Capítulo 62 - Toda la mafia

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Alexander

— Todavía no tenemos nada, jefe.

Bebo mi tercera botella de ron. Sinceramente, no sé cómo todavía estoy de pie. Pero eso es mejor, porque estoy a punto de perder los nervios. Cosa que no pasa seguido y a nadie le conviene que suceda. Apenas pude saber que la policía los encontró y que algunos están hospitalizados. Y otros están muertos, pero me tiene nervioso el no saber en qué maldito grupo está Mason.

A pesar de lo fastidioso que puede llegar a ser Masón. Es mi hermano, crecí con él; hemos pasado cosas buenas y malas, pero mucho peores. Mason es la única persona en que confío ciegamente. Aunque una de las primeras reglas de la vida es no confiar en nadie, planamente; pero yo lo hago con él. Y ahora ni tengo idea de qué está pasando con él.

Cada día me convenzo más de que confiar y querer a las personas te causa debilidad. Confié en ella, en ella, casi como confiaba en él; ella me traicionó, me vendió con la policía. Quiso remediarlo a su manera, pero de qué demonios, me costó una gran parte de mis hombres, mercancía y dinero; lo acabo de perder. Por el idiota de su hermano, que no le importa ni una mierda ella.

Desde pequeño he tenido una creencia de que no importa si alguien es tu familia; si esa persona no le interesa, no tiene por qué interesarte a ti. No me importa si se piensa que no tengo corazón, nunca lo he tenido, me importa una mierda las personas que no son de mi entorno...

A pesar de que ella decidió traicionarme, aun así su hermano la abandonó. Yo podía sacarlos de la garra de Braulio, pero no me daba la gana, porque a ese idiota no le importaba Lexa, no le interesaba el hecho de que su padre la maltratara a ella y su madre, aun así, las abandonó. Sobre todo, otra de las razones por las que no lo hice, fue porque mientras tenía a su hermano cautivo no se empeñaba en atrapar a Lexa. Nos mantuvimos en paz por un tiempo. Pero como siempre, ella lo tenía que arruinar y liarla más que al principio.

No sé qué siento ahora mismo; si fuera otra persona, le hubiera dado un tiro en la cabeza. Pero ella, ella... No sé qué es lo que voy a hacer. ¿Tortúrala? ... He pensado en enterrarla hasta que pueda solucionar esta estúpida guerra con Braulio. Me importa una mierda si ella se molesta. Pero podré vivir en paz por lo menos por un tiempo. Y no negaré que me hubiera encantado tener la potestad suficiente para abrirle la cabeza.

El sonido del teléfono me hace volver a la realidad. Muevo la cabeza. Estaba tan concentrado en rastrear el barco que no había visto el teléfono. Me sorprendo cuando veo que son las diez de la mañana. Aparentemente, amaneció y ni me di cuenta. Tengo toda la noche bebiendo y con las cortinas cerradas...

— Alexander — no reconozco quien está al otro lado del teléfono.

— ¿Quién habla?

— Ángelo

Frunzo el ceño. ¿El amigo de Lexa? ¿Por qué demonios me estás llamando? ¿Y quién demonios le dio mi número?

— ¿Qué quieres?

— Eh.... — tartamudea y giro los ojos. No estoy para esto.

— No tengo todo el día — gruño...

Se queda en silencio unos segundos más y me desespero; no tengo tiempo para él ni para nadie, estoy a punto de cerrar el teléfono hasta que diga una palabra clave.

— Lexa...

— ¿Qué pasó?

— Es que ayer... eso de las seis de la tarde Lexa me llamó y me dijo que vendría a mi casa —explica—, pero ya es de día y pensé que quizás se arrepintió de venir, pero me he cansado de llamarla y su teléfono sale apagado y te llamo para por lo menos saber si está bien o que pasó.

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