Alexander
— Alexander, te estoy hablando.
Suspiro resonando a propósito para que el rubio sepa lo mucho que me molesta, no sé qué diablo estaba pensando cuando le permití a Mason entrar a mi oficina a hacerme compañía. Me dijo que estaría callado, pero yo soy peor porque le creí. Mason nunca en su vida ha pasado más de dos minutos sin hablar.
— Mason, estoy ocupado.
— Solo son algunas preguntas más.
Levanto la mirada de mis papeles, mirando mal al rubio que se encuentra sentado frente a mí con sus asquerosos pies sobre mi escritorio. Maldito, juro que se los voy a cortar.
— Mason.
— Alex.
Estoy seguro de que si le doy un tiro deja de joder.
— ¿Qué diablo quieres?
— Bien, seguimos con el test de personalidad.
Suspiro por segunda vez bastante fuerte mientras blanqueo los ojos con muchas ganas de crujirle el cuello. Me sorprende que este espécimen y yo tengamos la misma edad y no solamente eso, sino, el puesto que tiene. Quién diría que el hombre que está frente a mí preguntando estupideces y a simple vista parece un chico tierno y divertido, es un franco tirador, básicamente un asesino a suelto.
— Bien, siguiente pregunta — lee una revista que tiene en la mano, mientras yo me arrepiento de existir — ¿Qué animal preferirías: lobo, león o cuervo?
Giro los ojos de mala manera — León.
Escribe alguna cosa en la revista. Cuando él se distraiga, voy a prenderle fuego a ese papel.
— Eso significa que eres un líder.
Eso ya lo sé.
— ¿Qué es lo mejor que te ha pasado? — Lee la siguiente pregunta: — claro, después de conocerme a mí — se elogia a sí mismo.
— No lo sé.
Intento volver a escribir el informe que se supone que debo hacer para hoy y el estúpido de Mason no me ha dejado avanzar.
— Voy a poner conocer a tu mejor amigo — sigue escribiendo, para luego subir sus ojos azules hacia mí, dándome a entender que seguirá con las preguntas — ¿Cuál fue tu peor decisión?
Trueno los dedos — esa la tengo — dejo de escribir en mi computadora — hace veintiún años, es decir, cuando tenía 5 años, mi padre tenía un amigo que tenía un estúpido hijo de mi edad — cuento — pues mi padre me hizo acercarme a jugar con él mientras que conversaba con su amigo. ¿Sabes cuál fue mi error? — pregunto con sarcasmo —. Que dije que sí, porque resulta que años después el idiota sigue fastidiándome la vida.
Debí ignorar a mi papá cuando me dijo eso, que le hablara para que no jugara solo. Debí jugar solo, y al final salí perdiendo, ya que Mason rompió mi auto de juguete, se sentó sobre él y con todo su peso, puesto que cuando era pequeño era una bola de grasa, lo destrozó.
Frunce el ceño, toma el lápiz y niega — esa respuesta es muy larga, voy a poner que no haberme conocido antes.
Dios, juro que voy a matarlo y, como soy el jefe de las Fuerzas Armadas, lo haré pasar como un accidente.
— La última.
— Maldita sea, Mason — grito —, lárgate de mi oficina.
— Te prometo que es la última y te dejo en paz.
ESTÁS LEYENDO
INDELEBLE
Teen FictionLexa Herman, tan solo con 24 años, tiene una carrera impecable en el FBI, lo que causó que en poco tiempo la ascendieran al último escalón de la fuerza policial, "Las Fuerzas Armadas" Muy emocionada por subir de nivel, se enfrenta a resolver casos...