𝘦𝘯 𝘥𝘦𝘴𝘢𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘰

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Otro día de clases terminaba, esperó a que cada familiar fuera a retirar a sus alumnos o que algunos tomaran el autobús.

Hacía unos días había ingresado un nuevo niño a su clase, su tía siempre era quien lo retiraba, y ahora, Jaemin estaba al pendiente de que la mujer llegara por él. Era extraño que se retrasara, siempre estaba afuera de la escuela, minutos antes de que sonara la campana.

—¡Kunhang! —gritó un chico, mientras corría hasta ellos.

—Hermano —saltó el niño feliz, corriendo a su encuentro con el recién llegado.

Jaemin se acercó un poco a ambos, esperando a que se separaran de aquel abrazo. El chico pelinegro se levantó y al mirarlo, abrió exageradamente sus ojos.

—Profesor Jae.

Una sonrisa se dibujó en el rostro del muchacho, Jaemin correspondió el gesto con algo de pena, porque no recordaba al chico, al parecer había sido alumno suyo, pero no podía reconocerlo.

—Soy Dong Sicheng, usted fue mi profesor en el kínder —explicó el más alto.

Allí pudo conectar sus neuronas, era Sicheng, su —secreto— alumno favorito. Cubrió su boca con la mano, sin poder creerlo, la última vez que había visto a su alumno, este era un niño tierno de cinco años, que siempre le hacía dibujos y le regalaba galletas. Ahora, era un muchacho guapo, que le pasaba una cabeza de altura.

—No lo puedo creer. Sicheng, ¿qué te dio de comer tu madre? —bromeó el mayor—. Eres todo un hombre ahora.

—No exagere.

—No puedo evitar el sentirse viejo.

El menor rio.

—Solo pasaron quince años, profe —el rubio fingió que su corazón comenzaba a doler, haciendo reír incluso a su nuevo alumno.

—Así que, eres hermano de Kunhang —el pelinegro asintió con una dulce sonrisa—. Déjame decirte que es un excelente alumno.

Acarició el cabello del niño y este le correspondió con una sonrisa, era tierno ver como le faltaban dos dientes.

—Me alegra escuchar eso —al niño le brillaron los ojos al escuchar a su hermano mayor—. Y sí, es mi gran hermano pequeño, a mi madre se le ocurrió tener otro bebé luego de trece años.

La mente del rubio comenzaba a arder, luego de intentar sacar los números y los cálculos, tenía pequeños recuerdos de la madre de Sicheng, era una mujer alta, de cabello azabache y muy bella.

—¿Cuántos años tiene tu madre?

—Cuarenta y ocho —contestó, riendo al ver  el asombro de su mayor—. Así es, lo tuvo con cuarenta y un años, pero ella realmente lo buscaba.

El menor hablaba, mientras miraba a su hermanito con una sonrisa. Se notaba que ambos se llevaban bien, a pesar de la diferencia extensa de edad.

Podía imaginarse así a Jisung, siendo un gran hermano mayor.

Compartió un par de palabras más con su exalumno, y luego partió a casa, con una idea plantada en su cabeza, algo que le ponía los vellos de punta, quería llegar rápido y hablar con Jeno.

—Llegué —anunció.

—Estoy en la cocina.

Dejó su maleta y abrigo en el sofá, luego los pondría en su lugar correspondiente. Tomó rumbo hasta la cocina, encontrándose con su esposo, preparando el almuerzo, una bonita imagen a su criterio.

Se aproximó a él y dejó un beso en sus labios, era una de las mejores cosas al llegar a casa luego de una larga jornada. Jeno correspondió el beso de forma dulce, como siempre acostumbraba, para continuamente regalarle una sonrisa.

—¿Jisung?

—Fue a la casa de Donghyuck junto a Chenle —respondió el mayor, mermando el fuego de la cocina.

—Qué bien —se ganó una mirada de desconcierto por parte de Jeno, lo cual lo hizo reír—. Es que hay algo que quiero que hablemos, a solas.

—Ah, está bien, ¿qué quieres hablar, cielo?

