𝘱𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘢𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘫𝘦𝘯𝘰 𝘯𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘦𝘴𝘵𝘢𝘳

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A Jisung le iba muy bien en el jardín, a menudo recibían felicitaciones por su pequeño, por lo aplicado y amable que era, esto era un orgullo para la joven pareja. Siempre supieron que su hijo era muy inteligente, nunca se le escapaba nada.

Diciembre había llegado, acompañado del invierno y de unas vacaciones para la familia. A pesar de estar en vacaciones, todos los días se levantaban temprano y todo por el pequeño Jisung.

—Papi, despierta, ya es de día —el menor sacudía con sus pocas fuerzas a su padre Jaemin.

—Estoy durmiendo, bebé —habló medio dormido.

—Mentira, papi, estás hablando —rio el niño, sin dejar de mover al mayor.

—Despierta a papi.

El niño hizo caso, rodeó la gran cama, hasta dar con el lugar de su papá Jeno. Jisung siempre reía al ver dormir a su progenitor, este dormía de una manera algo particular.

—Papi, despierta —sacudió al mayor.

—Son vacaciones —susurró.

El menor no desistió con ninguno de los mayores, estuvo de un lado a otro hasta qué por fin, los dos chicos se levantaron de la cama.

Hacía frío, por lo que el pequeño adoraba tomar su taza de chocolate caliente y los panqueques con formas que le preparaba su padre.

Cuando vio a Jaemin entrar a la cocina, corrió en busca de su banquito, para así, poder ayudar a su padre, como todas las mañanas.

—Tú mezclarás la preparación —anunció el mayor, moviéndose ágilmente por la cocina.

—Sí.

Durante las vacaciones, Jeno y Jaemin se turnaban con las comidas, preparaban uno cada uno, por esa vez, el desayuno le tocaba a Jaemin, el almuerzo a Jeno y Jaemin debería ocuparse de la cena. Para la merienda siempre comían algo rápido, como leche con cereales o fruta.

—Cariño, ve a buscar a papá, él debe preparar la mesa —indicó el rubio sin dejar de lado lo que estaba haciendo.

El niño asintió y salió corriendo hasta la habitación de sus padres, donde Jeno, seguramente, seguía durmiendo. Jisung procedió a hacer lo que siempre hacía, sacudir al mayor hasta que despertara.

—Papá, debes preparar la mesa para el desayuno.

—Está bien —contestó adormilado.

Con la pereza colgando de todo su cuerpo, Jeno hizo un gran esfuerzo por salir de la cama y dirigirse al baño, siendo seguido por su hijo.

Lee supo que todavía no estaba listo el desayuno, ya que no estaba el característico olor de los panqueques y el café que siempre preparaba Jaemin. Aprovechó ese minúsculo tiempo para afeitar su rostro.

—¿Qué es eso? —preguntó el menor.

—Crema para afeitar mi barba.

—¿Por qué tienes barba? —no se iba a detener.

—Porque a todos los chicos les sale.

—¿Por qué yo no tengo barba? —el mayor estaba por responder, pero el niño continuó—: ¿Soy una niña?

Jeno detuvo lo que estaba haciendo y miró asustado a su hijo.

—N-no, cariño, no eres una niña. Es solo que la barba les crece a los chicos grandes, como yo —trató de explicar.

—¿Cuándo seré un chico grande?

—Dentro de unos años.

El mayor se apresuró en terminar, antes que Jisung continuara con sus preguntas.

Jeno voló hacia la cocina, siendo seguido del pequeño, quien no lo dejaría en paz, porque seguramente, tenía más preguntas para hacerle.

Para suerte de Lee, el desayuno ya estaba listo, por lo que preparó la mesa junto con el niño y así se mantuvo concentrado en otra cosa. En el desayuno, torturó a Jaemin con otras cientos de preguntas.

...

Los tres se quedaron en la sala, con la calefacción encendida y comiendo unas galletas que fueron cortesía de Giselle.

Jaemin estaba leyendo un libro sobre el sofá, mientras que sus dos niños miraban «Las Locuras del Emperador». Jeno al lado del rubio y el pequeño en el suelo, enrollado en su frazada de ositos.

Jisung veía extrañado el final de la película, viendo como la mujer que estaba con su panza gigante al principio, ahora cargaba un bebé, sabía que era cuando una persona estaba embarazada, pero...

—Papi Jeno.

—Dime, cariño.

—¿Cómo nacen los bebés? —ambos adultos quedaron petrificados ante la curiosidad del menor.

Jaemin iba a contestar, pero la mano de Jeno acarició su pierna, dándole a entender que él lo haría.

—Mira, cielo. A los bebés los trae una cigüeña, que se-

—¿Qué es eso? —interrumpió.

—Un ave.

—¿Qué? No, no~ —el menor comenzó a negar, estando a punto de llorar—. Yo no nací así...

Hasta que lo hizo.

—Jeno, él le tiene miedo a las aves —le regañó el mayor, yendo a consolar a su hijo.

—Mierda, lo olvidé.

𝘛𝘩𝘦 𝘊𝘶𝘳𝘪𝘰𝘶𝘴 𝘉𝘢𝘣𝘺 ─ 𝙉𝙊𝙈𝙄𝙉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora