¿𝘷𝘰𝘭𝘷𝘦𝘳 𝘢 𝘤𝘢𝘴𝘢?

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Durante dos meses, Jisung continuó en cuidados intensivos, Jeno y Jaemin tomaban cualquier oportunidad para poder visitar a su niño, para tener el mínimo contacto y hablarle con cariño.

Los médicos quedaron sorprendidos al notar la mejora del bebé, aún más durante el segundo mes. Eso alivió a los familiares, quienes nunca bajaron los brazos, la pareja estaba cien por ciento segura de que llevarían a su hijo a casa.

Luego de dos intensos meses, Jisung por fin sería dado de alta.

—Estoy nervioso —confesó Jaemin, mientras jugaba con sus dedos—. Se-será la primera vez que... que lo sostendré e-entre mis brazos.

Lee compartía el mismo sentimiento, juntos habían estado esperando por ese momento, y los nervios estaban a flor de piel. El mayor abrazó a su pareja para calmarlo, sintiéndolo suspirar ante el mínimo roce.

La puerta de la habitación, en donde su hijo había estado por más de dos meses, finalmente se abrió, dejando ver a una conocida enfermera con Jisung en brazos.

Jaemin sintió que sus piernas temblaban y su corazón latía eufórico; era su pequeño brote de amor, justo frente a sus ojos.

La enfermera Yerim llegó hasta ellos con una sonrisa, la pareja se levantó de su lugar, tratando de dejar en segundo plano los nervios y las ansias.

—Señor Lee, señor Na, este es Lee Jisung. Ahora está más fuerte que nunca —habló la mujer, disfrutando la vibra del bonito momento—. ¿Quiere cargarlo?

—Sí.

La enfermera le entregó con sumo cuidado el niño, quien vestía las prendas que sus padres habían comprado, lucía encantador con ese color verde menta.

Las lágrimas de Jaemin caían sin control, al sentir al bebé en sus brazos. Después de tanto tiempo, por fin lo pudo sentir, depositó un tierno beso en su frente y se dejó abrazar por Jeno. Finalmente, los tres estaban juntos.

...

Jisung crecía muy rápido ante los ojos de sus padres, ya había cumplido tres meses. Era algo de no creer.

—Jae, no recuerdo como preparar la fórmula para Jisung —exclamó el mayor desde la cocina, sin llegar a distinguir las instrucciones del bote.

El niño continuaba llorando en su cochecito, claramente, muerto de hambre. Jaemin había aprovechado ese minúsculo instante en el que Jisung se había quedado dormido, para poder tomar una relajante ducha.

Inhaló y exhaló.

Escuchó como su pareja abría la puerta del baño.

—Son solo cuatro cucharadas y debes llenar el biberón —explicó.

—Con agua caliente, ¿cierto?

—Tibia, cielo.

—Okey, tibia.

Jeno salió disparado nuevamente a la cocina, para preparar la leche para el niño, quien no dejaba de llorar.

—Tranquilo, hijo. Solo dale un segundo a papá.

En ese momento, el teléfono de Jeno comenzó a sonar. Lo único que logró, fue enloquecer aún más al pelinegro. No tuvo tiempo de contestar, ya que debía poner como prioridad: «El hambre de Jisung».

Con la leche en su temperatura justa y su bebé en brazos, procedió a alimentarlo. Logrando sentir un segundo de paz y silencio. Se podría decir que, Jisung era algo escandaloso, lloraba cada dos segundos, más aún al momento de dormir. Hacía días que la pareja no dormía bien, entre los dos se turnaban para atender al pequeño durante la madrugada, pero era parte de la paternidad y ellos eran primerizos.

En la habitación, el menor ya estaba vestido, secó un poco su pelo, con la misma toalla, hasta que su teléfono comenzó a soñar; era Renjun.

—Hola, Ren. ¿Qué sucede?

—¿Cómo está mi sobrino? —el tono del chino, aturdió un poco a Na, quien todavía no se acostumbraba al ruido excesivo.

—Jeno lo está alimentando, dentro de una hora debo llevarlo al hospital, tiene su control con la pediatra —en esos momentos, Jaemin deseaba no tener ningún compromiso y solo dormir en su cómoda cama.

—¿Estás sin dormir? —preguntó el mayor.

—Sí, Jisung lloró, prácticamente, toda la noche, por lo que durmió con nosotros —suspiró.

—Bienvenido a mi mundo, Nana.

—Chenle es un amor de niño, es muy tranquilo.

En un momento de silencio en la llamada, logró escuchar el llanto de su hijo, algo había ocurrido.

—Ren, debo colgar, Jisung está llorando otra vez.

—No te hagas problema, hablamos luego.

Cortó la llamada y se dirigió a la sala, donde estaban sus dos niños. Jeno trataba de callar al bebé, contándole alguna canción de cuna que no conocía.

—Cariño, no lo mezas demasiado, acaba-

—¡Me vomitó, Jae! —ahora quien lloriqueaba era Jeno.

𝘛𝘩𝘦 𝘊𝘶𝘳𝘪𝘰𝘶𝘴 𝘉𝘢𝘣𝘺 ─ 𝙉𝙊𝙈𝙄𝙉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora