Capítulo 56 - tu sangre en mis manos

606 46 28
                                    


Lexa Herman

— Nena, necesito que te levantes de la cama — susurra Alexander —. Nena, no puedes estar aquí tanto tiempo encerrada.

Mueve la sábana de mi cabeza, toma el pañuelo limpiando mis lágrimas. Suspiro nuevamente, sollozando. Esto ha sido muy duro para mí. La mafia colombiana tiene a mi hermano. Llamé a Gina, su esposa, y está destrozada. Me contó que mi hermano salió a comprar algunas cosas para el bebé y jamás volvió. No sé cómo lo atraparon, pero lo hicieron y estoy segura de que lo están torturando.

Pongo, sube la cama, ya es lo suficiente alto como para saltar y caer sobre ella, sube por mis piernas y se acuesta en ellas. Alexander le pasa la mano por la cabeza al pequeño canino. Cada vez que estoy llorando, Pongo pone una cara triste. Siempre he dicho que los perros sienten cuando sus humanos están tristes.

— Muñeca — susurra. — ¿Qué es lo que te pasa? — me pregunta — últimamente estas que del mínimo problema lloras, tú no sueles ser asi ¿Sucede algo que deba saber?

Su pregunta me hace sentir frío en cada escombro de mi cuerpo, él me observa y sé que él siempre me ha dado la confianza de que puedo confiar en él y me ha demostrado que él siempre estará ahí para mí.

Sin embargo, es como si hubiera un pequeño demonio que me dice que no le diga lo que sucede, y ese pequeño demonio se llama miedo, miedo a que no reacciones bien, a que esto sea motivo de separación, miedo a que me abandones.

— No me sucede nada — suspiro mientras me acomodo en la cama —, solo decaída, no es fácil ver en lo que metí a mi hermano.

— Te entiendo, muñeca — toma mi mano — sé que es que por tu culpa sufran personas que no deben.

Arrugo las cejas, que significa eso.

Me he pasado dos días pensando en cómo puedo intentar ayudar a Nate, pero estoy segura de que ellos no van a negociar conmigo. Además, sé que pude burlar a los hombres cuando fui a buscar a Milo, pero no es lo mismo. Los hombres del maldito eran pocos y por lo que vi algo estúpidos, pero eso no significa que lo haré con la mafia colombiana completa.

El teléfono de Alexander suena. Él se levanta de la cama para tomarlo, solamente me quedo ahí acariciando a Pongo que me mira con ojitos tristes.

Cuando me decidí a estar con Alexander, sabía que esto no sería nada fácil, estar involucrado con la mafia nunca ha sido bueno, sin embargo, no pensé eso en el momento, pero ahora sí lo hago. Quiero mucho a Alexander, pero el estar con él no me ha traído muchas cosas buenas. Pero no es su culpa. Yo sabía que iba a pasar algo así cuando estuviera con él.

— Nena, tengo una reunión ahora e irás conmigo — lo miro extrañada.

— Ahora quiere incluirme en tus negocios.

— No me dijiste que te interesaba el negocio de las armas — entrecierra los ojos — vamos, levántate y vístete, te quiero lista en media hora.

...........................

La puerta de la enorme casa se abre haciendo un gran estruendo molestoso. Las camionetas comienzan a entrar al recinto con nosotros en medio. Voy admirando el paisaje antes de llegar a la casa central, ya que es mucho. Observo que hay pavos y avestruces bastante rosados, me río como niña pequeña, nunca había visto una en persona, quiero ir a tocarlas.

Luego de unos minutos de viaje, por fin nos detenemos en una enorme casa que está hecha a base de cristal, sí, a base de cristal. ¿Quién demonios vive aquí? ¿El rey de Inglaterra? Uno de los hombres abre mi puerta y me ayuda a bajar. Le doy la vuelta al coche para encontrarme con Alexander arreglándose el saco. Se ve tan sexy.

INDELEBLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora