Capìtulo 49 - Murio de camino al hospital

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Lexa Herman

Salgo de la bañera mientras me coloco la bata de baño. Me acerco al lavamanos y agarro entre mis dedos la prueba de embarazo que hay sobre la meseta. Respiro fuertemente y la miro. En el pequeño plástico solo hay una línea, indicando negativo. No estoy embarazada. Suelto el aire que se acumulaba en mis pulmones.

Esta fue la tercera prueba que hice y las tres salieron negativas. Sé que es un poco exagerado, pero quería estar segura, ya que esas pruebas son bastante inestables. Sin embargo, si las tres salieron negativas, es hora de perder la esperanza. Tendré que ir al médico a ver por qué tengo un retraso en mi periodo; quizás sea un problema de estrés, como me sucedió una vez a los dieciséis.

A los dieciséis, entré a la academia para volverme agente y tenía mucho estrés porque quería ser la mejor en todo y quería impresionar a mi padre. Por todas esas emociones encontradas, me paralicé el periodo por dos meses y eso sí fue un susto grande, porque en ese momento era virgen todavía; entonces, no tenía idea de qué podría pasar. Cuando mi madre me llevó al médico, la doctora me explicó que cuando las mujeres tenemos mucho estrés, se nos alborotan las hormonas y podemos causar dos cosas: que se nos acelere y llegue más temprano o que se nos atrase.

Envuelvo las tres pruebas en papel para echarlas a la basura; no quiero que Alexander vea nada de esto. Si soy sincera, en el fondo sí quería estar embarazada. Quería un pequeño varón que se pareciera a Alexander, quería un pelinegro con los ojos verdes. Hasta aceptaría que fuera gruñón como su padre; sin embargo, quizás sea lo mejor. Alexander siempre me ha dejado en claro que no quiere ser padre y no conozco lo suficiente a Alexander para imaginarme cómo va a reaccionar si me embarazo.

Me acerco a la ventana donde veo a Alexander dando órdenes a sus hombres como siempre. Como si él sintiera mi mirada, se gira y me hace una seña de que baje. Así que me coloco lo primero que veo para bajar corriendo.

— Muñeca — se acerca a mí —, tengo un pequeño regalo para ti.

— ¿Regalo? — indago cruzándome de brazos — ¿Por qué?

— Porque quiero dártelo — dice —. Además, últimamente he estado saliendo mucho y me voy a ir de viaje en unos días, así que te traje esto para que no te sientas tan sola.

Frunzo el ceño. Lo que más me espero es un amigo, mínimo que podría darme para que no me sienta sola, o conociendo a Alexander, será alguien que le dirá cada movimiento que hago.

Entonces escucho un ladrido, pero un ladrido leve y débil, que me da a entender que es un cachorro. Giro y noto como Masón, viene un cachorro color marrón claro. El canino está en el suelo y viene caminando con algo de dificultades, ya que todavía es muy pequeño y para él la hierba del suelo se encuentra bastante alta.

Mi corazón se derrite al ver el animalito que se acerca a mí caminando con dificultad. Me bajo y lo tomo en mis brazos, no pesa nada. Automáticamente, lo acerco y comienza a lamerme toda la cara, derritiéndome de ternura. Es que es tan pequeñito y tierno, que incluso sus ladridos son todavía aguados. Miro por debajo viendo que es varón. Es un pitbull macho.

— Muchas gracias, mi amor — chillo dándole un beso a Alexander —. Estás muy bonito.

— Tienes un nuevo compañero — dice viendo el perrito —, es lo único de sexo masculino que quiero ver cerca de ti — giro los ojos. Maldito tóxico — ¿Qué nombre le pondrás?

Miro nuevamente al perrito que me mira moviendo su colita muy emocionado. Sus ojos son verdes, muy claros, tanto que parecen falsos, y su lengua se encuentra fuera.

Pongo. Siempre he querido tener un perrito para llamarlo Pongo. Le pondré pongo Wembley Herman. Abro la boca para hablar, pero él la abre primero.

— No puedes ponerle mi apellido.

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