45. PEKKA - FINAL

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Pekka Rollins se metió un puñado de jurda en el carrillo y se reclinó en su sillón para examinar el grupo andrajoso que Doughty había llevado a su despacho.

Rollins vivía encima del Palacio Esmeralda en un enorme conjunto de habitaciones, con cada centímetro cubierto de terciopelo verde y dorado. Le encantaba la ostentación, en su ropa, sus amigos y sus mujeres.

Los chicos que tenía delante eran lo más opuesto a la elegancia o el estilo. Llevaban los disfraces de la Komedie Brute, pero nadie tenía acceso a su despacho sin mostrar la cara, así que les habían quitado las máscaras. Reconoció a algunos de ellos. En su día quiso reclutar a al Mortificador Hoseok Lee, pero ahora parecía que no iba a sobrevivir más allá de un mes; todo huesos que sobresalían, huecos oscuros y manos temblorosas. Parecía que había evitado una mala inversión. Se inclinó hacia un enorme fjerdano con la cabeza afeitada y tristes ojos azules. Era muy grande, posiblemente un antiguo militar. Buenos músculos. ¿Dónde encontraba Changkyun Im a esa gente?

El chico junto a ellos era shu, pero parecía demasiado joven para ser el científico que estaban tan desesperados por conseguir. Además, Im jamás llevaría tal botín al Palacio Esmeralda. Y después, por supuesto, Rollins conocía a Minhyuk Lee. El tirador había conseguido una impresionante cantidad de deudas en casi cada antro de juegos del Stave Oriental.

Su bocaza había puesto al corriente a Rollins de que Im estaba enviando un equipo a Fjerda. Escarbando un poco y sobornando mucho había conseguido saber el lugar y la hora de su partida, una información que había resultado ser errónea. Im había estado un paso por delante de él y los Leones Moneda. La pequeña rata de canal había logrado llegar a la Corte de Hielo después de todo.

Pero era algo bueno. De no ser por Changkyun Im, Rollins todavía estaría sentado en una celda de esa maldita prisión fjerdana, esperando otra ronda de tortura, o tal vez clavado en una pica sobre la pared anular.

Cuando Im había abierto la cerradura de la puerta de su celda, Rollins no sabía si iba a rescatarlo o a asesinarlo. Había oído mucho sobre Changkyun Im desde que había alcanzado la cima de los Despojos, esa triste parodia que Per Haskell llamaba banda, y lo había visto alguna vez por el Barril. El chico había salido de la nada y había causado un montón de problemas desde entonces. Pero seguía siendo solo un teniente, no un general, un perro mordisqueándole los tobillos a Rollins.

—Hola, Im —había dicho—. ¿Vienes a regodearte?

—No exactamente. ¿Me conoces?

Rollins se había encogido de hombros.

—Claro, eres el rufián que no deja de robarme los clientes.

La expresión que cruzó el rostro del muchacho tomó por sorpresa al hombre. Era odio; puro, negro y bullendo a fuego lento. ¿Qué le habré hecho a esta escoria? Pero en unos segundos la expresión se desvaneció, y Rollins se preguntó si no se la habría imaginado.

—¿Qué quieres, Im?

El chico se había quedado allí, con algo sombrío y demente en su mirada.

—Quiero hacerte un favor.

El hombre se fijó en los pies desnudos y la ropa de prisión de Im, en sus manos cubiertas con sus legendarios guantes negros, un adorno ridículo.

—No parece que estés en posición de hacerle favores a nadie, jovenzuelo.

—Voy a dejar esta puerta abierta. No eres tan estúpido como para ir a por Son sin un equipo que te respalde. Espera tu momento y márchate.

—¿Por qué demonios ibas a ayudarme?

SEIS DE CUERVOS - MONSTA XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora