Kihyun supo el momento en que Changkyun entró en el Listón. El teniente favorito de Per Haskell estaba en casa. El Listón no era gran cosa, solo una casa más en la peor parte del Barril, tres pisos el uno encima del otro coronados por un ático y un tejado a dos aguas. La mayoría de los edificios de aquella parte de la ciudad se habían construido sin cimientos, muchos sobre la tierra pantanosa donde los canales habían excavado caprichosamente. Se apoyaban los unos sobre los otros como amigos borrachos reunidos en un bar, inclinándose en ángulos somnolientos. Kihyun había visitado muchos de ellos durante sus tareas para los Despojos, y no eran mucho mejores por dentro: fríos y húmedos, con las paredes llenas de grasa, agujeros en las ventanas lo bastante grandes como para que entraran el frío y la nieve.
Changkyun había gastado su propio dinero para eliminar las corrientes del Listón y aislar las paredes. Era un sitio feo, retorcido y abarrotado de gente, pero el Listón estaba gloriosamente seco.
La habitación de Kihyun se encontraba en el tercer piso, un estrecho espacio apenas lo bastante grande para un catre y un baúl, pero con una ventana que daba a los tejados altos y al revoltijo de chimeneas del Barril.
Aunque el amanecer se encontraba a solo unas horas, el Listón estaba muy despierto. El único momento en que la casa estaba silenciosa de verdad era durante las horas bajas de la tarde, y aquella noche todos estaban vibrando con las noticias del enfrentamiento en el Intercambio, el destino de Gran Bolliger, y ahora la expulsión del pobre Rojakke.
Tras su conversación con Changkyun, Kihyun fue a buscar al repartidor al Club Cuervo. Estaba en las mesas dirigiendo una jugada de la Zarza de Tres para Minhyuk y un par de turistas ravkanos. Cuando terminó la mano, Kihyun le sugirió que hablaran en una de las salas de juego privadas para ahorrarle la vergüenza de que lo despidieran delante de sus amigos, pero Rojakke no estaba dispuesto.
—¡No es justo! —había bramado cuando él le informó de las órdenes de Changkyun—. ¡No soy un tramposo!
—Habla con Changkyun —replicó Kihyun en voz baja.
—Y baja la voz —añadió Minhyuk, echando un vistazo a los turistas y marineros sentados en las mesas vecinas. Las peleas eran comunes en el Barril, pero no en el Club Cuervo. Si tenías un problema, lo resolvías fuera, donde no te arriesgabas a interrumpir la práctica sagrada de separar a la gente de su dinero.
—¿Dónde está Im? —gruñó Rojakke.
—No lo sé.
—Siempre lo sabes todo sobre todos —dijo él con desprecio, inclinándose hacia Kihyun. Su aliento apestaba a cerveza y cebolla—. ¿No es por eso por lo que te paga Manos Sucias?
—No sé dónde está ni cuándo va a volver. Pero sí que sé que no querrás estar aquí cuando vuelva.
—Dame mi cheque. Me deben el último turno.
—Im no te debe nada.
—¿Ni siquiera puede enfrentarse a mí? ¿Envía a un niñito para darme la patada? A lo mejor te saco algunas monedas.
Estiró el brazo para tomarlo del cuello de la camisa, pero Kihyun lo esquivó con facilidad. Trató de agarrarlo otra vez.
Por el rabillo del ojo, Kihyun vio que Minhyuk se levantaba de su asiento, pero le hizo un gesto para que no se acercara y metió los dedos en los nudillos de latón que guardaba en el bolsillo de la cadera derecha. Le dio un rápido golpe a Rojakke en la mejilla izquierda.
Él se llevó la mano a la cara.
—Oye —dijo—. No te he hecho daño. Tan solo eran palabras.
La gente estaba mirando ahora, así que lo volvió a golpear. A pesar de las reglas del Club Cuervo, aquello tenía prioridad. Cuando Changkyun lo había llevado al Listón le había advertido de que no iba a poder cuidar de él, de que tendría que arreglárselas solo, y eso había hecho. Habría sido muy fácil darse la vuelta cuando lo insultaban o se acercaban a él para pedirle un revolcón, pero si hacía eso pronto le apretarían un glúteo o tratarían de ponerlo contra la pared. Así que no dejó correr ningún insulto ni insinuación. Siempre golpeaba primero, y golpeaba con fuerza. A veces incluso los rajaba un poco. Era fatigoso, pero nada era sagrado para los kerch salvo el comercio, así que se había asegurado de que el riesgo fuera mucho mayor que la recompensa cuando le faltaban al respeto.
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SEIS DE CUERVOS - MONSTA X
General FictionKetterdam es un bullicioso país, foco de comercio internacional donde cualquier cosa se puede conseguir por el precio adecuado. Y es precisamente donde Changkyun Im, el criminal más vivaz del Club Cuervo, encuentra al equipo perfecto para realizar u...