Capìtulo 48 - Nueva amenaza

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Lexa Herman

Introduzco la clave en el pequeño aparato electrónico que está al lado de la puerta. Unos segundos después, se abre, dando paso al gran almacén repleto de todo tipo de armas de fuego. Está de más decir que este es uno de los almacenes secretos de Alexander. La diferencia es que este se encuentra debajo de la casa y está altamente protegido. A diferencia de los demás, aquí no viene nadie más que él y yo, que lo descubrí por ser curiosa. Esta casa me tiene bastante sorprendida; tiene muchos lugares secretos.

Me dirijo hacia el lugar donde un hombre alto se encuentra muy concentrado en sus armas. El lugar está frío, lo que me causa cierta molestia en la nariz. Dejo mi bolso y el teléfono en la mesa que está al lado de Alexander. Me acerco a él, oliendo su rica fragancia y abrazándome a su dura espalda. Se da media vuelta, me ve y su semblante cambia a uno más relajado. Le doy un pequeño beso en los labios.

— Te levantaste temprano hoy — afirmo, separándome un poco de él.

— Sí, tenía que venir a hacer algo aquí.

Me doy vuelta, viendo nuevamente el almacén. No es la primera vez que vengo aquí, pero siempre me quedo anonadada con lo que veo. Todas las armas que se encuentran aquí no son parecidas en nada a las que él comúnmente trafica. Comenzando por el hecho de que normalmente las armas las traen envueltas y en cajas, y estas están altamente protegidas. Incluso cada una está en cajas y mesetas de vidrio, y las que no están bien colocadas en la pared.

— No entiendo la importancia de estas armas — expreso, viendo las armas de fuego — digo, pareciera que las consideras como si fueran tus hijos.

— La diferencia es que cada arma que se encuentra en este sitio tiene un valor o una historia que hace que su valor suba — explica — mira esta. — Señala una caja que está sobre una repisa; tiene el mango de color marrón y se ve muy antigua. Desde aquí no puedo identificar cuál es. — Perteneció a Adolfo Hitler — demonios — está valorada en algunos diez millones de dólares.

Entonces, esa arma vale más que mi casa, auto y todos mis bienes juntos. ¿Alexander se dará cuenta si me la robo?

— Y esta — señala un artefacto. Esta no es un arma; es como si fuera un tipo de batería. Nunca había visto algo así — es una réplica exacta del núcleo de la bomba que lanzó Estados Unidos a Hiroshima y Nagasaki en 1945.

Sonríe. Parece un niño pequeño hablando de su juguete favorito. Sigue contándome de sus armas, y al final, lo que entendí es que Alexander en este almacén subterráneo tiene dinero suficiente para acabar con la pobreza mundial.

— ¿Y qué haces aquí abajo?

— Pues un antiguo socio de mi padre, Árabe, se casó y quiere darle un arma a su esposa. No sé por qué demonios — me río — quiere que esté bañada en bronce, y resulta que hace algunos años yo adquirí una así y voy a venderla.

— Pensé que las armas que estaban aquí abajo no estaban en venta.

— No lo están — se encoge de hombros — sin embargo, esa arma la adquirí por cinco millones y el Árabe está dispuesto a darme veinticinco millones, así que la venderé.

Es impresionante cómo Alexander se refiere a los millones como si no fuera mucho. Veinticinco millones, como si estuviera hablando de cien dólares. Creo que si yo me robo una de estas armas, podría resolver mi vida completa sin ningún problema.

— Pensé que tenía valor para ti.

— La tienen.

—¿Pero la vas a vender?

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