Capítulo 15 - Ramos de flores

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Lexa Herman.

Me vuelvo a pasar la brocha de maquillaje por el hematoma que habita en mi barbilla para terminar de cubrirlo totalmente. Ya no se ve tan morado, sin embargo, no se ha sanado totalmente, no comprendo por qué se ve de esta manera. El día que me propinaron el golpe no se veía nada y de un momento a otro se me forma un hematoma que de la luna se ve. Me paso bien de nuevo la brocha, no quiero que nadie lo vea como lo vio.........

Muevo la cabeza ligeramente, sacándome esos pensamientos. Salgo del baño, que se me hace algo tarde. Cuando llegué a la planta baja encontré a mis padres hablando como la pareja más linda del mundo. El sentimiento de molestia invade mi cuerpo, ese tipo de cosa me irrita. Hace unos días estaba protegiéndola para que él no la estrangulara y ahora están muy enamorados como si nada pasara. Iba a seguir de largo directamente a mi trabajo, sin embargo, la voz de mi madre me detiene.

— Lexa nena — ella me sonríe muy amorosa — tu padre te espera para que se vayan juntos.

Mis ojos se mueven en dirección de mi padre unos segundos sin poderse creer lo que dice mi madre. Arrugo la frente, este hombre no me espera ni para desayunar y hoy me llevará al trabajo. Sus ojos no reflejan nada, aunque su rostro se ve relajado y muy sonriente.

— No te preocupes — dijo tomando mis llaves —, además tú y yo no vamos para el mismo lado, yo me puedo ir en mí....

— No importa, hija — arrugo más la frente y a este que le pasa — hoy tengo permiso para llegar un poco tarde y así aprovechamos y hablamos.

Iba a protestar, sin embargo, mi madre volvió a intervenir.

— Vamos, hija, tu padre se está intentando esforzar.

No quiero pelear más y también estoy muy tarde, así que solo asiento. No está de más un día no tener que manejar, a veces me canso de eso. Me acerco a mi madre y le doy un beso en la mejilla para luego salir con mi padre detrás de mí. Me subo en el copiloto del volvo de mi padre, tenía muchos años que no montaba en este auto, creo que desde que mi madre me regaló el mío.

Él arranca el auto con dirección a las Fuerzas Armadas.

— ¿Hija, cómo te va en tu nuevo trabajo?

Dejo de mirar a la ventana, para volver a él. —Me está yendo muy bien — sonrío —, mejor de lo que pensé, realmente me gusta mucho mi trabajo.

— Me alegro mucho — tiene una sonrisa un poco inusual — ¿Y ese golpe, cómo va?

Se me aprieta el pecho, y esto me recuerda a mi niñez.

— Normal, está sanando.

—Qué bueno que lo esté — dice mientras quita la mirada del volante y gira hacia mí —, para la próxima tienes que tener más cuidado — vuelve su mirada al frente —. Si tú no te hubieras metido en lo que no me importa, no te hubiera pasado eso.

— ¡Qué! — exclamo indignada — tú me hiciste eso, yo me metí porque tú me iba a golpear a mí...

Entonces frena el auto de golpe, mientras le da un golpe al volante.

— Yo no te hice eso — me toma de manera muy fuerte él ante brazo y me hala hacia él — tú te metiste y por eso te paso eso — presiona tanto mi brazo que comienza a arder y el sentimiento de temor surge — así que deja de inventarte esas mentiras, acuérdate que soy policía muy respetado y ese tipo de escándalo no me conviene. Ahora vuelvo y repito, tú te metiste en lo que no te importa y te paso eso, solo fue un accidente.

Me suelta el brazo, y automáticamente la piel que antes era cremosa ahora se ve rojiza, un nudo en mi garganta se forma.

— Vez ese tipo de cosas, tú las provocas — señala mi brazo, para luego arrancar el auto — sin embargo, sé que no tenía que ser animal, así que te propongo una disculpa, aunque fuiste tú que lo provocaste — mis ojos comenzaron a aguarse — pero recuerda que si este tipo de cosas salen a la luz, me pueden perjudicar y si yo algo perjudicado — sus ojos se gira a mí nuevamente, me observan fijamente y con una frialdad, me observa como si yo fuera una desconocida y no su hija — tu madre también sale perjudicada ¿entiendes?

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