Extra 2

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Capìtulo 9 Narrado desde pov de Alexander


Alexander

— ¿Estamos listos? —pregunto mientras el auto entra en el lugar de la fiesta donde será la misión.

— Sí, señor —indica el primer oficial que está en el lado del copiloto.

— ¿Consiguieron los anillos? —pregunto.

— Sí, aquí están, señor.

Me extiende la caja de terciopelo negro; la abro y veo los anillos de casados. Levanto ambas cejas; hay que hacerlo lo más creíble posible. Tomo el anillo del hombre y me lo coloco en el dedo, y dejo el otro y lo guardo en el bolsillo.

Miro mi mano un momento viendo el anillo de compromiso. Ni siquiera el de mi matrimonio utilizo; no me gustan esas porquerías, pero este no me parece tan feo.

— Señor, disculpe que me atreva a decir esto —comienza—, pero no me gusta este plan. Va a ir a meterse a un lugar donde hay personas que conocen su identidad.

— Sí, pero es peor si no acepto la misión —suspiro—, pero esas personas saben que si hablan les cortaré la lengua.

— ¿Y no cree que la señorita Herman se dé cuenta? —una corriente extraña atraviesa mi cuerpo—. Me he dado cuenta de que es muy instintiva y perspicaz —suelta un suspiro—. Creo que ella podría acercarse a descubrir quién es...

Me quedo en silencio, pero no porque se equivoca, al contrario, porque sé que tiene muchas razones.

— ¿Saben cuál es el plan si ella se vuelve una amenaza?

— Sí, jefe —asiente—, lo hacemos parecer como un secuestro para los dos y luego nos deshacemos de ella.

Un amargo se instala en mi pecho. Por primera vez en mi vida, creo que me importa el hecho de que se quiera deshacer de una persona, pero no expreso lo que siento, simplemente lo dejo así.

— Ella ya está aquí —me informa el que está en el copiloto—, es hora de entrar.

Asiento mientras me bajo del auto y acomodo mi traje. Estamos en un hotel de lujo, esperando a que llegue el momento de actuar. Miro a mi alrededor, observando los autos lujosos estacionados: Rolls-Royce, Ferrari, Bugatti, Lamborghini, Mercedes-Benz, Koenigsegg. Este lugar grita extravagancia.

Aquí es donde se celebra la dichosa fiesta. No sé si soy un tipo de rico diferente, pero no veo la necesidad de tener que hacer este tipo de actividades para impresionar a personas a las que les importas una mierda, y sobre todo, estoy más que seguro de que no conocen ni a la mitad de los que están aquí.

Paso la mano por mi cabello, arreglándolo por si se desordenó un poco. Los otros agentes se acercan a mí y, luego de que les doy el permiso, comienzan a colocarme el micrófono.

— Azul para prender —indica—, rojo para apagar —señala el otro—, y el verde —veo el botón que está añadido— deshabilita el de Lexa y que se comunique con nosotros.

Asiento.

Un olor a perfume de mujer comienza a entrar por mis fosas nasales.

— Buenas noches —la voz de Lexa inunda mis oídos.

Levanto los ojos unos segundos, pero siento que ese segundo no fue suficiente para apreciar lo que tengo enfrente. Lexa está... Está preciosa.

Cuando decidí comprarle el vestido, sabía que le quedaría bien. Lo hice más porque quería que tuviera un vestido que estuviera a la altura, pero no me imaginé lo sexy que se vería. No sabía que tenía ese cuerpo de infarto, y menos así, y menos que esas tetas se veían tan increíbles. No sé si es que no me he fijado lo suficiente, pero siento que la boca se me hace agua.

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