Capìtulo 65 - ¿Te quieres ir con èl si o no?

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Lexa Herman

Hambre, agonía, calor, sufrimiento.

Son las palabras para describir lo que estoy pasando en este momento. Desde ayer me trasladaron, no sé a donde, a una habitación que, comparado con la bodega en que estaba, es una habitación cuatro estrellas, pero, que importa que lo sé, no la puedo disfrutar. Me tiene amarrada como una criminal de máxima seguridad.

Estoy sin bañarme, sin comer, sin hacer nada, solo amarrada a estas estúpidas cadenas. Huelo horrible; siento que en cualquier momento voy a enloquecer. Las personas creen que la peor tortura es que te golpeen, te humillen, pero la peor, sinceramente, es que te dejen en una habitación, sin nada; ni siquiera tengo la noción de la hora y eso me está volviendo loca.

Ayer, luego de la llamada de Alexander, que por suerte Braulio aparentemente no comprendió cuál era la finalidad. Pero desde ahí estoy en este nuevo lugar. Se fueron, y nadie más ha vuelto, ni para comida, ni para agua, ni siquiera para burlarse de la situación. Me voy a volver loca. Estoy amarrada con la mano alzada y de rodillas. Tengo mucha hambre. Quisiera poder aguantarla, pero mi descendencia que todavía se encuentra en mi barriga me exige tanta hambre que es molesta.

Muevo la cadena y me he puesto a esto con la estúpida esperanza de que alguna vez se van a soltar, cosa que es imposible; a simple vista se ve lo nuevas que son, y además mis muñecas son la prueba de lo ajustadas que están.

En mi piel hay más sangre seca que la herida, pero ella está gloriosamente sana y no se infectó. Lloro; al final del día, no fui tan fuerte y lloré; es probable que este sea mi fin, el día de mi muerte. Y realmente ni siquiera disfrute mi vida. Sé que mi vida dio un vuelco luego que comencé con Alexander, pero no me arrepiento, porque al menos estuve con el hombre que amo.

Muchas personas no tienen la suerte ni siquiera de conocer el amor de su vida. Y yo tuve la oportunidad de estar con él.

Quizás esto me lo busqué yo. Ahora comprendo por qué Alexander no quería que yo tomara represalia. Él sabía que esto pasaría, sabe cómo se mueve la mafia y por eso quería evitarlo y ahora es muy tarde para arrepentirme. Lo único que me queda es llorar y esperar a mi muerte. Hasta los más tontos saben cuándo rendirse. Y ahora mismo no tengo armas ni fuerzas para pelear esta batalla.

La puerta se abre y me desespero, por ver quién es, y por suerte es la chica embarazada. Viene con una bandeja con un emparedado; se ve horrible, parece que lo hicieron hace dos meses, pero el hambre que tengo es tan grande que ahora mismo veo ese sándwich como el mayor manjar.

Me muevo algo desesperada. Ella toma el pan y me lo pone en la boca y yo le doy una gran mordida; realmente esto es la gloria.

— ¿Pudiste...?

— Cierra la boca —escupe.

Me conmocionó un poco por la forma en que me habla, pero me hace señales de que nos están escuchando. Ella asiente, respondiendo a mi pregunta anterior. Le sonrío en modo de agradecimiento, pero ella se queda neutra, me mantengo en silencio, y termino de comer y beber un poco de jugo que me trajo. Por lo menos esto es algo; literalmente me iba a morir de hambre.

Ella recoge todo y sale del lugar. Dejo caer mi cabeza del agotamiento. Pero la puerta vuelve y se abre. No me tome la molestia de abrir mis ojos; me imagino quién es la persona que está frente a mí; sin embargo, un curioso aroma entra por mis fosas nasales, un aroma que ya lo había olido antes. Levanto la mirada y doy con unos enormes ojos azules que vi gran parte de mi vida.

— Papá —susurro.

Sonríe, sonríe cínicamente. Está mejor que nunca, se ve más fuerte y glorioso con su traje de tres piezas gris que se ajusta perfectamente a su cuerpo, se ve más fresco, incluso se ve algo poderoso; no está secuestrado al igual que yo. Cosa que me deja dicho que está del lado de Braulio.

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