2000
Carolina había pasado el último año encantada por aquellos ojos verdes que cada martes y jueves cruzaba por el club. Sabía su nombre, lo que estudia, por donde vivía, pero aún no había logrado llamar su atención.
Sus amigas le gastaban bromas acerca de su idilio platónico; pero dado que su anterior y única relación no había resultado nada bien, la dejaban fantasear.
Cuando todavía asistía al colegio, se había puesto de novia con un compañero del secundario, un año mayor que ella. Se habían enamorado tan rápido que se entregaron el uno al otro sin condiciones. Cuando llevaban dos meses saliendo, decidieron que era tiempo de pasar a otro plano y resultó ser una primera vez bastante tórrida para ambos. Eso no hubiese sido del todo malo, de no ser porque él se encargó de divulgarlo a diestra y siniestra. La humillación que sintió Carolina, fue aún mayor que el desencanto. Su corazón, lejos de partirse, se endureció y viniendo de una familia de mujeres empoderadas, ya que su madre las había criado sola a su hermana y a ella, producto de una separación temprano y posterior viudez, eligió el camino de la revancha. Su primer novio, tuvo que verla besar a cada uno de sus amigos, y como la experiencia le había dado tanta seguridad en sí misma, no hubo un solo día en que el pobre adolescente no se arrepintiera de haberla dejado.
Cuando por fin terminó el secundario, dejó los rumores, tan ciertos, atrás, y encaró una nueva vida. Se anotó en el traductorado de inglés, se quedó con sus amigas de hockey, que nunca le habían dado la espalda y gozó de la sexualidad sin la presión de agradar. Por eso, cuando puso la mira en Martin y por fin consiguió su atención, no dudo en cumplir su fantasía.
Esperó paciente toda la semana que le sucedió al encuentro y cuando llegó el sábado y el teléfono no sonó, decidió hacerse cargo ella misma. Averiguó en que fiesta estaría y salió a su encuentro.
-Hola- le dijo unos quince minutos después de verlo entrar. Martin, un poco sorprendido, le devolvió el saludo.
–Pensé que habías perdido mi teléfono. -añadió Carolina, al ver que no captaba del todo su atención. – Estuve un poco ocupado esta semana, muchos parciales, pero que bueno que nos encontramos, Carolina.- le dijo girándose y ofreciéndole un vaso de cerveza. La sonrisa de Carolina fue auténtica, decidió que usaría todas sus armas para volver a seducirlo y así fue.
Esa noche la terminaron en la casa de Martin y los días que le sucedieron, se veían una o dos veces por semana. Carolina le daba placer, lo hacía olvidarse del stress de los exámenes y si bien las conversaciones nunca llegaban a ser profundas, disfrutaban el uno del otro y eso, por el momento, parecía bastarle a ambos.
Pasado poco más de un mes, un sábado caluroso de diciembre, Martin y sus amigos estaban en el club. Había un partido a beneficio y las gradas estaban repletas. Ellos se acomodaron sobre el césped cercano al ingoal de su equipo y disfrutaban de la agradable temperatura que ofrecía la sombra de los pocos árboles del predio. Entre bromas y anécdotas del fin de semana anterior, durante el entretiempo del partido, Martin alcanzó a ver a la chica rubia, que aún navegaba por sus pensamientos.
En las tribunas laterales, con un jean oscuro, zapatillas rosas y una remera de John L. Cook, que tantas veces había visto lucir a Carola Del Bianco en la contratapa de la revista La Nación de los domingos, la descubrió. Su amplia sonrisa le iluminaba toda la cara, se gastaba bromas con sus amigas mientras compartían una gaseosa. Decidió que esta vez no la dejaría ir.
Espero paciente el final del partido, y cuando la multitud comenzó a levantarse, con paso decidido fue hasta ella. Al levantarse sintió que su celular comenzaba a vibrar, mientras caminaba vio que tenía 12 llamadas de Carolina y la número 13 comenzaba a sonar. Bianca, que ya caminaba con sus amigas se dio vuelta para recoger el buzo blanco que había dejado olvidado en las gradas y al hacerlo también lo vio. Sus miradas se cruzaron por un corto tiempo, Martin esbozó una sonrisa, y Bianca con el corazón latiendo a máxima velocidad, se quedó paralizada.
Entonces Benja que lo venía siguiendo con prisa le tocó el brazo y lo llamó.
–Tincho, me acaba de llamar Carolina, dice que es muy importante.- Martin en medio de la confusión y el enojo por perderla de nuevo, tomó su teléfono y la llamó.
–Carolina, no puedo ahora, estoy ocupado.- Pero las palabras al otro lado de la línea lo obligaron a sentarse en piso y olvidar todo a su alrededor.
– Mejor desocupate porque creo que estoy embarazada. – sentenció Carolina.
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Volver a bailar
عاطفيةDos almas que pisaron el mismo suelo en el pasado sin saberlo, se reencuentran para intentar cicatrizar las heridas de la ausencia de quien supo hacerse amar. Bianca es una joven contadora, que solía amar la danza, pero actualmente, refugiada en su...