29. MINHYUK

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NUEVE CAMPANADAS Y CUARTO.


Minhyuk sabía que debería estar enfadado con Changkyun; por ir en busca de Pekka Rollins y destrozar el primer plan, y por exponerlos a un peligro aún mayor con esa nueva estrategia, pero mientras él y Jooheon se arrastraban por el tejado de los drüskelle en dirección a la entrada, estaba demasiado feliz para enfadarse.

Su corazón latía con fuerza, y la adrenalina crepitaba por su cuerpo en deliciosos picos. Era un poco como una fiesta a la que había ido en el Stave Occidental; alguien había llenado una fuente de la ciudad de champán, y Minhyuk había tardado como dos segundos en meterse con las botas quitadas y la boca abierta.

Ahora era el riesgo lo que llenaba su nariz y su boca, haciéndolo sentir embriagado e invencible. Le encantaba, y se odiaba por ello. Debería estar pensando en el trabajo, en el dinero, en acabar con sus deudas, en asegurarse de que su padre no sufriera por sus payasadas.

Pero cuando la mente de Minhyuk rozaba siquiera esos pensamientos, todo en él se venía abajo.

Tratar de no morir era la mejor distracción posible. Aun así, Minhyuk era más consciente de los sonidos que producían ahora que estaban lejos de las multitudes y el caos de la embajada. Esa noche pertenecía a los drüskelle. Hringkälla era su fiesta, y todos estaban resguardados a salvo en la Isla Blanca. Aquel edificio era probablemente el lugar más seguro para él y Jooheon en esos momentos.

El silencio allí parecía pesado, siniestro. No había sauces ni fuentes, como había habido en la embajada. Como la prisión, esa parte de la Corte de Hielo no estaba hecha para los ojos públicos. Minhyuk se encontró moviendo nerviosamente con la lengua el baleen entre sus dientes y se obligó a parar antes de activarlo. Estaba seguro de que Jooheon jamás le dejaría olvidar una metedura de pata así.

Un gran tragaluz con forma de pirámide daba a lo que parecía una sala de entrenamiento, con una cabeza de lobo drüskelle grabada en el suelo y los estantes llenos de armas. A través de la siguiente pirámide de cristal vislumbró un gran comedor. Una pared estaba ocupada por una chimenea enorme, con una cabeza de lobo tallada en la piedra sobre ella. La pared de enfrente estaba adornada con un enorme estandarte sin ningún patrón distinguible hecho con retales de tiras delgadas de tela; la mayoría roja y azul, pero también algunas púrpuras. Minhyuk tardó un momento en comprender lo que estaba viendo.

—Por todos los Santos —dijo, sintiéndose un poco mareado—. Colores Grisha.

Jooheon entrecerró los ojos.

—¿El estandarte?

—Rojo para los Corporalki. Azul para los Etherealki. Púrpura para los Materialki. Son trozos de las keftas que llevan los Grisha en batalla. Son trofeos.

—Hay muchos.

Cientos. Miles. Yo habría llevado el púrpura, pensó Minhyuk, si me hubiera unido al Segundo Ejército. Trató de alcanzar la efervescente euforia que había burbujeado a través de él unos momentos antes. Había estado dispuesto, deseoso incluso de arriesgarse a la captura y la ejecución como ladrón y mercenario. ¿Por qué era peor pensar que lo cazaran como Grisha?

—Movámonos.

Al igual que la prisión y la embajada, la entrada del sector drüskelle se encontraba en un patio, para que nadie que entrara fuera observado y disparado desde arriba. Pero con esa puerta fuera de servicio, las almenas del patio estaban tan desiertas como el resto del edificio.

Allí había bloques de brillante piedra negra con incrustaciones de la cabeza de lobo plateada iluminadas con espeluznantes llamas azules. Era la única parte de la Corte de Hielo que había visto que no fuera blanca o gris. Incluso la puerta era de alguna clase de metal negro que parecía imposiblemente pesado.

SEIS DE CUERVOS - MONSTA XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora