𝘤𝘰𝘳𝘢𝘻𝘰́𝘯 𝘢𝘣𝘪𝘦𝘳𝘵𝘰

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Hacía mucho tiempo desde que Mark estaba en una silla dentro de una habitación de hospital, velando por Renjun, la última vez que se encontraron en una situación así, fue cuando nació Chenle, aunque, precisamente no era el mismo hospital.

Pasó toda la noche en esa incómoda silla, a la espera de obtener alguna reacción por parte de Renjun, le dolía verlo así, todavía lo quería, fue el amor de su vida, era el padre de su único hijo y una de las personas que cambió por completo su vida, a pesar de todo lo ocurrido, no podría odiarlo nunca.

En su teléfono, el reloj indicaba que eran las siete de la mañana, lo más seguro, era que Chenle todavía estuviera durmiendo, no quería interrumpir su sueño, porque sería para preocuparlo más. Durante toda la noche, no pudo sacarse de la cabeza, la imagen de Chenle, siendo tan vulnerable, hacía mucho que no veía a su hijo de ese modo.

Escuchó un quejido proveniente de Renjun e inmediatamente, se levantó de su lugar, en lo que este intentaba abrir los ojos, el dolor en su cabeza era insoportable y parecía ir extendiéndose por todo su cuerpo.

—Renjun —llamó el mayor.

Al escuchar su voz, el castaño abrió los ojos, sin recordar donde estaba.

—Mark —dijo con su quebradiza voz.

El mayor le sonrió y apretó el botón que tenía a un lado de la cama, para llamar a algún doctor o enfermera.

—¿Q-qué pa-pasó?

Renjun miraba a todos lados, intentando rescatar algún fragmento de recuerdo, ¿cómo había llegado hasta allí?

—¿Te encuentras bien, Renjun?

El menor lo miró extrañado y asintió.

En eso, llegó una enfermera, suspirando de alivio al ver que el paciente había despertado y no ocurrió nada malo.

—Buenos días, señor Renjun, ¿cómo se encuentra? —preguntó la mujer, revisando unos papeles que estaban colgados a los pies de la cama.

—¿Qué p-pasó?

La enfermera se aproximó hasta él, revisando algunos de los aparatos detrás de Renjun.

—Señor Renjun, usted tuvo un accidente automovilístico, fue ingresado de urgencia y nos comunicamos con su esposo —explicó la enfermera con total serenidad, mostrándose compasiva—. Por suerte, todo salió bien y está de maravilla, de igual manera, en unos minutos vendrá el doctor a revisarlo y chequear que todo siga en orden.

—Muchas gracias.

Mark se adelantó a hablar, cruzó un par de palabras con la profesional y esta dejó la habitación. Al mirar al menor, notó que este estaba con los ojos cerrados, quizás intentando recordar lo que había pasado, hasta que sus lágrimas comenzaron a caer.

Las espantosas imágenes borrosas de la noche anterior llegaban con velocidad a su mente; la casa a oscuras, la lluvia, las botellas esparcidas por el suelo, la calle desolada y la voz de Mark. Sus sollozos comenzaron a intensificarse, sumado al dolor físico que sentía y lo vergonzoso de saber que Mark estaba presenciando todo ese teatro.

—Renjun, tranquilo —tocó con delicadeza su hombro, sintiendo como su garganta se cerraba.

—N-no debes estar a-aquí, no lo me-mereces, Mark...

—No digas eso.

—B-bebí, durante toda l-la noche —confesó el menor, desarmándose entre sollozos—. Y quería más.

Mark quedó anonadado, con sus ojos cargados de tristeza, sin intentar buscar que fuera mentira lo que Renjun decía, lo conocía a la perfección. Estaba decepcionado, pero no podía enojarse con él, no en un momento así.

𝘛𝘩𝘦 𝘊𝘶𝘳𝘪𝘰𝘶𝘴 𝘉𝘢𝘣𝘺 ─ 𝙉𝙊𝙈𝙄𝙉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora