Capìtulo 33 - La verdad

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Lexa Herman

— Nena, hay cena en el refrigerador — me avisa mi madre — ¿Estás segura de que no quieres ir con nosotros?

¿No quieres ir a una cena rodeada de gente mayor que solo habla de cosas antiguas y que no entiendes ni un poco? Sí, estoy segura de que no quiero ir.

— No te preocupes, mamá — le digo mientras me pongo mis medias rosadas —. Veré una película y luego dormiré.

— Bien — dice mientras papá le hace señas de que es hora de irse — no te desveles.

Giro los ojos — sí, mamá, te amo.

— Yo también, nena.

Finalmente, escucho la puerta cerrarse. Me dejo caer en el mueble mientras miro mi teléfono. He tratado de enviarle mensajes a Alexander. No es que lo quiera invitar, claro que no. Pero tengo dos días sin saber de él, incluso llamé a las Fuerzas Armadas y Cecilia me comentó que él tenía dos días sin ir. Estoy comenzando a preocuparme.

Le dejo un último mensaje. Alcanzo el control de la televisión para ver si encuentro algo con lo que entretenerme. Enciendo la televisión y lo primero que veo son las noticias. Aparentemente, mamá estaba viéndolas antes que yo. Subo el volumen, estaba a punto de cambiar el canal. Odio las noticias; tengo bastante con todas las muertes y todos los asesinos que tengo que atrapar como para tener que ver más en la televisión. Sin embargo, cuando escucho un nombre muy conocido, decido dejarlo ahí.

— En otras noticias, se ha encontrado el cuerpo sin vida de la ministra de las Fuerzas Armadas, Chelsea Wembeley — informa la chica de la noticia. Me quedo unos segundos viéndola hasta que muestran una foto de ella. Abro los ojos —se encontró el cuerpo con un disparo en la cabeza. Se rumora que este suceso puede ser obra de la mafia, hombres que hace tiempo las Fuerzas Armadas estaban buscando, pero solo son suposiciones. En estos momentos, el FMI está investigando a posibles sospechosos...

Dejo de escuchar. No puede ser que Chelsea haya muerto. ¿Cuándo habrá pasado esto? ¿Será esta la razón por la que Alexander no aparece? Tomo mi teléfono nuevamente y lo llamo varias veces, pero el teléfono sigue yendo al buzón. Necesito contactarlo ahora mismo.

Rápidamente, me visto y llego a mi auto, lo enciendo con rumbo a las Fuerzas Armadas. No sé qué estoy buscando allí, pero estoy segura de que Alexander dejó algún rastro. Sé que no encontraré a ninguno de nuestros conocidos, ya que son las ocho de la noche y ahora mismo están los del turno nocturno, que por cierto no conozco a ninguno.

Llego a mi destino y doy gracias a Dios cuando veo mi carnet. Todavía no había devuelto nada de mis pertenencias; pensaba hacerlo la próxima semana. Bajo de mi auto, y un guardia de seguridad me mira de manera extraña. Solo tengo que mostrarle el carnet para que, como un robot, se aparte y me deje pasar.

Subo rápidamente y me dirijo directamente a la oficina de Alexander. Miro a mi alrededor buscando algo que me guíe, pero no encuentro nada. Incluso la oficina parece igual que la última vez que estuve aquí. Suspiro; quizás deba esperar a que él me contacte. Doy media vuelta para irme, pero mi mirada cae sobre una caja en un estante.

Tomo la caja, y automáticamente algo brilla dentro de ella. Bingo, la llave. Recuerdo que Alexander me dijo una vez que siempre guardaba una llave de su casa de emergencia en esa caja. La agarro y salgo del lugar en dirección a su casa. Espero que no se moleste por haberme tomado la libertad de hacer esto, pero estoy muy preocupada. Si no está en la mansión, creo que me daré por vencida.

Pongo la calefacción en mi auto, esta noche está haciendo un frío insoportable. Demasiado para mi gusto. El GPS indica que faltan solo cinco minutos para llegar a mi destino, entonces me doy cuenta de que quizás voy demasiado rápido en la carretera. La gran casa se asoma ante mi vista, estaciono mi auto afuera. Veo que casi todas las luces están apagadas, excepto una. Aparentemente, hay alguien en la casa.

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