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2018

El miércoles Bianca entró a su oficina y se sorprendió al ver el escritorio vacío. Se moría de ganas de averiguar el paradero de su nuevo compañero, pero su orgullo pudo más y se limitó a sentarse en su silla e intentar que su día se parezca a las rutinarias jornadas de trabajo que tenía antes de ese lunes.

Al principio le costó relajarse, no podía evitar mirar hacia la puerta. Todavía no se decidía si lo que quería era que no aparezca o que sí. Pero conforme fue pasando la mañana se fue resignando y para la tarde ya se sentía de nuevo en su mundo. 

El jueves se repitió la historia. A lo mejor Martin se había dado por vencido y había encontrado otro espacio para trabajar, pensó.

Pero cuando el viernes escuchó las risas de Lucy desde el pasillo, supo que la calma había finalizado.

-Buenos días Bianca, ¿me extrañaste? – le preguntó Martin, otra vez sentado en su silla. 

– ¿Volviste? – respondió Bianca exagerando el gesto de sorpresa.

 –Claro, Jefa, ¿por qué no iba a hacerlo? Soy tan bienvenido en esta oficina que no veía la hora de regresar- dijo Martin recostándose en el respaldo de su silla.- 

Lucy, percibiendo la tensión, se dirigió con paso lento hacia la puerta. –Lucy- la interrumpió Bianca -¿Podrás reiterar el pedido a mantenimiento, por favor?- Si Bianca, ya mismo- le respondió al tiempo que apresuraba su paso hacia la salida.

Bianca, como lo había hecho en su anterior encuentro, comenzó a sacar cosas de su cartera.

 –Estoy bien, eh- le dijo Martin de repente. Bianca lo miró con cara de desconcierto.

 –Hola, ¿Cómo estás, Martin?-le dijo irónico.-Pensé que me habías preguntando- continuó él elevando los hombros. Vestía una camisa celeste entallada y su barba un poco más crecida de como la recordaba. A Bianca se le aceleró un poco el pulso, no quería admitirlo, pero Martin le resultaba realmente muy sexy. –Sí, perdón. Me alegro de que estés bien- Le dijo Bianca continuando con su tarea. 

Cuando por fin acomodó todo, todavía de pie, puso ambas manos sobre el escritorio y mirándolo a los ojos le preguntó 

– ¿Hoy te puedo ayudar con algo o todavía estas en la etapa de “observación”? – 

Martin arqueó las cejas, en signo de sorpresa, que linda le parecía esta chica, en esa posición pudo advertir la curva de sus senos a través del cuello de su camisa rayada 

- Sigo observando- dijo bajando un poco la mirada hacia su escote. Bianca se sonrojó un poco ¿Eso había sido un coqueteo? Prefirió no averiguarlo, tomó su computadora y se fue al sillón que había utilizado la última vez. 

Al cabo de unas horas, en las que los cruces de miradas fueron casi continuos apareció Gulliermo, el chico de mantenimiento, en la puerta de la oficina. 

–Hola Guille- lo saludó Bianca mientras se ponía de pie. 

–Hola Bianca, me dijeron que traiga esto.- le dijo arrastrando una silla de escritorio al interior de la oficina. 

–Sí, muchas gracias- respondió Bianca,  y mientras lo ayudaba a quitarle el plástico protector,  añadió 

–Martin, él es Guillermo, si alguna vez necesitas algo de mantenimiento, solo pedile a Lucy que lo llame; Guille, él es Martín, va estar acá unos meses-. Martín se levantó de su silla y le tendió la mano al chico que, antes de estrecharla, la sacudió en su pantalón. 

–Encantado de conocerte- le dijo.- gracias por la silla, acabas de solucionar un gran problema.- Bianca puso los ojos en blanco y se despidió de Guillermo.

– Dejá yo la acomodo, gracias, que tengas un buen día.- Bianca continuó tirando del plástico que protegía la silla, pero una parte estaba demasiado enganchada en el caño que unía las ruedas con el asiento, y sus intentos no daban resultado. Entonces Martín se agachó a su altura y tomó su mano, sus miradas se volvieron a cruzar, otra vez estaban muy cerca.

 –Dejá que yo lo hago- le dijo Martin – y a Bianca, su voz le pareció todavía más grave. Quiso decirle gracias, pero las palabras no terminaron de salir. Se incorporó para poner distancia. Al cabo de un momento la silla estaba lista y Martin comenzó a empujarla al lado de la otra.

 –Acá está bien- le dijo Bianca y la situó en el lado contrario a la de Martin. Estar enfrentados, le pareció la mejor opción. 

La hora siguiente la pasaron en sus respectivas sillas casi sin dirigirse la palabra. La proximidad y el contacto de sus manos habían resultado un poco abrumadores para ambos. 

Cuando llegó el momento de almorzar, Bianca cerró su computadora y fue en busca de su mochila. 

-¿Te vas?- le preguntó Martin. 

–Voy a almorzar- le respondió Bianca acomodándose el pelo. 

–Y ¿Dónde suelen almorzar?- dijo curioso Martin. Hasta ese momento había almorzado con sus compañeros de la consultora en un pequeño restaurante que estaba en la esquina de la empresa pero no había visto a Bianca ninguno de los cuatro días. 

–Los más jóvenes aprovechan el comedor que se encuentra en el segundo piso, la comida no está mal y los precios son muy buenos. Muchas de la secretarias se compran comida en un buffet chino que está a dos cuadras, ese mucho no te lo recomiendo, los gerentes suelen ir al restaurant de acá la esquina o si están de muy buen humor se van hasta “La Porteña”, una parrilla que queda a unas cuadras. – concluyó. 

-Y ¿Vos, en que grupo estás?- le dijo Martin clavando su mirada en sus ojos de una forma demasiado intensa para Bianca. 

–Yo suelo traerme algo rápido y aprovecho para caminar- dijo rápidamente para evitar esos ojos.

-Nos vemos luego- añadió y sin dar lugar a réplicas salió de la oficina.

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