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2013
Bianca intentaba deshacerse de la purpurina que con astucia se colaba por cada rincón de su rostro. Se había dicho a si misma que ya estaba grande para seguir bailando en festivales, pero cuando su profesora de toda la vida, le había rogado que se sume al cuadro de las nenas en su lugar, no encontró las palabras para negarse y ahí estaba, en el camarín de un teatro pequeño que su amiga había alquilado para la muestra de fin de año del estudio, luchando con el maquillaje artístico.
Su teléfono sonó y se apresuró a atenderlo.
–Hola Lauti- le respondió a su hermano.
- Hola sister, escuchame, tengo al hombre perfecto para vos, es un futuro empresario exitoso y tiene unos ojazos, de los que te gustan.- Bianca emitió un sonido de fastidio. Estaba cansada de que la gente intente conseguirle pareja, tampoco era tan vieja, no entendía por qué a todos les molestaba tanto que esté sola, si ella la pasaba bien.
- Lauti, en serio, déjate de joder, soy lo suficientemente adulta como para buscar mis propias citas.- Lautaro se encontraba en el bar de un amigo y mientras le ayudaba a servir algunas mesas porque no daban abasto, vio a un compañero de la facultad, quien se sentó junto a otros dos jóvenes, un poco más grandes que él.
Se acercó a saludar a su amigo y le bastaron un par de cervezas para socializar con los otros dos caballeros. Al parecer uno de ellos, recientemente separado, le contaba sus futuros planes a sus amigos. Martin parecía un buen tipo, aunque se encontraba un poco alegre, producto del alcohol ingerido, hablaba mucho de su hija, quien jugaba muy bien al hockey. Tenía un humor irónico, que le recordaba a su hermana y en un rapto de lucidez, imaginó que podía hacer algo para que se conocieran.
–En serio hermana, confiá en mí por una vez. Ya lo arreglamos, te doy una semana para que te hagas la idea, el sábado que viene te va estar esperando en el bar de Fede a las diez, no me hagas quedar mal, eh!- y sin decir más le cortó.
En el bar la música comenzaba a estar demasiado alta y la conversación se hacía más difícil, por eso Lautaro tuvo que acercarse para hablarle a Martin.
– Mi hermana dijo que sí, va a venir el próximo sábado. Yo sé lo que te digo, me lo vas a agradecer, Bianca es una genia.- Martin asintió con la cabeza y como no confiaba en lo que el alcohol pudiera hacer con su memoria, tecleó en su teléfono.
Blanca, sábado 22 hs en el JACK BLACK BAR
La separación de Martin había sido anunciada casi desde el primer año de Paula. La convivencia con Carolina era difícil, los intereses opuestos y el dinero ajustado, no colaboraba. Sin embargo, el foco siempre había estado en la pequeña bebita que les brindaba, no sólo un amor incondicional, si no también, una tregua a sus diferencias. La acompañaban en sus travesuras y colmaban sus deseos siempre que podían.
Benjamin había resultado el tío que toda niña hubiese deseado. Muchos fines de semana, los pasaba en su casa de Rosario, aunque Carolina al principio se les unía, desde hacía un par de años, siempre encontraba una excusa para no ir, lo que al final era un alivio para todos. Las pocas novias que había presentado Benja, se mostraban amorosas con la pequeña Paula y ellos disfrutaban del río, un buen asado y un merecido descanso. La carrera de Martin se había visto postergada por la necesidad de generar más ingresos, y la fábrica de su tío le ofreció la oportunidad de desarrollarse. Benja por su parte era un gran ingeniero, había conseguido trabajo en una empresa de construcción y si bien, inicialmente era un becario, su talento lo llevaría muy lejos.
Cuando Paula cumplió los 12 años, la situación de la pareja llegó a su fin. Y unos meses más tarde, en un bar de San Isidro, Martín recibía algo más que una cita a ciegas. El número tan largo que apareció en su celular se lo anticipó. El puesto para el que había aplicado en España era suyo.

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