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2018
Bianca volvía a su oficina de muy mal humor. No sólo había que tenido que soportar transformarse en el centro de atención de la reunión, también le resultaba demasiado incómoda la forma en que Matías la trataba. 
Matías ocupaba el cargo de CO de la compañía desde hacía 5 años. Había entrado como un joven prodigio, con ideas actualizadas, que lo cambiaría todo y hasta ahora no había hecho más que redecorar los ambientes, agregar unas mesas de ping pong y una play station para reducir el stress, y traer a discusión la fusión con la competencia.  Era flaco, pero de baja estatura, llevaba el pelo negro correctamente rasurado y una afeitada perfecta cada día. Los jóvenes lo adoraban, muchas de las secretarias se desvivían por estar en su piso, pero los más grandes no se terminaban de adaptar. Lo encontraban demasiado moderno y joven para el puesto. A Bianca tampoco le caía bien, consideraba que se tomaba demasiada confianza,  siempre buscaba la manera de tocarla de algún modo, un roce de su mano, un apretón en su brazo o, como había hecho hoy, una leve caricia en su antebrazo mientras le pedía que tuviera paciencia con los de la consultora y que se quedara tranquila que su puesto no corría riesgo. Con un gesto amable le había retirado la mano y excusándose en el trabajo había salido de la sala a toda velocidad. Matías era otro de los motivos por los que evitaba todo tipo de sociabilización.
Llegó al quinto piso y caminó a paso apresurado por al lado del escritorio de Lucy. Antes de que ella pudiera decir algo le espetó. 
–Ahora no Lucy, dame unos minutos que esto es peor de lo que pensábamos- Pero al girar hacia su oficina se paró en seco. Detrás de su escritorio, cómodamente ocupando su silla y observándola con cara de profesor de escuela que escucha un improperio, estaba Martin. 
–Bueno, tampoco creo que sea para tanto- le dijo abriendo los brazos y mostrando ambas palmas.
 Bianca se acercó un poco y en un tono un poco más bajo que el que había usado en el pasillo le dijo – Me parece que te confundiste, está es mi oficina.-
-Lo sé- le respondió - y no me equivoqué. Como dije en la reunión, voy a estar en el departamento de finanzas y ¿Cuál sería mejor lugar que la oficina de la jefa?
-¿Me estás hablando en serio?- Le preguntó Bianca, mientras pensaba como le podía estar pasando eso.
Martín se levantó de la silla y dio la vuelta al escritorio 
– Sí, y tampoco creo que sea algo tan malo- dijo mientras posaba ambas manos sobre mesa y se apoyaba en ella- ya te dije que no muerdo.- le soltó con esa voz tan grave que ya le comenzaba a inquietar.
Bianca se quedó atónita unos segundos en silencio y cuando iba a hablar, Lucy apareció por la puerta con una taza de café. 
–Café doble sin azúcar- dijo con una gran sonrisa, mientras lo apoyaba en el que hasta entonces había sido el escritorio de Bianca.
–Muchas gracias, Lucy- le respondió Martin. Entonces Lucy se percató de la cara de sorprendida que tenía Bianca y sin saber cómo reaccionar le soltó
 – A vos no te traje porque..- 
-No hay problema Lucy, andá tranquila- la interrumpió Bianca. 
-Ves - le dijo Martin todavía apoyado en el escritorio-, tu secretaria ya se adaptó. Pedite un café y nos ponemos al día- 
Bianca se acercó con paso decidido hasta que sus rostros quedaron a pocos centímetros de distancia. Podía sentir su perfume y por fin ver sus ojos verdes con pequeñas pintitas amarillas. La respiración de Martin se aceleró un poco, pero se quedó inmóvil. Entonces Bianca pasó su mano lentamente entre la cintura y el brazo de Martin y tomó una libreta azul que se encontraba sobre el escritorio. La retiró rápidamente y mientras se daba la vuelta para irse le dijo:
 – Ahora no puedo, tengo otra reunión.- y sin esperar la respuesta salió de la oficina a gran velocidad.
Martin tardó unos segundos en recuperarse, tenerla tan cerca y sentir su mirada tan intensa, lo habían sacado de su actitud, siempre tan segura. Por un momento pensó que iba a besarlo, pero rápidamente sacó esa imagen de su mente. Era la segunda vez en las pocas horas que llevaba de conocerla, que esta mujer se apoderaba de sus pensamientos.

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