El menor se tomó su tiempo para elegir las palabras correctas y el rumbo perfecto para dicha conversación, a pesar de los años y la experiencia, Jeno seguía siendo algo distraído, por lo que a veces, debía dibujarle un panorama completo para que este entendiera.

—Verás, hoy me encontré con un exalumno de kínder, era mi favorito —contó el rubio.

—¡¿Wong Sicheng?!

—Dong Sicheng —corrió—. Y sí. El mismísimo, ahora es un edificio, todo un joven adulto y eso que solo tiene veinte años.

—Como vuela el tiempo.

El pelinegro sentía nostalgia, decir que habían transcurrido quince años y pensar en todo lo maravilloso que había ocurrido durante esos años, todo cambió en su vida, pero para bien. Ese pequeño Sicheng de cinco años, le había hecho darse cuenta de que anhelaba ser padre y tener una familia.

—¿Verdad? —no debía desviarse del tema principal—. Bueno, resulta que uno de mis alumnos nuevos, Kunhang, es su hermano menor. Por lo que fue a buscarlo hoy y hablamos un poco.

—Qué vueltas de la vida, luego de quince años, te vuelves profesor del hermanito de tu alumno favorito. Quién sabe, quizás este niño, luego se vuelva tu favorito.

—Puede suceder. Pero, lo que más me sorprende de lo todo esto, es que la madre de Sicheng, tuvo a su hermano con cuarenta y un años —una pequeña alerta se encendió en Jeno

—Es admirable, muy arriesgado, pero valiente —comentó el mayor, mientras continuaba cortando algunos vegetales.

Jeno sabía lo que se le venía a continuación, y aunque realmente no quería que ocurriese, era algo que debían enfrentar y eso era, que ya no iban a poder tener más hijos, al menos, no propios.

—Lo es. Eso me hizo pensar en que, quizás, nosotros también podríamos intentar.

Ese era el momento en donde Jeno le pinchaba el globo y no lo quería, pero era necesario. Dejó de lado su labor en la cocina y se dedicó a enfrentar a su esposo, buscando las palabras correctas para hablar de tan delicado tema.

—No, cielo, no estoy de acuerdo —contestó con serenidad.

—¿Qué? —cuestionó el menor, con pánico—. ¿C-cómo que no?

El pelinegro suspiró, intentando mantener la calma y también la de su esposo.

—Cariño, ya sabes lo que dijo el doctor Kim con respecto a esto.

—Sé lo que dijo, pero mira a esta mujer, es una prueba de que sí es posible —argumentó Jaemin, comenzando a desesperarse.

—No todos los casos son iguales y no todos los cuerpos son iguales, esa mujer tuvo suerte, es arriesgado un embarazo a esa edad. Debes pensar en tu salud.

La frustración comenzaba a recorrer todo el cuerpo del menor, no sabiendo como hacerle entender a su esposo o quizás convencerlo, tanto así que, sus lágrimas ya habían comenzado a escurrir por sus ojos.

—Yo estoy bien. Ya superé lo del embarazo psicológico, puedo con esto, sabes que realmente lo anhelo —Jeno negó con su mirada clavada en el suelo.

—No vamos a poner en riesgo tu salud o la de otra vida, Jaemin —exclamó el mayor, poniéndose firme—. La pasamos muy mal con Jisung, no quiero lo mismo de vuelta.

—¡Pero es lo que más anhelo, Jeno!

—Lo sé, pero no estoy de acuerdo, no accederé a esto —odiaba ver a su esposo en ese estado, pero tendría que ser fuerte.

—¿Por qué me haces esto? —sollozó Jaemin.

—Solo pienso en ti.

El rubio se quedó en silencio por unos segundos, mirando el suelo borroso a causa de sus lágrimas.

—Esto es una mierda —susurró con enojo y salió de la cocina.









































𝘛𝘩𝘦 𝘊𝘶𝘳𝘪𝘰𝘶𝘴 𝘉𝘢𝘣𝘺 ─ 𝙉𝙊𝙈𝙄𝙉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora