Lexa Herman
Lanzo un golpe al saco de boxeo que se encuentra frente a mí, dos, tres, cuatro golpes. Con mi antebrazo seco el sudor que baja frente, los guantes de boxeo me lo dificultan. Transpiro un poco cansada, después de unos días entrenando, me di cuenta de que estaba muy sedentaria. La última vez que había hecho ejercicio fue hace algunos meses. Sentía que, como estaba en buena forma, si paraba eso no me afectaba mucho. Sin embargo, me equivoqué: el hecho de durar tanto tiempo sin entrenar me estaba matando.
El jefe me ordenó entrenar de nuevo, la mayoría del tiempo no hacía mucho aquí en la empresa y esto me entretiene un poco. En las mismas Fuerzas Armadas tienen su gimnasio que está muy bien equipado.
Tomando una calada de aire profundo, busco mi botella de agua y me doy un trago largo, dejando que esto baje por mi garganta, refrescando e hidratando al mismo tiempo. Me acomodo los guantes de boxeo y, como puedo, me paso una toalla para quitarme el sudor de la frente y el resto de la cara. Cambio de saco de boxeo a uno más pesado. Doy el primer golpe y ni siquiera se movió, tiro un segundo y obtengo el mismo resultado. Tomo un suspiro y me impulso con más fuerza para así poder moverlo, sin embargo, mi puño nunca llegó al saco, ya que una mano gruesa agarra mi muñeca en el aire deteniendo su camino.
Giro mi cabeza encontrándome con Alexander, con sus ojos verdes enormes que me observan. ¿En qué momento entró?
— No hagas eso.
— ¿Por qué?
— Te puedes romper la muñeca — me advierte mientras me suelta.
— ¿Cómo estás tan seguro?
— Porque ese saco pesa más que tú — señala el saco y luego a mí — con esa fuerza que le vas a propiciar podrías romperte la muñeca.
Lo observo de arriba abajo, su cabello húmedo le cae por la frente hasta sus cejas gruesas, que siempre se encuentran fruncidas, pantalones deportivos negros, tenis del mismo color y una sudadera manga larga gris que cumbre todo su brazo, bloqueando la vista de sus abundantes tatuajes, excepto por el del cuello que se ve alejas. Aunque el suéter le tape la mayoría del cuerpo, no me quejo, ya que le queda tan ajustado que marca sus pectorales y brazos.
— ¿Te preocupas por mí? — me burlo.
— No — escupe —, pero no quiero hacer un informe de cómo te rompiste la muñeca.
Giro los ojos ignorándolo, intento volver a golpearlo, pero él repite la acción de hace unos momentos.
— Busca otro saco — su voz suena un poco más molesta —, uno que sí puedas golpear.
— No seas molesto — le digo — cuando estaba en la academia golpeaba sacos más pesados de ahí.
Es una realidad, lo que sucede es que tenía tanto tiempo sin hacerlo que ahora me causa dificultad.
Me observa de arriba abajo — lo dudo mucho —. Me observa de arriba abajo — viendo tu peso y tu tamaño, dudo que puedas con más de 60 kilos.
Me cruzo, este idiota duda mucho de mi potencial.
— Claro que sí — seguro — puedo con más... incluso contigo.
Se gira hacia mí con los brazos cruzados, y una sonrisa de lado.
— ¿Conmigo? — se burla — Supones que puedes ganarme en una pelea.
— No lo supongo, lo aseguro.
Sus ojos me observan de arriba abajo como si no se considerara lo que le estoy diciendo, sus ojos expresan burla.
— Apostemos, peleemos — le digo —, si ganas duraré una semana llevándote el café — sube ambas cejas, al parecer le gustó la proporción — y si yo gano vas a dejar de mirarme y hablar como un ogro — frunce el ceño.
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INDELEBLE
Teen FictionLexa Herman, tan solo con 24 años, tiene una carrera impecable en el FBI, lo que causó que en poco tiempo la ascendieran al último escalón de la fuerza policial, "Las Fuerzas Armadas" Muy emocionada por subir de nivel, se enfrenta a resolver casos...