2013
Bianca se arrepentía con cada paso que daba por los adoquines de las calles de San Isidro. ¿Por qué su hermano siempre se salía con la suya? ¿Acaso no era ella dueña de su propia vida? Los tacones altos que le había prestado Laura eran incomodísimos, hacía tiempo que no los usaba y estaba comenzando a recordar el por qué. Tenía la necesidad de subirse el strapless negro cada cuatro pasos, lo que también estaba resultado demasiado engorroso y ni siquiera sabía con quién tenía que encontrase. Pero su hermano había sido tan insistente y a ella le costaba tanto decir que no, que ahí estaba, a metros del Jack Black Bar, en el que Lautaro pasaba tantos fines de semana.
Llegó a la puerta, donde las voces se mezclaban con la música. Desde afuera podía ver gente de pie esperando que se desocupe alguna de las mesas, los mozos sorteando sillas y pertenencias para poder entregar vasos de cerveza a la gente ajena a la multitud, riendo, charlando, vaciando sus copas y exhalando el humo de sus cigarrillos.
Bianca se detuvo frente al ventanal con las letras amarillas que anunciaban el nombre del lugar, sus ojos se llenaron de dudas, y casi sin pensarlo se mordió el labio inferior. ¿Qué estaba haciendo allí? En ese momento sintió que una persona la miraba mientras apoyaba su mano en la baranda de la puerta. Era un chico alto, morocho, de ojos oscuros, con el pelo desmechado hasta el cuello. Vestía una camisa azul con puntitos negros, parecidas a las de Bensimon que usaba su hermano. El chico esbozó una sonrisa de lado y Bianca le devolvió el gesto.
-¿Blanca?- le preguntó Benjamin a la preciosa joven de pelo rubio rizado que lo había encandilado mientras cruzaba la calle. La música y las voces altas de los ocupantes del bar hicieron que Bianca no pudiera escucharlo bien, pero intuyó que podía tratarse de su cita y asintió con la cabeza. El joven soltó la puerta y con un gesto caballeroso del 1800, tomó su mano y tras depositar un escueto beso en el dorso, le dijo
– Encantado, soy Benjamin, la cita que te arregló tu hermano, y estoy muy feliz de haber venido.- Bianca abrió sus ojos enormes en signo de sorpresa y aquel gesto se le antojó tan tierno que comenzó a reír. Benjamin la soltó y acercándose levemente continúo.
–Este lugar está hasta las manos, ¿puedo invitarte a tomar algo a un lugar más tranquilo?- Bianca por fin habló
–Dale, pero tengo mi auto acá, tendríamos que volver a buscarlo después.- Benja sacudió un poco la cabeza, él no tenía auto. Como trabajaba cerca de su departamento solía ir a pie y si salía de noche iba con Martin o se tomaba un taxi. Había llegado a la conclusión de que el auto solo era un gasto, cada vez que quería volver a Rosario se tomaba un micro y allí utilizaba el auto de su hermano. Estaba enfocado en su objetivo de comprarse el barco que siempre había soñado y solo gastaba en lo que le resultaba imprescindible, a lo mejor eso estaba comenzando a cambiar.
–Mmm.. lamento decirte que yo no tengo auto, si no te molesta podemos ir en el tuyo.- le arrojó con la honestidad que lo caracterizaba. Bianca volvió a sonreír, le agradaba conocer a alguien que no estuviera interesado en aparentar.
–Dale, vamos.- le respondió girándose sobre sí misma para comenzar a caminar hacia el vehículo.
La charla entre ambos fue surgiendo sin necesidad de forzar ningún tema. Hablaron de sus profesiones, sus familias, sus gustos musicales y hasta sus pasiones. Bianca le confesó cuánto amaba bailar y Benja hizo lo suyo con las embarcaciones.
–Algún día te voy a llevar a navegar.- le dijo mientras acercaba su mano a la de ella. Estaban sentados uno frente al otro en un hermoso restaurante, mucho más tranquilo, situado a la vera del río de la Plata, tanto la luz como la música del lugar eran tenues y el aire se colaba por las ventanas brindando una ligera brisa. Pocas mesas quedaban ya con ocupantes y apenas quedaban los vestigios de lo que había sido un delicioso vino en sus copas. Bianca acercó su mano y lo dejó hacer. Las caricias eran suaves pero sus miradas se intensificaban con cada palabra.
–Me encantaría que conozcas un lugar. ¿Mañana estás ocupada? – le dijo Benjamin con entusiasmo. Bianca arqueó las cejas.
-¿Depende? ¿Qué lugar? – le dijo con un aire de seducción.
–Ah… vas a tener que confiar en mí.- le respondió Benja acortando la distancia entre ambos.
-¿Puedo confiar en vos? – volvió a preguntarle Bianca envuelta por la impunidad de quien se siente deseado.
–Desde hoy y para siempre. –le respondió Benja, sin saber de dónde habían salido esas palabras. Bianca comenzó a reírse, este chico la sorprendía cada vez más. Era divertido y ocurrente, analizó su perfil y lo encontró atractivo, se reclinó en su silla y le arrojó una mirada desafiante que despertó en Benja un intenso deseo.
–Anotá mi teléfono,- le dijo Bianca sin dudarlo -espero tu llamado.- Benja sonrió y anotó en su celular el número, que le dictaba la hermosa joven, bajo el nombre de Blanca.
Unos minutos después salieron del bar y Bianca lo condujo hasta la puerta de su departamento.
-¡Qué modernos que somos!- le soltó Benja mientras se desabrochaba el cinturón de seguridad.
– Me gusta esto de que manejes vos.- Bianca iba a responderle pero Benjamin se apresuró y tomándola del cuello unió sus labios a los de ella para entregarse en un delicioso beso que se prolongó en el tiempo. Ambos lo disfrutaron y al separarse, frente a la inmensa sonrisa de Bianca, Benja le dijo
–Pero el primer beso, te lo di yo.- Bianca río y lo vio dar la vuelta al auto, mientras se aproximaba a las escaleras del edificio le gritó.
–Hasta mañana, confiá en mí.- Bianca lo saludó con su mano y volvió a su casa con una hermosa sensación en el pecho que la obligaba a sonreír.

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Volver a bailar
RomansaDos almas que pisaron el mismo suelo en el pasado sin saberlo, se reencuentran para intentar cicatrizar las heridas de la ausencia de quien supo hacerse amar. Bianca es una joven contadora, que solía amar la danza, pero actualmente, refugiada en su...