𝘢 𝘤𝘢𝘴𝘢 𝘰𝘵𝘳𝘢 𝘷𝘦𝘻

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—¿Hoy volveremos a casa, papi? —cuestionó el menor, mientras dejaba que su padre le ayudara con su camiseta.

A Jisung no le gustaban los hospitales, había mucha gente que estaba enferma y se veía a muchas otras que lloraban, eso sin contar el olor que le revolvía el estómago. Entre sus padres se turnaban para quedarse a dormir con él en la habitación, ya que, según el doctor, no podía quedarse más de una persona con el paciente.

—Sí, cielo —respondió Jeno, moviendo con cuidado el brazo enyesado de su hijo, para que este entrara en el orificio de la camiseta—. ¿Estás emocionado por ir a casa?

El niño lo pensó por unos instantes, frunciendo su ceño y formando una línea con sus labios.

—Un poco.

—¿Y eso por qué?

—No quiero que las personas me vean con esta cosa —señaló su brazo con yeso.

—No tiene nada de malo, Ji. A menudo la gente se lastima y utiliza esto.

El pequeño torció un poco sus labios, claramente no estaba convencido con la respuesta de su padre. Por lo que Jeno, trató de cambiar el pensamiento negativo de su hijo.

—Sabes, cuando era niño y estaba aprendiendo a andar en bicicleta, una vez perdí el control y caí encima de una roca gigante —explicó el pelinegro, obteniendo toda la atención del niño—. Y tuvieron que ponerme el mismo yeso, a mí tampoco me gustaba, pero cuando volví a casa, todos mis amigos lo decoraron y escribieron cosas bonitas en él, quedó mucho mejor, luego no me lo quería quitar.

—¿De verdad?, ¿cómo lo decoraron?

El mayor dejó a su hijo sentado en la cama y se aproximó hacia su mochila, dónde seguramente, tendría algún marcador. Encontró uno en uno de los bolsillos delanteros, era de color verde, el color favorito de Jisung.

Se acercó nuevamente a su niño, tomando asiento a su lado, tomó con cuidado su brazo y comenzó a escribir, sintiendo al ver lo curioso que estaba el menor por saber que escribía. Terminó de escribir y dejó el marcador a un lado.

—«Jisung es el mejor» —leyó el pequeño—. ¡Y le dibujaste un ratón! ¡Me encanta! ¡Gracias, papá!

Jisung abrazó como pudo a su progenitor, él siempre demostraba ser el mejor y ser muy ingenioso.

—No es nada, cielo.

—Ahora me parezco a ti.

—Así es —sonrió.

—Le pediré a Chenle que me dibuje algo, él dibuja muy bien —exclamó emocionado, porque claramente, no podía faltar un dibujo de su mejor amigo en su yeso.

—Creo que quedará mejor que el que yo tenía.

Jisung rio negando, para luego continuar admirando la frase que había escrito su padre, le ponía feliz saber que su padre pensaba eso de él. Al cabo de unos minutos, el niño ya estaba preparado para poder retirarse del hospital.

Jaemin entró por la puerta con una sonrisa.

—Ya tengo la autorización, ya podemos volver a casa —mencionó con un tono cantarín.

—¡Papi, mira lo que hizo papi Jen!

Entre la pareja cruzaron miradas cómplices, y el rubio se aproximó hasta su hijo, quien le señalaba su yeso. Al observar bien, notó que tenía algo escrito allí con marcador verde.

—Papá escribió eso —explicó.

—Es realmente bonito, me gusta el ratón.

—¿Verdad que sí? —el niño miraba encantado el pequeño dibujo—. ¿Podrías escribir algo?

—Claro que lo voy a hacer, cariño.

—Pero debes dejar espacio para que Chenle dibuje algo —advirtió.

El rubio contuvo su sonrisa y giró sus ojos al escuchar aquello, era obvio que su hijo siempre le guardaría un espacio para Chenle.

—¿Qué son, papi?

El rubio borró su sonrisa.

—¿No es obvio? —ya comenzaba a ofenderse—. Es un perrito, un ratón y un conejo.

—Pero están deformes —acotó inocentemente el menor.

Jeno rio ante el comentario y se acercó para ver la obra de arte que había hecho su pareja, mientras este tragaba su propio orgullo, solo porque se trataba de su hijo.

...

De camino a casa, Jisung solo hablaba de lo emocionado que estaba por saber que dibujo iba a hacer su mejor amigo sobre su yeso, mientras sus padres se lanzaban miradas entre sí, aguantando sus sonrisas, no era necesario ser un experto para saber que Jisung adoraba al pequeño de los Huang.

Al llegar a su destino, el niño ya se encontraba dormido sobre los asientos traseros, así que, Jaemin lo cargó y Jeno se encargó de las demás cosas.

—Cariño, debo buscar mi bolso de la casa de mis padres, dejó todo mi material de trabajo allí —anunció el rubio al volver a la sala.

—¿Pedirás unos días? Puedes quedarte con Jisung si quieres, no te preocupes.

—¿Estás seguro? —acarició el rostro del mayor—. ¿No será mucho para ti? Hay cuentas qué pagar y-

El mayor calló a su esposo, depositando un casto beso en sus labios.

—No te preocupes, de verdad lo digo, cielo.

—Está bien. Te espero para la cena.

El rubio asintió con una sonrisa y le robo un segundo beso al mayor, tomó las llaves del auto y salió de la casa. Realmente no quería ir allí, pero todas sus cosas del trabajo estaban en casa de sus padres, y los días que no iba a asistir a sus clases, las podía aprovechar para agregar más temarios y preparar una buena carpeta de los próximos contenidos para sus niños.

𝘛𝘩𝘦 𝘊𝘶𝘳𝘪𝘰𝘶𝘴 𝘉𝘢𝘣𝘺 ─ 𝙉𝙊𝙈𝙄𝙉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora