Capítulo 24 - El terrorista

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Lexa Herman

Termino de colocarme el brillo labial, quise darme un maquillaje un poco más exclusivo, pero como el loco terrorista tiene cierto fetiche hacia las chicas dulces, me hicieron ponerme un maquillaje bien sencillo y con mucho rubor para que resalten mis pómulos. Mi cabello cae en una cola muy bien recogida y sin un solo pelo afuera. Y el vestido que está bastante desnudo muestra mucha piel, siento que es probable que atrape un resfriado. Aun así me encantó el vestido.

Veo las luces de la discoteca, aunque no suena la música, es un lugar un poco exclusivo, así que por eso se ven tan recogido y es probable que las paredes sean infrasónicas. Al jefe le costó mil dólares la entrada a este sitio y ya veo la razón. Esto se ve que es para ricos, lo pude determinar con los autos tan caros que se encuentran parqueados.

Mi amigo Ángelo, a mi lado, me extiende un micrófono para que lo coloque en mi escote, lo hago siguiendo sus indicaciones, intento que se vea lo más discreto posible. No queremos que el loco se dé cuenta y me mate.

Él se baja, y rápidamente le da la vuelta al auto, quedando del lado de mi puerta, y como si fuera parte de la realeza, abre mientras me extiende la mano para que pueda bajar del coche. Mi tacón choca con el piso haciendo un sonido seco. El frío automáticamente arrasa con mi piel haciendo que se erice, incluyendo mis pezones. Hoy realmente voy a salir con un resfriado.

Cuando salgo, lo primero que me topo es con los hombres que están trabajando en conjunto conmigo. Pero todos voltean a verme cuando salgo del auto. Sus ojos recaen sobre mí, haciéndome sentir la corriente y el revolvimiento de mi estómago que me sucede cada vez que me mira, me habla, me toca, o simplemente está cerca de mí.

— Te ves muy bien — dice mi amigo mirándome de arriba abajo —. ¿No quieres ser mi novia?

— No — respondo divertida —, tú no eres mi tipo.

— A sí, lo olvidé — gira los ojos — tu tipo son ojos verdes, pelo negro, alto y con un aura aterradora.

— No exageres, no es aterradora — bufo — si es un poco odiosa, pero tampoco es para tanto.

Vuelvo y lo miro inconscientemente, sin embargo, se encuentra cargando su arma, y hasta en ese simple movimiento me parece tan guapo. Creo que debo estar ovulando, cómo reacciono ante él no debe ser normal.

— ¿Realmente tú y él no tienen nada?

Vuelvo y me pongo nerviosa, ¿será que Alexander le dijo algo? Aunque lo dudo mucho, Alexander no habla mucho y menos si no es con alguien de su verdadera confianza.

— Ya te dije que no — miento, aunque él no se ve muy convencido —, solo somos amigos.

— Los amigos no se miran de esa manera.

Me quedo en silencio nuevamente. No tengo cómo responder, está de más negar lo mucho que él me gusta, mi amigo me conoce y sabe que en el fondo estoy mintiendo, bueno, nada más en esa parte. Porque no es mentira cuando digo que no somos nada, a Alexander no le interesa tener nada conmigo. Eso me lo dejó muy claro.

— Deberíamos comenzar la misión — digo y él asiente. Creo que entendió que no quiero hablar de eso. — ¿No me darás un arma?

Niega —. Si te la ve podría sospechar, solamente te doy el micrófono para que avises cuando podamos acorralarlo.

No estoy muy convencida de eso, pero asiento. Debo acatar la orden, ya que Ángelo está encargado de la misión y también elaboró el plan, así que ahora mismo es quien está al mando. Me doy media vuelta y me dirijo hacia los hombres.

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