22. MINHYUK

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Minhyuk quería pasearse por ahí, pero había conseguido un lugar en el banco y pretendía quedárselo. Sentía como si unos terremotos de ansiedad y emoción vibraran bajo su piel, y Jooheon sentado junto a él tamborileando frenéticamente sobre sus rodillas no lo ayudaba a tranquilizarse.

No pensó que pudiera soportar la espera mucho más. Primero el barco, después toda la caminata, y ahora estaba encerrado en una celda hasta que los guardias llegaran para hacer el recuento de la tarde.

Solo su padre había comprendido su energía incansable. Había tratado de conseguir que Minhyuk la gastara en la granja, pero el trabajo era demasiado monótono. Se suponía que la universidad debería de haberle encauzado, pero en realidad había torcido su rumbo.

Hizo una mueca ante lo que su padre diría si descubriera que su hijo había muerto en una prisión fjerdana. Pero ¿cómo iba a saberlo? Aquel pensamiento era demasiado deprimente para ahondar en él.

¿Cuánto tiempo habría pasado? ¿Y si ni siquiera podían oír el Reloj Mayor desde allí? Se suponía que los guardias harían el recuento a las seis campanadas, y entonces Minhyuk y los demás tendrían que esperar hasta la medianoche para hacer el trabajo. O eso esperaban. Hyungwon solo había pasado tres meses en la prisión, y los protocolos podrían haber cambiado. Tal vez se hubiera equivocado en algo. O a lo mejor el fjerdano solo nos quiere tras los barrotes antes de delatarnos.

Pero Hyungwon estaba sentado en silencio en el extremo más alejado de la celda, cerca de Changkyun. Minhyuk no había podido perderse la pequeña escaramuza de Changkyun con el kaélico.

Normalmente Changkyun siempre estaba firme durante un trabajo, pero en ese momento parecía nervioso, y Minhyuk no sabía por qué. Una parte de él quería preguntárselo, pero sabía que esa era la parte estúpida, el esperanzado chico granjero que había elegido a la peor persona posible de la que preocuparse, que buscaba señales en cosas que sabía en lo más hondo que no significaban nada, cuando Changkyun lo escogía para un trabajo, cuando le seguía alguna broma.

Podría haberse pegado una patada. Por fin había visto al infame Changkyun Im sin nada de ropa y había estado demasiado preocupado por acabar en una pica como para prestar atención de verdad.

Pero si Minhyuk se sentía ansioso, Jooheon parecía a punto de vomitar.

—¿Qué se supone que hacemos ahora? —preguntó Jooheon—. ¿De qué sirve que pueda abrir cerraduras si no tiene ganzúas?

—Silencio.

—¿Y de qué sirves tú? Un tirador sin pistolas. Eres completamente superfluo en esta misión.

—No es una misión, es un trabajo.

—Hyungwon lo llama misión.

—Él es militar, tú no. Y ya estoy en la cárcel, así que no me tientes para que cometa homicidio.

—No vas a matarme, y yo no voy a fingir que todo va bien. Estamos atrapados aquí.

—Desde luego te pega más una jaula dorada que una de verdad.

—Me marché de la casa de mi padre.

—Sí, abandonaste una vida de lujos para poder venirte a los barrios bajos con los pobres diablos del Barril. Eso no te hace interesante, Jooheon, tan solo estúpido.

—No sabes nada de eso.

—Pues dímelo —replicó Minhyuk, girándose hacia él—. Tenemos tiempo. ¿Qué hace que un buen chico mercader abandone su casa para andar en compañía de criminales?

—Actúas como si hubieras nacido en el Barril como Changkyun, pero ni siquiera eres kerch. Tú también escogiste esta vida.

—Me gustan las ciudades.

SEIS DE CUERVOS - MONSTA XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora