Capítulo 64 - Armar una guerra

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Para mis bebes de mi canal, le tengo una sorpresa y una pregunta muy importante asi que atentos....

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Alexander

— ¿Entonces qué más tengo que hacer para que me diga donde está?

El hombre que está encadenado a la silla respira con dificultad, su pecho baja y sube y duele hasta verlo, escupe sangre cada dos por tres y no tiene un solo diente en la boca. Dejo las pinzas ensangrentadas al lado de la caja, llenas de sus dientes. Voy a hacer un collar y se lo mandaré a su madre. Tomo una toalla y me limpio la sangre de mis manos.

—Vamos, Vincent, sé que sabes dónde está.

— Te dije que no — escupe sangre ensuciando mis zapatos — que no sé.

Lo miro, detallando su rostro magullado y con sangre. Coloco una silla y tomo asiento delante de él. No le creo a Vincent, sé que es uno de los hombres de confianza de Braulio y estoy más que seguro que él sabe dónde está Lexa.

Debajo de la mesa saco una pequeña guillotina que es para dedos, está oxidada y llena de sangre seca de personas; ya lo había utilizado anteriormente, y desde hace mucho la tengo. Con ayuda de mis hombres le toman la mano y le introducen el dedo índice en el hoyo de la guillotina.

— Para que veas que soy piadoso — me burlo — tienes diez oportunidades para decirme dónde está — sus ojos miran con terror el aparato — y si me lo dices puede ser que no te saque los ojos.

— Maldita sea, te dije que no sé donde está tu zorra.

Presiono la cuchilla del aparato cortando el primer dedo. La sangre no dura en salir y sus gritos desgarradores comienzan a escucharse en el lugar. Vuelvo y levanto la cuchilla, y mis hombres entran en el pulgar del hombre.

— Te quedan nueve — acomodo la cuchilla—, ¿dónde está Lexa?

— Te dije que no sé.

Bajo la cuchilla repitiendo la misma acción. Sus gritos vuelven a estar presentes. Tengo la ropa llena de sangre y me agrada. Si quiere por mí podría darme la respuesta en el dedo número diez.

— Quedan ocho ¿don..?

— Está bien, está bien — súplica y en su cara se ve el sufrimiento — ¿si te digo saldré ileso?

Quito la mano de la guillotina, para que sepa qué es un sí.

— Bien — respira — Braulio la tenía en la bodega donde guardaban la droga que venía de Europa.

— ¿Tenía?

— Si la va a mover —admite mientras mira su mano izquierda que ahora solo tiene tres dedos — nos dijo que tú lo descubriría rápido, que no se quedaría mucho tiempo ahí, pero me secuestraste y nunca supe a donde la movería.

Eso tiene sentido. Lo miro unos segundos verificando si en su rostro hay algo de mentira o engaño, pero parece que no, algo me dice que es la verdad, parece que después de toda la tortura ha decidido hablar la verdad

— Bien — asiento.

— ¿Entonces me dejarás ir? —En sus ojos hay un brillo de esperanza, que me daré el honor de quitárselo.

— No — saco mi arma — pero acabaré con tu sufrimiento.

Le doy un disparo entre ceja y ceja, abriendo un hoyo en su frente y dejando su cuerpo sin vida.

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