultó apacible, charlaron de varios temas a la vez, como solía pasarles últimamente, bromearon acerca de la anticuada música que oía Martin y Bianca aprovechó para estudiar su rostro de perfil sin vergüenza. Alguna vez se había preguntado si llegaría a conocer a quien le quedara la descripción de irresistible y allí estaba. Con su sonrisa de lado, que apenas mostraba sus dientes, y las ínfimas arrugas en el contorno de sus párpados, el ángulo marcado de su barbilla y la voz grave que había susurrado su nombre la noche anterior hacían que cada vez que giraba a verla simplemente dejara de respirar. Aún no lo conocía bien, pero ya sabía lo que significaba recorrer su cuerpo, y por ahora eso era mucho más que suficiente.
La estancia de Lujan era inmensa, ya había algunos autos estacionados cuando llegaron y un niño vestido de gaucho los guío hasta el casco principal. Tomaron unos sillones, que de lejos parecían canadienses, pero estaban hechos del plástico más ordinario, y una joven con una frondosa pollera floreada y un delantal blanco les ofreció una tabla con un enorme pan de campo, mientras les preguntaba que preferían beber.
El lugar era realmente bellísimo. El aire traía la humedad característica de los campos de Buenos Aires, la temperatura era perfecta y la mutua compañía era tan agradable que Martin y Bianca dejaron de lado las dudas y se limitaron a disfrutar. Continuaban conversando y estudiándose sin disimulo. El almuerzo fue tan abundante que ninguno dudó en salir a caminar luego.
El paseo por la estancia, bajo la sombra de los frondosos árboles que vestían el perímetro, los sumergía en la tan deseada calma que prometía. Con los pasos, sus manos, cual imanes se entrelazaron, las sonrisas, instaladas desde la mañana en sus bocas, no querían borrarse.

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Volver a bailar
Roman d'amourDos almas que pisaron el mismo suelo en el pasado sin saberlo, se reencuentran para intentar cicatrizar las heridas de la ausencia de quien supo hacerse amar. Bianca es una joven contadora, que solía amar la danza, pero actualmente, refugiada en su...