Era demasiado. No se esperaba que fuera tan difícil estar en su tierra por primera vez en tanto tiempo.
Había tenido más de una semana a bordo del Ferolind para prepararse, pero su cabeza había estado ocupada pensando en el camino que había escogido, en Hoseok, en la magia cruel que se lo había llevado de su celda en prisión hasta un barco que se dirigía hacia el norte bajo un cielo sin límites, todavía atado no solo por los grilletes sino por la carga de lo que estaba a punto de hacer.
Obtuvo su primer vistazo de la costa norte al final de la tarde, pero Specht decidió esperar hasta el anochecer para llegar a tierra, con la esperanza de que el crepúsculo les hiciera pasar inadvertidos. Había aldeas balleneras junto a la costa, y no tenían ganas de que los vieran. A pesar de su coartada de cazadores, los Despojos seguían siendo un grupo llamativo.
Pasaron la noche en el barco. Al amanecer de la mañana siguiente, Hoseok lo encontró reuniendo la ropa de abrigo que Minhyuk e Kihyun habían repartido. Hyungwon estaba impresionado por la resistencia de Kihyun: aunque todavía tenía círculos bajo los ojos, se movía sin rigidez, y si sentía dolor lo escondía bien.
Hoseok sostuvo una llave en alto.
—Changkyun me ha enviado a quitarte los grilletes.
—¿Vas a volver a encerrarme por la noche?
—Eso depende de Changkyun. Y de ti, supongo. Siéntate.
—Dame la llave y ya.
Hoseok se aclaró la garganta.
—También quiere que te modifique.
—¿Qué? ¿Por qué?
La idea de Hoseok alterando su apariencia con su brujería era intolerable.
—Ahora estamos en Fjerda. Quiere que parezcas menos... tú, solo por si acaso.
—¿Sabes lo grande que es este país? Las posibilidades...
—Las posibilidades de que te reconozcan serán considerablemente mayores en la Corte de Hielo, y no puedo hacer todos los cambios en tu apariencia de golpe.
—¿Por qué?
—No soy tan buen Confeccionador. Ahora forma parte del entrenamiento de todos los Corporalki, pero a mí no se me da bien. —Hyungwon resopló—. ¿Qué?
—Nunca te había oído admitir que no eres buen en algo.
—Bueno, pasa muy poco.
Él se sintió horrorizado al darse cuenta de que sus labios se curvaban en una sonrisa, pero era fácil reprimirla cuando pensaba en que le cambiaran la cara.
—¿Qué quiere Im que me hagas?
—Nada radical. Cambiaré el color de tus ojos, de tu pelo... lo que te queda. No será permanente.
—No quiero hacer esto.
No quiero que estés cerca de mí.
—No llevará mucho tiempo y será indoloro, pero si quieres discutir sobre esto con Changkyun...
—Está bien —dijo Chae, armándose de valor. Era inútil discutir con Im, cuando este simplemente podía negarle la promesa de la absolución. Tomó un cubo, lo volcó y se sentó—. ¿Me das ya la llave?
Hoseok se la entregó, y él se quitó los grilletes de las muñecas mientras él rebuscaba en una caja que había llevado. Tenía un asa y pequeños cajoncitos llenos de polvos y pigmentos en frascos diminutos. Extrajo un bote de algo negro de un cajón.
—¿Qué es eso?
—Antimonio negro. —Se acercó a él y le echó la barbilla hacia atrás con la punta del dedo—. Deja de apretar los dientes, Hyungwon. Te los vas a destrozar. —Él cruzó los brazos, y Hoseok le comenzó a verter un poco de antimonio sobre el cuero cabelludo y soltó un suspiro triste—. ¿Por qué el valiente drüskelle Hyungwon Chae no come carne? —preguntó con voz teatral mientras trabajaba—. Desde luego es una triste historia, hijo mío. Una fastidiosa Grisha lo dejó sin dientes, y ahora solo puede comer puré.
ESTÁS LEYENDO
SEIS DE CUERVOS - MONSTA X
General FictionKetterdam es un bullicioso país, foco de comercio internacional donde cualquier cosa se puede conseguir por el precio adecuado. Y es precisamente donde Changkyun Im, el criminal más vivaz del Club Cuervo, encuentra al equipo perfecto para realizar u...