Alexander Wembeley
— Cariño, ¿qué te parecen estas cortinas? — Chelsea me muestra una revista que, si no me equivoco, trata sobre adornos de hogares. Bueno, eso lo deja saber la portada que lleva como imagen la decoración de una sala...
Hay algo que nunca comprenderé de las mujeres, si hay personas que se preparan y se les paga para decorar el hogar, no entiendo por qué demonios quieren hacerlo ellas mismas, no sé si saben el tiempo y las molestias que se ahorran dejando que otras personas lo hagan por ellas.
Luego de que me casé con Chelsea, ella se mudó a mi apartamento cambiándolo radicalmente la decoración y lo peor es que lo hizo sin pedirme permiso. No es que me importe la decoración, lo que me importa es que es mi casa y me gustaba cómo estaba. Sin embargo, como no estaba para discusiones, dejé que ella hiciera lo que quiera.
Solo asiento para que quite la revista de mi cara, estoy conduciendo, solo a ella se le ocurre poner eso en mi rostro, puedo provocar un accidente. Ella va diciendo cosas, creo que sobre la decoración y no me tomo la molestia de prestarle atención, no me interesa para nada el tema del que está hablando. Solamente asiento para que ella piense que la estoy escuchando y no se moleste. Tampoco es que me importe que ella se moleste, sin embargo, si lo hace hablará más de la cuenta.
No dura mucho cuando veo el gran edificio de las fuerzas armadas. Entro al parqueo dejando la Four Runner blanca parqueada en el lugar de los jefes, no soy muy de autos blancos, se ensucian de nada y por más que la limpies es en vano, pero como esta camioneta es de Chelsea, no opino.
— Bebé.
Odio cuando ella me llama así, porque esos apodos tan ridículos no me pueden llevar por mi nombre simplemente, para algo lo tengo.
— ¿Esa no es la nueva agente?
Giro mis ojos a donde ella señala con su dedo índice, y es cierto, su jeep negro se encuentra parqueado en un nivel más abajo que el de nuestros. Lexa sale de su auto, lleva puestas unas botas militares en conjunto con unos pantalones negros de cuero y un suéter verde de lana. Hay que admitir que, aunque su existencia me saque de quicio, la mujer tiene lo suyo; es más que estar buena, es muy linda y tierna. Digo por qué ella no tiene un cuerpo muy voluptuoso ni nada parecido, pero aun así no deja de verse bien. Puedo decir que tiene las curvas exactas.
— Si es ella.
— No he podido ir a conocerla — me comenta — he tenido muchos quehaceres, pero quizás hoy, cuando vuelva de la reunión de los Jones, iré a hablar con ella.
Asiento.
— Buenos días, señora Cox — Joel, uno de los oficiales principiantes de las fuerzas armadas.
— Señora Wembley — le corrige Chelsea al hombre que la llama por su apellido de soltera — y buenos días a ti también.
Yo me mantengo en silencio, observando al hombre moreno y algo fornido que mira a Chelsea como un lobo a una carne. Siempre he sabido que a Joel le interesa Chelsea como mujer, eso es obvio, además soy hombre y me doy cuenta de las intenciones del otro.
Él le dice lo hermosa que está hoy, entre otras estupideces más, que él llama cumplido, a lo que mi esposa le responde con una linda sonrisa educada. ¿Debería estar celoso? Yo no celo a ninguna mujer, porque no hay razón, yo soy el tipo de hombre que toda mujer desea: guapo, millonario y con un cargo alto. No creo que una mujer cambie a un hombre como yo y menos por un oficial de pacotilla, estoy seguro de que mi chaqueta de cuero vale más que su miserable carro.
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INDELEBLE
Teen FictionLexa Herman, tan solo con 24 años, tiene una carrera impecable en el FBI, lo que causó que en poco tiempo la ascendieran al último escalón de la fuerza policial, "Las Fuerzas Armadas" Muy emocionada por subir de nivel, se enfrenta a resolver casos...